En la mitología griega, la Hidra de Lerna era un monstruo acuático con forma de serpiente con muchas cabezas y que poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le era amputada. Así se puede caracterizar al centralismo Chileno, el que con la eliminación de la figura de Intendente perderá poder, pero de no incorporar algunas precauciones, existen altas posibilidades de que ese centralismo se reproduzca en dos cabezas (gobernador regional y delegado regional presidencial).
Como es sabido, en octubre del año 2020 se elegirán Gobernadores Regionales en todo Chile, figura que reemplazará sólo a una parte del actual rol del Intendente, ya que la otra será reemplazada por la figura de un delegado regional presidencial. En concreto, a partir de esa fecha las funciones actuales de un Intendente regional serán cumplidas por dos autoridades regionales, una electa algo débil, y otra designada, más débil que el actual intendente pero más fuerte que la del futuro gobernador regional.
¿Cuáles serán los efectos de esta situación? El efecto más visible es que con la reciente aprobación de la ley de transferencia de competencias aprobada el año 2017, la función de coordinar servicios públicos regionales quedó radicada en el Gobernador Regional, pero compartida con el Delegado Presidencial Regional. Es decir, tanto la autoridad regional electa como la designada, podrán cumplir esa función, con la diferencia que será el delegado presidencial y no el gobernador quien designará a la mayoría de los cargos que dirigirán esos servicios públicos regionales, entiéndase por ellos Seremis y Direcciones Regionales de Servicios.
[cita tipo=»destaque»]¿Cómo resolver esta zona gris? Una de las alternativas es clarificando con mayor precisión las funciones de estas dos nuevas autoridades regionales que tendremos a partir del año 2020, asumiendo la política del ensayo error como el método de corrección y perfeccionamiento del diseño a partir de la implementación práctica del proceso. Un segundo aspecto es que el traspaso de competencias y funciones a regiones sea con “nuevos” recursos fiscales y humanos, para que progresivamente vayan legitimando en la burocracia regional al nuevo gobernante que tendrá legitimidad en la ciudadanía.
Es justo señalar que esta zona gris es preferible a seguir sosteniendo el modelo centralista actual, conformidad que no debe impedir estar atentos de manera permanente al desarrollo de este nuevo diseño institucional, sobre todo en regiones. De lo contrario, la anhelada descentralización como antídoto a nuestro Centralismo, terminará por consolidarlo como nuestro propio Hidra de Lerna.[/cita]
La pregunta inmediata y de sentido común que surge es, ¿a quién obedecerán esos servicios públicos regionales que hay que coordinar? Veámoslo con un ejemplo. La secretaría regional ministerial de Obras Públicas es una de las más importantes para las regiones, ya sea por el volumen de recursos que invierte, o por la utilidad estratégica que tiene para cualquier gobierno regional. Bajo la nueva ley de competencias, esa autoridad no será designada por el gobernador regional, sino que lo hará el Ministerio, en acuerdo con el Delegado Regional Presidencial. Entonces supongamos que en pleno invierno se corta un camino producto de derrumbes de cerros, en la actualidad, el Intendente es el encargado de coordinar a los servicios públicos pertinentes para solucionar esa problemática, y por tanto ejerce control jerárquico sobre obras públicas y el servicio de vialidad para resolver la situación. ¿Qué pasará a partir del 2020? Ante el mismo derrumbe de cerros, y para coordinar los servicios públicos, al seremi de obras públicas ya no lo llamará el Intendente, sino que lo llamarán 2 autoridades regionales. Una que ejerce control jerárquico sobre la Secretaría de Obras Públicas (delegado presidencial regional) y otra que tendrá legitimidad democrática, que comparte la función de coordinar servicios, pero que no tiene ni los recursos ni la capacidad de mando sobre la o el seremi de obras públicas para que resuelva la situación (gobernador regional).
¿Cómo resolver esta zona gris? Una de las alternativas es clarificando con mayor precisión las funciones de estas dos nuevas autoridades regionales que tendremos a partir del año 2020, asumiendo la política del ensayo error como el método de corrección y perfeccionamiento del diseño a partir de la implementación práctica del proceso. Un segundo aspecto es que el traspaso de competencias y funciones a regiones sea con “nuevos” recursos fiscales y humanos, para que progresivamente vayan legitimando en la burocracia regional al nuevo gobernante que tendrá legitimidad en la ciudadanía.
Es justo señalar que esta zona gris es preferible a seguir sosteniendo el modelo centralista actual, conformidad que no debe impedir estar atentos de manera permanente al desarrollo de este nuevo diseño institucional, sobre todo en regiones. De lo contrario, la anhelada descentralización como antídoto a nuestro Centralismo, terminará por consolidarlo como nuestro propio Hidra de Lerna.