La idea de que hubiese dos Cámaras en nuestro Congreso Nacional, surgió de la estimación de que era necesario que en la elaboración de las leyes, cada Cámara sostuviera un tipo de enfoque. Los miembros de la Cámara de Diputados desarrollarían los proyectos con una visión más distrital, es decir tendrían en cuenta la forma en que la aplicación de la ley afectaría a los ciudadanos del distrito de cada Diputado. Los Senadores verían los mismos proyectos con un criterio más sectorial, es decir analizarían la forma en que la ley, luego de promulgada, podría afectar a los sectores de la economía y la sociedad, tales como salud, educación, previsión, y otros, desde un punto de vista nacional. Debido a ello, hasta hoy, los diputados son elegidos en sus distritos y los senadores en sus regiones. Como hay más distritos que regiones se eligen más Diputados que Senadores.
Esta forma de elaboración de las leyes no resultó en la práctica. Se ha comprobado, ya en años de historia de elaboración de leyes, que ambas cámaras utilizan los mismos criterios en la discusión de cada proyecto y que estos son los de los partidos que representan. Es decir, normalmente, ambas Cámaras discuten lo mismo, salvo en aquellos casos en que las condiciones cambien durante el período que el proyecto demoró de pasar de una Cámara a la otra.
La creación de un Congreso con dicha estructura supuso además, que los ciudadanos elegirían a sus representantes de acuerdo a los proyectos que estaban agitando en sus distritos, si eran diputados, o al conocimiento que tenían de determinados sectores de la sociedad si eran senadores. La elección por regiones de estos últimos se debió a encontrar la representatividad.
Lamentablemente, el exacerbado presidencialismo que impuso la Dictadura, tanto en su práctica con Senadores designados entre los que se encontraba el propio Dictador, como en las exigencias de la Constitución del 80, quitaron todo poder a los representantes elegidos por la ciudadanía.
Ningún Parlamentario tiene iniciativa de Ley. Es decir, ni Diputados ni Senadores pueden presentar Proyectos de Ley. Pueden presentar las llamadas Mociones, que el Poder Ejecutivo puede aceptar o rechazar y de las cuales nadie tiene nunca ninguna información. Salvo que recurra a las web del Congreso.
[cita tipo=»destaque»]El escaso poder que tienen los Parlamentarios por el Presidencialismo, se acentúa con el Centralismo que es absurdo en un país tan homogéneo e intercomunicado como el nuestro. La mayoría de los países de América Latina, tienen grandes extensiones no siempre comunicadas por vía terrestre, contienen regiones que hablan distintos idiomas y cientos de diferencias étnicas y culturales. Chile se destaca por todo lo contrario, pero también por un centralismo tal que incluso los habitantes de la Región Metropolitana ignoran cuestiones elementales del resto del país y las políticas públicas carecen del aporte regional que es riquísimo en muchos aspectos, como los tipos de estructura productiva, la relación con los países limítrofes, el aporte de las universidades regionales normalmente desvirtuadas y sin apoyo.[/cita]
Lo más notable es que el Poder Ejecutivo determina lo que las Comisiones de ambas cámaras discuten cada día y puede retirar un Proyecto de Ley de su discusión todas las veces que quiera. A ello es lo que se llama “urgencias”. El Ejecutivo quita, pone o acelera las urgencias. Les llama “discusión inmediata”, “urgencia” o “urgencia simple”. Pero eso puede cambiarlo las veces que quiera. De manera que cuando se protesta contra los parlamentarios y se dice “ese proyecto está durmiendo en el Congreso” los que protestan en verdad no lo están haciendo contra los Parlamentarios sino contra el Poder Ejecutivo.
Los Diputados también en Sesiones Especiales pueden tomar Acuerdos para protestar o exigir determinada acción del Gobierno. Esto se hace periódica y sistemáticamente y generalmente hay respuestas formales, como “Ya lo veremos” o “Lo estudiaremos”. Los diputados están tan acostumbrados a su débil poder que ni siquiera revisan las respuestas.
