No es posible recurrir a ninguna definición que permita explicar y, por ende, entender, qué es el “ecoterrorismo” o qué representa. Se trata más bien de un neologismo tan amplio que puede comprender un tipo de terrorismo cuya finalidad en relación al medio ambiente, puede ser tanto la protección del “todo” y al mismo tiempo, de la “nada”.
Este concepto, que no posee definición oficial y solo ha sido confusamente descrito por el FBI, como “el uso o amenaza de uso de la violencia de carácter penal en contra de víctimas inocentes de una propiedad, por grupos subnacionales con orientaciones ecologistas para el medio ambiente o por razones políticas, o destinadas a un público más allá del objetivo, a menudo de carácter simbólico”, no proporciona la suficiencia conceptual para comprenderlo desde su denominación.
En consecuencia, una estructura lógica de pensamiento, nos obliga, para ponderar adecuadamente la necesidad de tomar en serio el concepto de “ecoterrorismo”, primero a entender de qué estamos hablando y, luego, decidir la relevancia que se le otorga a la conclusión que se obtenga.
Así, atendida la ausencia de una fuente normativa para el “ecoterrorismo” y la confusa definición del FBI, es preciso sustraer las ideas que podrían subyacer al concepto, de modo que emerjan para el análisis experto, de manera individual o ideológica, lo más prístinas posible.
Sin lo anterior, todos los organismos de inteligencia, por más profundo que escarben, no podrán encontrar pista alguna, simplemente, porque no sabrán lo que están buscando.
Para ilustrar el contexto general del análisis, es necesario remontarse a los años 1976 y 1992. Estas fechas corresponden al nacimiento de los dos grupos mundialmente conocidos como “ecoterroristas”. El Frente de Liberación Animal, (F.L.A.) y el Frente de Liberación de la Tierra (F.L.T.) respectivamente, ambos originarios de Reino Unido.
El F.L.A. ha sido descrito como una amenaza terrorista interna en Gran Bretaña y ha sido declarado por el FBI, como una de las 10 principales organizaciones terroristas del país.
Por su parte, el F.L.T. fue clasificado como la mayor amenaza terrorista en los Estados Unidos por el FBI en marzo de 2001 y ha ejecutado ataques en más de una docena de países.
Ambas organizaciones están categorizadas como “ecoterroristas”.
Sin embargo, la actividad terrorista que han desarrollado estas organizaciones, que exorbitan largamente fines protectores respecto del medioambiente, son insuficientes para arribar a una idea o conjunto de ideas que permita cristalizar un concepto complejo y altamente desafiante para los organismos de inteligencia moderna.
Asimismo, complejiza la tarea de entender el concepto y abordarlo, no solo la falta de una “fuente oficial” para el “ecoterrorismo, sino también, y quizás lo más complejo, la relativización que se ha hecho de su existencia, en que muchos atribuyen los ataques realizados en su nombre, a conspiraciones propias de la ciencia ficción.
Una de estas teorías asegura que el “ecoterrorismo” surgió en el marco de la elaboración del Informe Brundtland en 1987, que dio origen al concepto de “Desarrollo Sustentable”.
Dicho concepto, que ha permitido anclar universalmente la necesidad de equilibrar el crecimiento económico, la equidad social y la protección al medio ambiente, habría tenido como fundamento, una deliberada búsqueda de pobreza, a través de la disminución del consumo de recursos y del control de los niveles de mortalidad.
Esta idea conspirativa habría comenzado a gestarse en los años ‘70, a partir del “Informe Kissinger”, que alertaba acerca del peligro del crecimiento de la población mundial y cómo afectaría negativamente a los EE.UU. el consumo de los recursos del planeta que estiman como “sus” reservas.
Por esto, en nuestro país debemos tener muy claro, como primer elemento de análisis, que los atentados perpetrados por el grupo “ecoterrorista” denominado “Individualistas Tendiendo a lo Salvaje” (I.T.S.), cuyo origen se remonta al año 2011 y posee presencia en Chile, México Argentina, Brasil, Grecia, Reino Unido, España, entre otros países, han tenido por objeto matar personas, circunstancia que acelera imperativamente la necesidad de comprender de qué hablamos cuando nos referimos al “ecoterrorismo”.
