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Maduro no es Allende, evidentemente Opinión

Maduro no es Allende, evidentemente

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Luis Machuca
Por : Luis Machuca Ingeniero Comercial (U. de Concepción), Magister en Planificación y Gestión Educacional (UDP), docente universitario y consultor.
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Mucho se ha opinado  en Chile respecto a la situación actual de Venezuela y en este contexto ocupan también un lugar las tentadoras  comparaciones. Por cierto, Maduro sale siempre mal parado en ellas. Una de las comparaciones es la que se hace y ha hecho con el presidente Allende. Por supuesto, la idea prevaleciente es hacer notar que en la comparación Allende gana. Era un demócrata y Maduro sería un dictador. Sólo comparto un aspecto de la comparación: Allende y Maduro son muy distintos.

Chávez primero, Maduro después, Castro antes y primero que ellos, Lenin y Trostky entendieron un concepto básico: no basta la capacidad para llevar adelante un proceso revolucionario. Más importante aún es la determinación para defenderlo. Y la clave para ello – entiendo que puede resultar brutalmente duro escucharlo hoy – es tener fuerzas armadas revolucionarias, fortalecidas no solo en términos logísticos sino fundamentalmente en términos doctrinarios. Por si alguien tiene alguna duda, en la otra vereda hasta Ludendorf e Hinderburg lo entendieron.

Cuando Allende viajó en 1972 a la ex URSS, a pedir ayuda para sostener al régimen de la Unidad Popular, tuvo una respuesta menos que tibia. Los dirigentes soviéticos se lo dijeron claro: el socialismo de vino tinto y empanadas era una quimera. Cuando dirigentes de la izquierda más dura solicitaron armas a Corea del Norte, solo recibieron unas pocas pistolas y poco más. La razón: la misma. Cero confianza en un proceso lleno de cavilaciones.

Efectivamente, Allende resultó electo presidente  en un proceso electoral tradicional, en el estilo de las democracias occidentales. Pero ello no garantizaba en modo alguno avanzar mucho. Máxime si la base electoral del triunfo fue de un tercio de los votantes. Cuando se logró elevar significativamente esa base, producto de las elecciones parlamentarias que siguieron, se intentó apurar el tranco, pero entonces se empezaron a desatar los perros de la guerra: comenzó de a poco a gestarse la intervención militar y la derecha política y económica decidió jugar las cartas de siempre en estos casos: el ahogamiento económico, el terrorismo blanco y el endurecimiento de la oposición parlamentaria. Si a todo ello se suma la determinación del gobierno de EEUU, tomada incluso en los días previos a la asunción de Allende, entonces el desenlace quedó determinado. Pero esta historia es demasiado conocida. Resulta incomprensible entonces que acá en Chile, personeros de ésa izquierda se compren tan fácilmente la imagen del Maduro dictador, aun viendo como se dan en Venezuela fenómenos que entonces se vivieron en Chile. Quizás una razón es que, como ocurre siempre, los mejores ya no están. Cayeron el mismo día 11 de septiembre o posteriores, o en los años de la dura represión. Puede ser muy distinta la perspectiva que se pueda trazar a partir de la vida y muerte de un simple detective u obrero que defendió al gobierno de Allende desde un tejado en el edificio del MOP o del Banco del Estado a la de un socialista renovado, de ésos que se horrorizaron al “descubrir” como era el socialismo real, al vivir en la RDA, o la misma URSS. Estos últimos resultan como el futbolista aquél que no se acostumbró nunca a vivir en el extranjero porque extrañaba las cazuelas de la mamá.

Venezuela es un país autónomo. Mediante procesos avalados por su Constitución ha elegido una vía de desarrollo revolucionario. EEUU y otros países, Chile incluido, pretenden interferir en dicho proceso. Es comprensible el interés de EEUU. El petróleo está de por medio. Ha hecho y hará, como lo hizo en el caso de Chile, todos los esfuerzos por terminar con la experiencia de la revolución bolivariana. No ha tenido éxito por la misma razón que no lo ha tenido con Irán: existencia en ambos países, de procesos revolucionarios generados espontáneamente y que tienen el respaldo de fuerzas armadas convenientemente preparadas para defender dichos procesos. No hay espacio para utopías cuando se trata de enfrentar al imperio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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