El escaso poder que tienen los Parlamentarios por el Presidencialismo, se acentúa con el Centralismo que es absurdo en un país tan homogéneo e intercomunicado como el nuestro. La mayoría de los países de América Latina, tienen grandes extensiones no siempre comunicadas por vía terrestre, contienen regiones que hablan distintos idiomas y cientos de diferencias étnicas y culturales. Chile se destaca por todo lo contrario, pero también por un centralismo tal que incluso los habitantes de la Región Metropolitana ignoran cuestiones elementales del resto del país y las políticas públicas carecen del aporte regional que es riquísimo en muchos aspectos, como los tipos de estructura productiva, la relación con los países limítrofes, el aporte de las universidades regionales normalmente desvirtuadas y sin apoyo.
Está de más agregar que no se tiene respeto al conocimiento que se genera en el Parlamento, al cual llegan por diversos conceptos todo lo que se discute en el país en diversas instancias. Las Cámaras reciben el aporte de expertos de todo tipo y niveles, sea para la elaboración de las leyes, o en la discusión que realizan las Comisiones Especiales e Investigadoras. Estas Comisiones discuten los problemas más importantes que afectan al país y sacan conclusiones que reúnen el conocimiento existente, pero jamás se publican, se discuten a nivel de la comunidad, o se lleva a la ley a aquellos que resultan con alguna culpabilidad o responsabilidad penal. Los Parlamentarios, como las mujeres golpeadas están tan acostumbrados a ser avasallados que ni se inmutan para cambiar su papel.
Con esta situación, la mayoría se acomoda y empieza a trabajar en los distritos como asistente social, ayudando a los más vulnerables o a los empresarios y participando en rifas y actividades de los más jóvenes. Utilizan sus días lunes o viernes para ir a diferentes instancias de Gobierno a reclamar por tal o cual miembro de su distrito o región. Se concentran en conseguir adeptos para ser reelegidos.
En este contexto es claro que no se requieren dos Cámaras, ninguna tiene el poder necesario para atenuar el Presidencialismo.
Efectivamente faltan Parlamentarios para que las Comisiones, Especiales o Investigadoras, puedan contar con todos sus miembros en la discusión de diferentes problemáticas a veces muy graves. Normalmente un mismo Diputado está inscrito en dos o tres de estas Comisiones y cuando se junta el funcionamiento de dos de estas, el representante asiste a ratos a cada una.
Está de más concluir que la participación en las Comisiones no es en lo más mínimo acuciosa. En estos casos, el representante también lleva a estas la opinión de su Partido y hace algunas preguntas a los expositores. Ninguno de ellos cuenta con el tiempo de profundizar en cada tema, estudiarlo y trabajar con asesores para ello. Las que se han destacado por un buen trabajo investigativo impulsado por el interés especial del Presidente de la Comisión, también han pasado sin pena ni gloria y sus conclusiones han quedado en el baúl de los recuerdos. Ni siquiera sus documentos pasan a un buen lugar en la Biblioteca del Congreso a disposición de la ciudadanía. Eso se ha visto en comisiones investigadoras importantes como ocurrió en la del Transantiago, las Privatizaciones 73-90 y otras. La discusión murió cuando terminó el plazo de la Comisión y aún en el período, esta se desarrolló entre cuatro paredes.
En suma, mientras continúe el Presidencialismo y el Centralismo extremos que ha impuesto la Constitución, no se ganaría nada, ya no se está ganando, con tener más Diputados. Solo se ahorraría tiempo y recursos eliminando una de las dos Cámaras.
Sin embargo, lo más importante, es que nuestros representantes, especialmente los nuevos, no se conformen ni pierdan la esperanza y sigan desde allí luchando para elaborar las leyes que necesitan los que los eligieron.