La superación del binominal propiciada por Bachelet dio paso a una gran diversidad política. Pero esa diversidad (y su inherente dispersión), fue concentrada especialmente en la oposición actual (izquierda y centro-izquierda), con la dificultad para llegar a acuerdos mínimos. Algunos trámites, como por ejemplo la aprobación de la idea de legislar la reforma previsional reciente, son pruebas de aquello.
Llama la atención que en el Frente Amplio, coalición dispersa por antonomasia, se han experimentado diversos esfuerzos de reagrupación. Primero RD tuvo un gran proceso de absorción de militantes de otras orgánicas no constituidas como partidos ante el Servicio Electoral. Luego, la fusión de IA con Poder formando un nuevo partido: Comunes. Recientemente la consolidación de Convergencia Social.
Pero en la izquierda tradicional no se ha podido avanzar en esta línea. El único ejemplo cercano fue la fallida Convergencia Progresista que pretendía aglutinar a socialistas, PPD y radicales (todos afiliados a la Internacional Socialista). En parte por el anuncio cupular sin consultas ni planificación de base, y en parte por liderazgos un poco insípidos en los 3 partidos, este acuerdo fue enormemente cuestionado al menos en el PS. Las directivas partidarias decidieron mantenerlo a pesar de las críticas. El pacto fue totalmente fallido, ya que el Partido Radical ha actuado como fuerza bisagra junto a la DC, permitiendo el avance de iniciativas legislativas contrarias a lo que el PS y PPD pudiesen definir como justicia social y solidaridad. No ha habido una acción unitaria, como si la ha existido entre el PPD y el PS, donde cabe destacar que la votaciones de legisladores en distintas iniciativas polémicas ha sido plenamente concordante, situación que no había sido la regla en años de la Concertación. Esto da espacio para pensar que hoy por hoy existen posibilidades de avanzar en mayores grados de unión o eventualmente fusión de ambos partidos.
El distanciamiento de las posiciones más liberales por parte de ese partido (Brunner, Bitar y ahora Muñoz que se quedó solo defendiendo el TPP-11) y de las conductas éticamente cuestionables desde una perspectiva pro pública (Fernández en Hidroaysén, Armanet con Laureate) favorecen entendimientos mayores en el ciclo político que se avecina, ya fuere fusión o trabajo codo a codo. Para alcanzar este grado de unidad se exige liderazgos generosos, validados y convocantes. En pleno proceso eleccionario socialista Maya Fernández Allende resulta erigirse como la única interlocutora capaz de entablar este tipo de relaciones, no sólo con el PPD, sino que también con radicales, frenteamplistas y en definitiva todas las fuerzas de izquierda y centro-izquierda del país. Su espontáneo reconocimiento al suplir la presidencia de la Cámara y las muestras de afecto que se le hicieron al despedir a Carlos Altamirano son pruebas del sano compañerismo que promueve.
La política binominal es poco diversa. Genera frustración y distancia en el electorado progresista. Sin embargo hay que reconocer que es un evidente problema una dispersión extrema. El equilibrio es complejo y no hay números mágicos, pero si es necesario reducir, no a una lógica binominal pero a una más simple y empoderada a los interlocutores políticos. Es la única forma de hacer frente a un gobierno que ha tenido un pésimo rendimiento económico, legislativo y de probidad; cargado de favores familiares y cuestionamientos éticos. Pero que sin hacer las cosas bien, ha podido sortear con relativa tranquilidad la propia agitación y descontento que ha generado producto de una oposición-archipiélago, que ha sido fácil de desbaratar por su propia inconexión y falta de proyecto. Ya sabemos que no necesitamos iluminados que lo sepan todo ni autócratas autosuficientes: la victoria de Maya Fernández podría ser el primer paso, humilde pero significativo, en la construcción de relato y unidad de la izquierda tradicional y de la oposición en toda su diversa extensión. Un relato que nos vuelva a hablar de la solidaridad, de lo colectivo y lo público en esta época de individualismo y lucro.