“¿Por qué callan las ovejas?” es el título del bestseller político más importante de Alemania escrito por el Profesor de Psicología Rainer Mausfeld ( 2018) y leído por millones de lectores ( Warum schweigen die Lämmer?). Allí analiza en un lenguaje sencillo y profundo el desmantelamiento de la democracia tradicional en Europa occidental a manos de las élites neoliberales autodenominadas de “centro” y “moderadas”. En su estudio señala que este “centro” se ha convertido en la “fuerza política antidemocrática más radical” de los tiempos modernos al asestar un golpe mortal contra el derecho a la libre expresión de las mayorías instalando gobiernos en beneficio de la minoría más rica a través del voto popular.
Su libro reflexiona sobre los cambios que llevaron a esta oligarquización y corrupción de la política en democracia. Históricamente, Mausfeld sitúa este viraje en Europa a principios de los 70, cuando la población comienza a perder la confianza en los partidos tradicionales por el masivo desempleo y la baja del crecimiento económico. Se acaba el modelo político tripartito ( Estado-empresarios trabajadores), los grandes partidos tradicionales comienzan a perder membresía y se debilita el vínculo entre las cúpulas partidarias y sus electores. Como consecuencia de ello estos partidos se vuelcan hacia el Estado, se ponen de acuerdo para repartirse los recursos públicos que garantizaran su sobrevivencia, y renuncian a competir por las ideas. Surgen de esta manera los “partidos carteles” (concepto acuñado por Mair y Katz) a imagen y semejanza de los carteles económicos que manipulan el mercado fijando precios entre los competidores tras bambalinas en detrimento de los consumidores. Con ello, ya durante los 90, las derrotas políticas pierden relevancia, se produce una homogenización ideológica entre conservadores, socialistas y socialdemócratas y surgen fuertes estructuras monopólicas en la tenencia del poder, donde los trabajadores no tienen cabida . En resumen se produce una “revuelta política de las élites contra el pueblo” que se resume en una sola idea: sólo la élite es capaz de gobernar y decidir por el pueblo, pues éste es incompetente.
La estrategia para socavar el libre pensamiento consistió en minar sistemáticamente el instinto de resistencia natural del ser humano contra el sometimiento autoritario y volverlo apático política y electoralmente. La nueva élite neoliberal comenzó a practicar sin escrúpulo un inédito y público “desprecio al pueblo” que se traduce en su infantilización y descalificación intelectual hecha cara a cara: “tú no eres nadie, el mercado es todo”, “tú no entiendes nada, deja que te gobiernen los inteligentes”.
Según Mausfeld, la población ha sido adoctrinada en torno a un pensamiento central: el bienestar de la sociedad solo puede alcanzarse si el 1% de los más ricos es libre para enriquecerse en su infinito “talento” de “generar riqueza” y no es “entorpecido” por las masas ignorantes.
Para lograr semejante éxito, las élites definieron “zonas prohibidas del pensamiento” so pena de condenar al ostracismo mediático a aquellos que osaran tocar temas “indeseados” hasta que se produjo una auténtica amnesia histórica sobre las luchas políticas de los pueblos en pro de la construcción de una sociedad más justa. La gente se olvidó de las razones por qué vale la pena luchar en política y se retrajo a su mundo privado. Se cooptó a los centros de investigación, a las ONG, a las universidades, a muchos dirigentes sociales y se “bloqueó” eficazmente su capacidad de reacción intelectual mediante una masiva propaganda, pero vendida como noticias, como hechos fácticos. En este contexto, las protestas callejeras perdieron su fuerza, porque el sistema sencillamente no respondía a esas demandas y en caso de evidentes abusos empresariales el poder judicial fallaba a favor de los “inteligentes”.
