La ley de inclusión laboral es una de las políticas públicas más potentes que se ha implementado en Chile para garantizar el derecho de acceder a un trabajo a personas con discapacidad y dar cumplimiento al compromiso adoptado como país al ratificar la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Actualmente, la ley 21.015 dice que en aquellas empresas con más de 100 trabajadores, al menos el 1% de su dotación debe corresponder a personas en situación de discapacidad. Si bien es un avance contar con una medida de reserva como es dicha cuota, el espíritu de la normativa debe ser el derecho que ellos tienen de acceder a un puesto laboral y ser contratados por sus capacidades y no para cumplir una medida.
En Chile, el 20% de la población adulta se encuentra en situación de discapacidad, mientras que un 57,2% están inactivas económicamente. Como sociedad, debemos apuntar a volvernos más inclusivos de manera efectiva y que todas las políticas públicas que se impulsen estén orientada no sólo a la imposición, sino que a realizar un cambio real y sostenible en el tiempo.
Para ello, no sólo es fundamental que las empresas se transformen en instituciones más inclusivas, sino que cada colaborador y potencial compañero de trabajo también lo sea. Las barreras más importantes para incluir a personas con discapacidad en la sociedad tienen que ver con aspectos culturales, ya que muchas veces se generan mitos y prejuicios en torno a ellos.
El imaginario colectivo que se tiene de las personas con discapacidad, muchas veces, es visualizarlos como sujetos de caridad, y no como personas que pueden ejercer un derecho, como lo es el derecho al trabajo.
Todos tenemos diferentes habilidades y destrezas, y varios de los puestos laborales que las empresas necesitan cubrir pueden perfectamente ser realizados por personas con discapacidad que calcen con los perfiles requeridos, implementando modificaciones menores, en caso de ser necesarias.
La misión de las organizaciones de la sociedad civil que trabajamos en este ámbito, y de la comunidad en general, es apuntar al cambio cultural y a modificar nuestras conductas. La convivencia con personas diferentes, en todo aspecto, es una realidad, que debe ser llevada con respeto y en armonía.