Leer por placer y no por obligación. Este es uno de los grandes desafíos que se desprenden de la entrega de resultados del Estudio Nacional de Lectura 2017, una evaluación de tipo muestral que se aplicó hace unas semanas, en reemplazo del Simce Lectura en 2° básico, y que en esta ocasión trajo consigo importantes conclusiones que nos invitan a trabajar en nuevas estrategias de aprendizaje que contribuyan a mejorar la comprensión lectora de todos los estudiantes del país.
Entre los principales hallazgos de este estudio destaca el hecho de que desde el año 2012 no ha habido mejoras, y esto se convierte de inmediato en un aliciente más para insistir en la importancia de poner foco en el trabajo en el aula y en la creación de políticas públicas que permitan a todos los niños, niñas y jóvenes encantarse con el universo de la lectura, sin importar la ciudad en la que estudian, su origen socioeconómico, ni el establecimiento al que asistan.
[cita tipo=»destaque»]Como país debemos internalizar la idea de que la lectura, y principalmente leer comprensivamente, es la base para todo el resto de los aprendizajes: desde las matemáticas hasta el arte, y por eso es que un niño que tiene una buena relación con ella tendrá además un mejor rendimiento y la oportunidad de desplegar habilidades como el pensamiento crítico y la curiosidad, así como también reconocer distintos tipos de textos, conocer otras realidades y culturas, etc.[/cita]
¿Y cómo desarrollar y fortalecer esta pasión? La evidencia nos dice que el camino se pavimenta desde los primeros años de escolaridad. Es en la educación preescolar donde se trabajan habilidades como las que nos permiten aprender a contar historias (habilidades narrativas orales) y aquellas gracias a las cuales conocemos las letras y palabras (habilidades prelectoras). Por eso es relevante avanzar en cobertura de educación parvularia, así como también trabajar el involucramiento con las familias, padres y apoderados, actores fundamentales en este aprendizaje.
A esto se suma lo gravitante que es el método con que se enseña a leer y, por eso, el desarrollo profesional y la formación inicial para la enseñanza y aprendizaje de la lectura resultan prioritarios y neurálgicos para impactar en la motivación y aprendizaje de los estudiantes.
Por lo demás, el Estudio Nacional de Lectura 2017 arrojó que siguen existiendo brechas: a las niñas les va mejor que a los niños –debemos estimular la lectura sin distinción de género–, aún hay grandes diferencias según el grupo socioeconómico, y aquellos niños cuyos padres les leen cuentos o narran historias logran mayores avances que quienes no ejercitan fuera del horario de clases.
Como país debemos internalizar la idea de que la lectura, y principalmente leer comprensivamente, es la base para todo el resto de los aprendizajes: desde las matemáticas hasta el arte, y por eso es que un niño que tiene una buena relación con ella tendrá además un mejor rendimiento y la oportunidad de desplegar habilidades como el pensamiento crítico y la curiosidad, así como también reconocer distintos tipos de textos, conocer otras realidades y culturas, etc.
La lectura abre puertas y empodera a los niños. Aquellos estudiantes que leen son más felices, aumentan su autoestima y comprenden mejor el mundo. Por eso, el llamado es a avanzar en la forma en cómo se concibe la lectura en las salas de clases, en cuán preparados están nuestros docentes en esta materia y en cómo el país entero construye una cultura lectora, donde los libros, por ejemplo, no sean para un estudiante el sinónimo de pruebas, notas y respuestas automáticas, sino de un hábito que los haga sentir bien, desafiados, cautivados y felices.