La matriz educacional chilena ha sido históricamente de provisión mixta. Existen instituciones privadas con vocación pública, por ejemplo cuando logran influir en procesos de política pública; como también, instituciones estatales que teniendo un explícito compromiso público, se ven afectadas por intereses particulares que las limitan en su desarrollo. En el segundo caso, se encuentran algunas universidades del Estado que deben enfrentar el desafío del mejoramiento institucional bajo el nuevo marco para la educación superior generado por la ley 21.094.
Puntualmente, en el ámbito de aquellas estatales con estatutos creados antes de 1990, existe un reto mayor que consiste en fortalecer estas instituciones de manera que respondan efectivamente y con pertinencia a las rápidas transformaciones de la economía y la sociedad actuales. Estos procesos se desarrollan en Chile bajo un contexto caracterizado, desde el regreso a la democracia, por el crecimiento de la inversión y la oferta privada de educación superior.
En el mismo sentido, el plan de fortalecimiento establecido por la nueva institucionalidad no permite proyectar un escenario claro de desarrollo para las estatales, mientras las privadas, con la derogación del art. 63 de la Ley de Educación Superior que prohibía el lucro, dispondrán de un horizonte de crecimiento mucho más definido para los años siguientes.
El principal cambio que deben impulsar nuestras universidades estatales consiste en mejorar la gobernanza y gestión en beneficio de las capacidades de adaptación e innovación de cada institución. En algunas de estas instituciones se ha producido el fenómeno de la reelección “endémica” de sus rectores, y como resultado de ellas, la personalización del gobierno. Todo ello apoyado en argumentos verdaderamente mesiánicos respecto del liderazgo de ciertos rectores.
[cita tipo=»destaque»]La personalización del gobierno y la reelección sin límites de los rectores posibilitada por estatutos creados en dictadura, resultan completamente indeseables porque dificultan el reemplazo y surgimiento de nuevos liderazgos; reducen el pluralismo y los niveles de confianza de la comunidad y expanden prácticas clientelares sostenidas por “cortesanos” que buscan una posición de privilegio frente al tomador de decisiones. Todos estos procesos se transforman en factor de status quo, dificultando la adaptabilidad institucional, el impulso a la descentralización, la definición de estrategias de largo plazo y la necesaria orientación a los resultados en la toma de decisiones.[/cita]
La personalización del gobierno y la reelección sin límites de los rectores posibilitada por estatutos creados en dictadura, resultan completamente indeseables porque dificultan el reemplazo y surgimiento de nuevos liderazgos; reducen el pluralismo y los niveles de confianza de la comunidad y expanden prácticas clientelares sostenidas por “cortesanos” que buscan una posición de privilegio frente al tomador de decisiones. Todos estos procesos se transforman en factor de status quo, dificultando la adaptabilidad institucional, el impulso a la descentralización, la definición de estrategias de largo plazo y la necesaria orientación a los resultados en la toma de decisiones.
Una expresión radical del personalismo consiste en el “paternalismo institucional”, entendido como la capacidad de un actor predominante para restringir las alternativas de elección de los diferentes actores de una organización, convirtiéndose en una especie de “controlador político” privado de la institución pública. El paternalismo en cualquier caso debilita a la institución, fragilizando sus procedimientos, aumentando las brechas y asimetrías en la distribución de recursos internos y generando altos niveles de desconfianza en la comunidad por discrecionalidad en la toma de decisiones.
El argumento que se encuentra en estas formas anacrónicas y declinantes de gobierno universitario es que la permanencia de un rector más allá de toda medida razonable se justificaría por la necesidad de “proteger” con su liderazgo a la institución o de terminar la labor propuesta “In illo tempore”. Pareciera ser que estas autoridades endémicas llegan a creer que de no existir ellos como “padres protectores”, la institución podría caer presa de alguna furia irracional y autodestruirse.
Por el contrario, la evidencia histórica muestra que las universidades en el mundo se desarrollan no por impulsos mesiánicos, sino mediante el trabajo de sus comunidades en perspectiva de largo plazo. El paternalismo con el pretexto de “proteger” o “salvar” a la institución posee una peligrosa inclinación a desarrollar gestión de corto plazo, prescindir de la rendición de cuentas y la evaluación por resultados, como una suerte de evocación “madurista” aplicada al gobierno universitario.