A la luz de las alarmantes cifras de contagio de VIH en nuestro país y aunque el mayor número de casos nuevos es en la población adolescente, la tarea en educación afectiva y sexual comienza en la primera infancia.
Resulta elemental entender que la sexualidad es parte del ser humano y en la medida que los padres consideren a ésta y a la afectividad como parte de la crianza, se podrá ir avanzando.
Durante el primer año de vida el apego y el contacto físico son muy importantes. Atender a las necesidades de los menores, acariciarlos y demostrarles amor, tendrá un significado en su sexualidad posterior.
En preescolares (2 a 6 años) niños y niñas comienzan a explorar y descubrir sus cuerpos. Acá la actitud de los padres o adultos a cargo es fundamental. Idealmente evitar retos, gestos de desaprobación o silencios incómodos, ya que todo eso se transforma en un mensaje que puede influir en la percepción de sus cuerpos.
El momento del baño es una buena oportunidad de mimarlos y transmitirles la importancia de cuidar y amar su cuerpo. Los niños y niñas juegan, imitan su entorno, entonces hay que estar atentos de transmitir buenos modelos y a su vez, permitir su desarrollo naturalmente.
[cita tipo=»destaque»] Tal vez una buena estrategia sería incorporar a los padres en talleres de sexualidad en los centros de salud y, por sobre todo, en las escuelas. Además, en caso de tener dudas, en la Atención Primaria de Salud existen los controles del niño sano hasta los 9 años de edad, luego de los 10 a los 19 años están los controles integrales de salud adolescente en donde se incorporan instrumentos para identificar factores de riesgo biopsicosociales, evaluando todas las áreas del desarrollo incluidas la sexualidad.[/cita]
De los 7 a los 10 años tienen más autonomía y la escuela adquiere mayor importancia. Es ahí donde no pueden faltar planes de educación afectiva y sexual. Y si bien los niños y niñas siguen descubriendo, sus conductas suelen ser menos espontáneas, porque generalmente los adultos somos más prohibitivos con lo corporal y esto sin duda también influye en el desarrollo de su sexualidad.
No es una tarea sencilla, pero cada adulto y familia debe abordarlo de acuerdo a la etapa de desarrollo de los niños (a), lo que estará en consonancia a su propia historia, a su relación con su sexualidad, a la cultura y a sus habilidades de comunicación, etc.
Tal vez una buena estrategia sería incorporar a los padres en talleres de sexualidad en los centros de salud y, por sobre todo, en las escuelas. Además, en caso de tener dudas, en la Atención Primaria de Salud existen los controles del niño sano hasta los 9 años de edad, luego de los 10 a los 19 años están los controles integrales de salud adolescente en donde se incorporan instrumentos para identificar factores de riesgo biopsicosociales, evaluando todas las áreas del desarrollo incluidas la sexualidad.
De ese modo, vinculándose familia, educación y salud estaremos pesquisando tempranamente posibles riesgos para intervenir, ya que si bien en la adolescencia se hace imprescindible protegerse y evitar conductas inseguras, es en la infancia donde comienza la prevención y el autocuidado de la salud.