Hace años, un empleado público de apellido Osorio, con larga trayectoria en el Ministerio de Obras Públicas y ya cercano a jubilar, se embarcó en la Comisión Antártica que la Armada efectúa cada verano. Allí, en los largos días de navegación, expuso la quintaesencia de su exitosa experiencia burocrática: las “Leyes de Osorio”. Su enunciado breve, conciso y claro impactaron en su audiencia, fueron incorporadas a la experiencia colectiva y siguieron siendo citadas, en diversas situaciones, por muchos años:
Creo que el problema de la reestructuración del Sistema de Inteligencia Nacional amerita la adopción de las Leyes de Osorio como guía básica de comportamiento, particularmente la Primera y la Tercera Ley.
Este breve recuento del proceso de direccionamiento y control de la inteligencia, aspira a apoyar el cumplimiento de la primera Ley de Osorio.
– ¿De qué se trata la inteligencia?: Se refiere al futuro. El pasado y el presente no son de su competencia, salvo como referencia o antecedente de conducta. Trata de determinar situaciones futuras posibles y de identificar aquellos elementos que preanuncian el avance hacia la concreción de alguna de ellas.
Debe ser un conocimiento útil para la toma decisiones por parte de una Autoridad en un ámbito específico, de manera que ellas sean las mejores posibles para modelar ese futuro en forma conveniente a sus propósitos.
Como es imposible conocerlo todo, la Autoridad debe ser precisa, concreta y selectiva en sus demandas de información. Exceso de interrogantes diluirá el esfuerzo, la falta de precisión llevará a búsquedas inútiles, impedirá la determinación de prioridades en la búsqueda y demandará un gasto excesivo.
– ¿Quién es el usuario de la inteligencia?: Es la Autoridad a la que pertenece el servicio respectivo. Autoridades de diferentes rangos y de diferentes ámbitos de acción requieren informaciones de diferente tipo y nivel. Hay organizaciones para la producción de inteligencia política, estratégica, operativa y táctica. Obviamente es difícil trazar una divisoria estanca ya que hay espacios de superposición, lo que nos lleva a que los diversos niveles de inteligencia deben cooperar entre ellos y apoyarse mutuamente, sin perder de vista sus propias prioridades, establecidas por sus respectivas Autoridades.
– ¿Cómo hace la Autoridad para orientar a su servicio de inteligencia?: Primero debe estudiar sus propios objetivos y analizar las opciones que tiene para alcanzarlos. Como dice Sun Tzu, lo primero es conocerse a si mismo, determinar sus fortalezas y debilidades, esto es clave, pero no es inteligencia. También le quedará claro que necesita esa misma información respecto al enemigo y al ambiente físico en que interactuarán. Esto si es inteligencia.
Pero las interrogantes son muchas y evolutivas, deberá entonces tomar su primera decisión crítica: determinar los “elementos esenciales de información· que requiere para poder tomar decisiones eficaces. Aquí la calve es la palabra “esenciales”, es decir imprescindibles, ineludibles, críticas o como se las llame.
[cita tipo=»destaque»]¿Quién es el usuario de la inteligencia?: Es la Autoridad a la que pertenece el servicio respectivo. Autoridades de diferentes rangos y de diferentes ámbitos de acción requieren informaciones de diferente tipo y nivel. Hay organizaciones para la producción de inteligencia política, estratégica, operativa y táctica. Obviamente es difícil trazar una divisoria estanca ya que hay espacios de superposición, lo que nos lleva a que los diversos niveles de inteligencia deben cooperar entre ellos y apoyarse mutuamente, sin perder de vista sus propias prioridades, establecidas por sus respectivas Autoridades.[/cita]
Si pregunta mucho, si pregunta algo innecesario, si no pregunta lo imprescindible, si no prioriza, lo mas probable es que llegue al momento de tomar decisiones disponiendo de información interesante pero no la “esencial” para tomas sus decisiones. El ideal absoluto sería que hiciera una sola pregunta, de tal naturaleza que su respuesta le permitiera decidir acertadamente. Asi, para cada una de las diversas decisiones críticas que La Autoridad prevea que deberá tomar, debería tener un conjunto mas o menos reducido de los “elementos esenciales de información” (EEI) que necesitaría para tomar la mejor decisión.