Fue tanta la eficacia de la “revuelta política de las élites” que lograron convencer a la mayoría de la población que aquellos que protestaban, lo hacían porque no aceptaban las bondades y maravillas del paraíso neo-liberal o sencillamente porque eran “perdedores”, sujetos “desechables”. Incluso ya la represión física de los opositores de antaño resultaba muy cara y se reemplazó por la represión psicológica (softpower) liderada por los medios de comunicación contra cualquier intento de construir alternativas políticas que pudieran aparecer plausibles a las víctimas de la depredación económica, medio-ambiental y espiritual neo-liberal. Se recurrió a la burla, la bagatelización, la descalificación y la negación y/ o deformación de los hechos históricos permitiendo que la mentira pudiera operar como verdad y de esta manera fue posible decretar que la única izquierda racional y moderna era aquella que reconocía la superioridad de las ideas neoliberales. Todos los demás eran parias y enemigos del bienestar.
A medida que esta política iba provocando el rechazo de ciertos sectores de la sociedad y surgían partidos medioambientalistas, o pro justicia social , el sistema monopólico del poder basado en los “partidos carteles” fue capaz de desarrollar una táctica “educativa” ( Detterbeck) frente al posible surgimiento de partidos rivales para cooptarlos . Se abrieron a la posibilidad de la negociación para incorporarlos a la distribución de los recursos fiscales, la cesión de ministerios, puestos de alto nivel y otros según el grado de disposición a apoyar la estrategia política y económica neoliberal en todos los gremios e instituciones del sistema político. Los “partidos carteles” comienzan con naturalidad a gobernar en conjunto con las asociaciones empresariales y financieras y las organizaciones sociales de base o los sindicatos rebeldes fueron expulsados de la esfera pública formal de decisiones.
El espíritu de esta “nueva forma de gobernar”, se comprende claramente cuando el ex canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder declaró a fines de los 90: “No hay economía política de izquierda ni de derecha, sino que sólo una buena o mala economía política”.
Pero tanta maravilla no podía durar inmaculada durante tanto tiempo. Europa sufrió los estragos de las crisis financieras mundiales y se hizo evidente la “ineficacia” y “baja calidad técnica” en las decisiones políticas y económicas de los “carteles” en favor de los ricos pues estaba provocando un peligroso desgaste social de las mayorías . La población cargaba con los efectos catastróficos de la democracia de las élites y los recortes sociales mientras los ricos se enriquecían cada vez más. El “cerco temático” en el debate público y las “zonas políticas prohibidas” se empezaron a resquebrajar, pero la indignación popular ya no tenía prácticamente representación parlamentaria. Es decir la población estaba “fuera del sistema” y condenada a empezar de cero.
En este ajedrez de la impotencia, la población indignada crecía, de tal manera que , entre otros factores, volvieron a irrumpir en Europa los movimientos neonazis, fascistas, la xenofobia y los nacionalismos. Los “chaquetas amarillas” en Francia querían cambiar al “perro pastor” como única estrategia de cambio, sin comprender que la salida de Macron no lograba ni siquiera rasguñar la “cartelización” de la democracia elitista. Estos verdaderos reventones sociales solamente indican que el ideal neoliberal de la oveja silenciosa guiada por su pastor en un marco de desmantelamiento de la democracia, está llegando a límites peligrosos e inciertos.
El análisis de Mausfeld nos ayuda a comprender por qué las múltiples protestas a partir del movimiento de los pingüinos en 2006 en Chile y que no ha cesado hasta el presente no ha conducido a ninguna reforma sustancial. Por ello romper el cerco ideológico de los “carteles” políticos neoliberales criollos que impide la reforma constitucional es urgente.
El profesor Mausfeld plantea en su libro que la reconquista de la legitimidad de las demandas sociales, la eliminación de los “carteles partidarios” y el restablecimiento irrestricto de la libertad de expresión son esenciales para una recuperación democrática. Y este objetivo sólo puede ser alcanzado por las ovejas que deben volver a actuar como el verdadero “soberano” de la democracia que se oponga permanentemente a los “carteles” mentirosos y totalitarios.