En este sentido, la referida organización, de acuerdo a sus propios manifiestos, afirma que la destrucción de la especie humana, alienada irremediablemente, constituye la única posibilidad de salvar el planeta. Esto, por cuanto exterminada la especie, una nuevo ser humano nacerá y el planeta habrá sobrevivido.
Esta idea la expresan, entre otras formas, de la siguiente manera: “…cuando no quede agua potable sin contaminar, cuando se mueran los bosques, y los mares y ríos se sequen, sabrán que la locura no estaba en oponerse a esta forma de vida, sino en perpetuarla”.
Ante el fundamentalismo irreductible desde el cual se plantean, lo que toca –entonces- consiste en entender que el “ecoterrorismo” no responde a una concepción nihilista ni anárquica, sino más bien, a todo lo contrario, a un método de salvación extremo del hábitat de nuestra especie, cuya arquitectura ideológica, parece obedecer a la pérdida total de la esperanza, de la fe y del amor, no obstante, paradojalmente, anclada en una valoración purista de lo natural, que ha abandonado el desarrollo material y espiritual de la persona como fines consustanciales a su existencia.
De esta forma, ante los insondables fines que podrán encontrarse en la exégesis del “ecoterrorismo” como necesidad de política pública, y ante la improbable circunstancia de arribar a un concepto suficiente, es preciso convenir que al menos la amenaza en Chile es clara: se trata de un grupo terrorista, altamente ideologizado, intelectualmente superior, de alta capacidad y conocimiento informático y en una guerra declarada contra una especie humana, cuya alienación mental, imposibilita el diálogo.
[cita tipo=»destaque»]Ante los insondables fines que podrán encontrarse en la exégesis del “ecoterrorismo” como necesidad de política pública, y ante la improbable circunstancia de arribar a un concepto suficiente, es preciso convenir que al menos la amenaza en Chile es clara: se trata de un grupo terrorista, altamente ideologizado, intelectualmente superior, de alta capacidad y conocimiento informático y en una guerra declarada contra una especie humana, cuya alienación mental, imposibilita el diálogo.[/cita]
Frente a lo anterior, se cae en el absurdo trágico, que la “organización sistémica” y “lo civilizado” los califica a ellos como personajes anárquicos y alienados, cuya batalla carece de total sentido. Y, al revés, este grupo terrorista, ha perdido la esperanza en “lo organizado” y estima que lo razonable es exterminarlo.
Si la paradoja es tan absurda, debemos concluir que la única forma encontrar en la “verdad” en la salvación de nuestro hábitat y de lo natural, precisa de una agudización total de las contradicciones, finalidad que solo será posible a través del diálogo.
La renuncia al diálogo, por ambas partes, no solo dejaría en evidencia una alienación total de los intelectuales de “lo organizado” y de las células intelectuales “ecoterroristas”, sino también, una extinción parcial de nuestra especie: De los líderes.
De aquellas personas que, pese a lo extremo, pese a los dogmas, a la negación total de lo posible y a la posición social que tengan, son capaces de persuadir con la entidad moral y ética de sus ideas, a quienes teóricamente se encuentran en ruta de colisión con lo “correcto”.
La carga moral de lo que dicen defender los obliga a relevar el diálogo al máximo nivel de importancia. De otro modo, quedarán en la historia como terroristas comunes que, ante la negación del diálogo, desprestigiarán y contaminarán el esfuerzo de quienes realmente se preocupan por el cuidado del entorno y que combaten la depredación brutal de la naturaleza.
Por tanto, ante la paradoja absurda de la alineación total compartida, entre “lo organizado” y los “ecoterroristas”, ésta podrá ser adscrita únicamente al “ecoterrorismo” como un concepto tácticamente ambiguo, para albergar fines oscuros y ajenos a la causa ambiental.