La Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP25) se realizará en Santiago entre el 2 y el 13 de diciembre de este año, en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Y por su envergadura ya ha generado una gran discusión en torno a los aspectos logísticos, el fondo de lo que se debatirá e incluso la coherencia inherente a que nuestro país, y el actual Gobierno en particular, sea anfitrión del principal encuentro ambiental del planeta.
Es efectivo, las noticias falsas se han transformado en un problema. No tanto por su existencia, que la mentira no es un invento del siglo XXI y sus redes sociales, sino por la amplificación y velocidad de propagación que alcanzan, modificando percepciones y opiniones de una ciudadanía muchas veces dispuesta a creerlo todo, apuntalando de paso sus propios prejuicios.
Desde la guerra de Estados Unidos con España por el control de Cuba, de 1897, se conoce la influencia de los medios en la opinión pública no solo falseando información, que es el ejemplo más extremo, sino dando solo una versión de los hechos como verdad absoluta o haciendo interpretaciones forzadas.
Ya lo dijo Bernard Cohen, padre de la teoría de la agenda setting: los medios no serán muy efectivos en decirnos qué pensar pero sí lo son, y tremendamente, en decirnos sobre qué hacerlo.
La omisión es el parte del problema, no solo la sobreabundancia de noticias.
Son las informaciones, análisis e interpretaciones que, aunque existen, no están presentes en el debate público. En ciencia a aquello le llama “undone science”, esas preguntas que los investigadores no se hacen, que son muchas veces las que trascienden el paradigma mental predominante.
La Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP25) se realizará en Santiago entre el 2 y el 13 de diciembre de este año, en el Parque Bicentenario de Cerrillos. Y por su envergadura ya ha generado una gran discusión en torno a los aspectos logísticos, el fondo de lo que se debatirá e incluso la coherencia inherente a que nuestro país, y el actual Gobierno en particular, sea anfitrión del principal encuentro ambiental del planeta.
Es en este tráfago de información y opiniones que es fundamental comprender a qué nos enfrentamos cuando hablamos de calentamiento global. No solo en términos técnicos sino de las preguntas que debemos hacernos para evitar cometer los mismos errores que nos tienen en la principal crisis que ha vivido la humanidad, según han explicado los expertos. Esto, siempre que concordemos con esta visión ya que sería legítimo que alguien piense que el cambio climático no es más que una fake news de los ambientalistas, las ONGs verdes, los chinos, los judíos o los illuminati.
Hoy por hoy, la discusión política apunta a los logros y avances que Chile mostrará al mundo en la lucha contra el calentamiento global.
Por una parte, en mitigación: qué hacemos para disminuir nuestras acciones que acrecientan el problema. Y ahí tenemos la electromovilidad (en el marco de la utopía full electric que domina el planeta y también a nosotros), el aumento de la superficie de áreas silvestres protegidas y el impulso de las energías renovables no convencionales.
Y por otra parte en adaptación: cómo cambiamos nuestras decisiones para ser menos impactados por sus efectos. En ello nos proponen más embalses y una carretera hídrica que quiere llevar al norte agua extraída desde los ríos del sur de Chile, además de la instalación de cultivos agrícolas que se aclimaten mejor a los cambios de temperatura que se prevén. Esto último, bajo el prisma de que una crisis como esta puede ser también una oportunidad… para seguir haciendo negocios.
Es en este contexto que la demanda concreta de las organizaciones de la sociedad civil ya apunta a la incoherencia de ser anfitrión de una conferencia como esta y seguir bajo el modelo eléctrico de centrales a carbón, que superan en generación el 40 % de la matriz. Ante ello, han solicitado al Presidente Sebastián Piñera que se comprometa con un cronograma concreto de cierre de todas las termoeléctricas a carbón al 2030.
A pesar de la pluralidad que se percibe, toda esta discusión se sustenta aún en disminuir los gases de efecto invernadero (GEI) como el CO2, el metano y el óxido de nitrógeno que acrecientan la retención de calor de la tierra. Fundamental, porque es esto lo que nos tiene con los problemas actuales y en raudo camino a la extinción de la vida (humana y de las otras) como la conocemos hoy.
[cita tipo=»destaque»] La discusión sobre el modelo de desarrollo chileno de alto impacto ambiental debe ser parte integrante de la COP25: minería extractiva que diezma territorios, agroindustria basada en químicos y artificialización, salmonicultura que contamina costas del mar y lagos, turismo que no considera capacidades de carga de los ecosistemas, mercantilización de la naturaleza y extremación de un modelo de producción y consumo como puntal de la sociedad [/cita]
Pero por muy relevante que sea, no es en realidad el problema de fondo. O, por lo menos, no es lo que nos trajo hasta acá.
No son los autos, las termoeléctricas, la agroindustria y su emisión de metano, la tala de bosques, los incendios forestales de origen antrópico. El problema no es la técnica ni nuestras acciones conscientes. Es una forma de pensar, de ver el mundo, bajo cuya luz (o sombra) ocurre lo anterior.
En el fondo el planeta y los ecosistemas no nos están diciendo que emitamos menos CO2, metano o cualquier otro gas de efecto invernadero. Lo que en realidad nos está diciendo con el calentamiento global es que como especie hemos tenido una muy mala relación entre nosotros y con las otras especies, tanto en términos contemporáneos como intergeneracionales.
Ese es el llamado de Gaia, uno que nos viene interpelando desde la segunda revolución de la humanidad (la primera fue la cognitiva, hace 70 mil años), cuando hace 12 mil años comenzó la aclimatación de animales y plantas. Y que con la revolución científica de hace 500 años y la industrial de hace 200, se hace cada día más angustiante. La actual, que podríamos llamar del trans e interconocimiento, está por verse qué camino seguirá.
Es en este contexto que la discusión sobre el modelo de desarrollo chileno de alto impacto ambiental debe ser parte integrante de la COP25: minería extractiva que diezma territorios, agroindustria basada en químicos y artificialización, salmonicultura que contamina costas del mar y lagos, turismo que no considera capacidades de carga de los ecosistemas, mercantilización de la naturaleza y extremación de un modelo de producción y consumo como puntal de la sociedad.
Si el Gobierno está disponible también para ese debate, esta Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático será un hito el cual recordar. De lo contrario, no solo se prestará para que todo siga igual, sino que dará motivos para pensar que gran parte de las alternativas de solución que se planteen serán más de lo mismo, farsas que son cimiente de la sociedad global que nos trajo hasta acá.