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La DC y el pensamiento Alicia Opinión

La DC y el pensamiento Alicia

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Rodolfo Fortunatti
Por : Rodolfo Fortunatti Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el Crepúsculo del Chile Popular".
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Bastante, quizá excesivamente, tanto en palabras como en énfasis, se ha escrito sobre la Democracia Cristiana desde su reciente derrota en las urnas. Ha habido lugar para el reconcomio, el ajuste de cuentas y el oportunismo electoral. Especialmente lo ha habido para quienes, creyendo abandonar un saloon, salieron disparando hacia atrás, pero también para aquellos que han esperado décadas el momento de ver y de rematar en el suelo a su potencial víctima.

Con el tiempo, porque el tiempo cura, estos dolores se aliviarán y se olvidarán. Serán cicatrizados por los nuevos militantes que, en su mayoría jóvenes y mujeres, están haciendo crecer, muy por encima de las renuncias, la tasa de afiliación de la colectividad. Y si esto difiere radicalmente de lo que se ha querido instalar como una crisis, contrasta absolutamente con la desaparición de formaciones políticas de derecha, como Amplitud, ahora interesada en fascinar a ex militantes del extinto PRI, hoy retornados a las filas de la DC, para fundar lo que ellas llaman una federación social cristiana junto a los renunciados de Progresismo con Progreso y a quienes les siguieron. Pero el buen pulso de la DC también contrasta con la alta tasa de mortalidad que exhibe el Frente Amplio, en la actualidad reducido a dos tiendas legalmente reconocidas: Revolución Democrática y Partido Humanista.

Y es que, con independencia de las políticas de afiliación, la sola incorporación de quienes lo han hecho en el último año a la Democracia Cristiana, está operando una profunda mudanza de la estructura social y demográfica del partido y, sobre todo, de su etos identitario. En unos meses los jóvenes y las mujeres serán mayoría en la organización. Se trata de generaciones sensibles a la corrupción, a la inestabilidad de las instituciones, a las brechas de justicia social y a las desastrosas consecuencias del cambio climático para la vida y el hábitat de los más vulnerables, que son los principales desafíos que tienen ante sí las naciones latinoamericanas si quieren preservar la paz y la estabilidad.

[cita tipo=»destaque»]A medida que se fortalecen sus instituciones, desaparece la huella del camino propio, de la soledad política y de la ruptura, nociones que no obedecen al modo de pensar utópico —y por tanto, consciente de las dificultades que deben sortear los ideales—, sino que es fruto de lo que Gustavo Bueno llamó el pensamiento Alicia. Ideas que no conducen a ninguna parte, porque pertenecen a un mundo irreal, un mundo imaginario, un mundo al revés, una ensoñación simplista y ciega, como en el cuento de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas.[/cita]

Este fenómeno orgánico, y no obstante oculto por los avatares de la coyuntura, entraña un natural aggiornamento de la DC a la sociedad chilena contemporánea, a sus emergentes formas de conciencia política y a una imparable revolución de las expectativas que, ante el riesgo y la incertidumbre del día a día, pone en el centro de la demanda social la seguridad y la protección.

Poco a poco se va desdibujando el rostro que sin éxito y con un gran costo en votos, en gobierno, en parlamentarios y en convivencia interna, quiso identificar a la Democracia Cristiana con el ermitaño que vive de espaldas a su tierra y a su tiempo.

A medida que se fortalecen sus instituciones, desaparece la huella del camino propio, de la soledad política y de la ruptura, nociones que no obedecen al modo de pensar utópico —y por tanto, consciente de las dificultades que deben sortear los ideales—, sino que es fruto de lo que Gustavo Bueno llamó el pensamiento Alicia. Ideas que no conducen a ninguna parte, porque pertenecen a un mundo irreal, un mundo imaginario, un mundo al revés, una ensoñación simplista y ciega, como en el cuento de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas.

Poco a poco, pero a paso cierto, la Democracia Cristiana va abandonando la enfermedad infantil del purismo para retomar la plomada vertical y vanguardista de la flecha roja concebida por Ignacio Palma Vicuña; un ingeniero de excepción, claro. Hasta «los príncipes», que no consiguieron cambiar el nombre del partido, sepultaron el suyo y lo sustituyeron por el de «ala moderada», lo cual, si bien en aerodinámica no puede ser sino una alicaída, constituye una oferta de distensión oportuna.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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