– Aquí entra a funcionar el primer control. Debe haber una organización externa al gobierno y políticamente independiente, formada por “hombres buenos”, de parlamentarios, ex autoridades políticas o lo que sea, que revise esos elementos, antes de ser asignados al Sistema de Inteligencia y no permitan que el Jefe disponga la búsqueda de informaciones que vulneren la ley y la ética o tengan como destino promover sus intereses personales o partidistas . Este grupo de “veedores”, dispondrá la modificación, eliminación o replanteamiento de los EEI propuestos por la Autoridad.
El proceso continúa con la recepción de los EEI -por parte del Director Nacional de Inteligencia (DNA)- y su determinación de los elementos o indicios específicos que permitirían determinar la paulatina materialización de acciones o inacciones parte de los oponentes y su distribución entre sus propios medios de búsqueda y asignación a otras agencias que perteneciendo a otras autoridades de menor rango, cooperan en su tarea de acuerdo a sus capacidades y disponibilidad, quienes la incorporan como EEI propios.
– Aquí comienza la segunda función de control por parte de la organización externa al gobierno; debe fiscalizar las formas y procedimientos que las agencia de todo tipo y nivel empleen para obtener esas informaciones. Dado que la búsqueda de informaciones evoluciona sin detenerse, esta tarea de supervisión es también permanente.
– La tercera función de control es la evaluación, por parte de la organización externa, de los resultados obtenidos por todas y cada una de las organizaciones de inteligencia en todos sus niveles, en términos de ética, legalidad, resultados, costos, certeza y oportunidad y utilidad para el cumplimiento de sus cometidos.
– Hay dos formas generales de organización nacional: jerarquizada y cooperativa. En la forma jerarquizada el Directos Nacional de Inteligencia es la autoridad suprema de esta actividad y manda a todas las agencias de menor rango. Se le objetan dos debilidades: si la cabeza es corrompida o falla, todo el sistema fracasa y segundo, las autoridades de menor rango que la Autoridad nacional, en la práctica pierden a sus agencias ya que estas comienzan a trabajar con mas dedicación lo que requiere el nivel mas alto o a competir entre si por ser “mas útiles” al poder mas alto. Otra alternativa es la organización cooperativa en que el DNI es un mando coordinador, es decir asigna tareas y recoge resultados, pero el mando operativo se mantiene en cada agencia de menor rango. Se le critica que cuando falla la cooperación y los intereses de cada agencia priman sin contrapeso, el sistema deja de ser útil para la DNI.
– Una última consideración. Este esquema no incluye las operaciones ofensivas, de larga duración que requieren la inclusión de agentes o la acción positiva para influir sobre las decisiones del oponente o de los adversarios, para lo cual se suele requerir la existencia de un servicio secreto, que la experiencia señala que debe ser tan reducido como se posible, unificado bajo un solo mando (el DNI) y operar en estrecha coordinación con la autoridad de relaciones exteriores a nivel nacional y en la escena.
Dada la imprescindible necesidad de la prescindencia política de las agencias y autoridades de inteligencia, sus miembros y autoridades no deberían tener ciclos de renovación de personal coincidente con los cambios de gobierno y la Comisión de Inteligencia del Congreso debería tener supervisión cercana de su funcionamiento.
También es vital el control sobre ministerios políticos como Interior, instituciones militares, policiales, financieras, aduaneras y de seguridad la creación y existencias de unidades de inteligencia clandestina o disfrazada de otras funciones.
Las funciones de direccionamiento y control de la producción de inteligencia dentro de los diversos niveles del estado es una función imprescindible que requiere un control democrático estricto y seguimiento constante de sus actividades, así como un gran profesionalismo y neutralidad política e ideológica, para que sea verdaderamente contribuyente a los intereses de la sociedad.