Si antes de entrar al colegio nuestros niños fueran evaluados por especialistas, cuán distinto podría ser su futuro. Pero esto es tan sólo un sueño, mejorar la Salud Mental en nuestro país y reforzar los recursos a nivel público, no tendría por qué serlo.
La semana pasada el presidente anunció que cuatro nuevas enfermedades entrarán a formar parte del GES. Se trata de una noticia feliz, pero que una vez más deja fuera la profilaxis, única manera de disminuir efectivamente, una serie de enfermedades orgánicas y psicológicas. Si bien hoy en día, la Salud mental cuenta con Garantías para tratar la Depresión, Esquizofrenia, algunas Adicciones y el Trastorno Bipolar, estas resultan absolutamente insuficiente, ya que, junto a casi todas las otras patologías, están siendo tratadas tardíamente, solo una vez que se cronifican, o cuando su sola aparición da cuenta que hubo muchos pasos en la prevención que fueron desatendidos.
[cita tipo=»destaque»]Una investigación realizada por Mónica Kimelman, directora del departamento de psiquiatría y salud mental de la Universidad de Chile, junto al doctor en Psicología Infantil, Felipe Lecannelier, revela que los niños chilenos menores de 6 años sufren la peor salud mental del mundo. Con los más altos índices de ansiedad y depresión, dentro de los 24 países encuestados. ¡Antes de los 6 años! Esto impacta y agrava nuestra funesta realidad[/cita]
Desde mis lejanos tiempos de estudiante de psicología, he soñado con revisiones psicológicas como parte de un programa de salud. Algo parecido al “control de niño sano”, que podría realizarse al entrar a la latencia, en la preadolescencia y al comienzo de la tercera edad. Una idea que se gestó como un pensamiento ingenuo, pero que cada vez considero más valioso y justificado.
Si antes de entrar al colegio nuestros niños fueran evaluados por especialistas, cuán distinto podría ser su futuro. Pero esto es tan sólo un sueño, mejorar la Salud Mental en nuestro país y reforzar los recursos a nivel público, no tendría por qué serlo.
Una investigación realizada por Mónica Kimelman, directora del departamento de psiquiatría y salud mental de la Universidad de Chile, junto al doctor en Psicología Infantil, Felipe Lecannelier, revela que los niños chilenos menores de 6 años sufren la peor salud mental del mundo. Con los más altos índices de ansiedad y depresión, dentro de los 24 países encuestados. ¡Antes de los 6 años! Esto impacta y agrava nuestra funesta realidad. Se trata de un estudio que debe encender todas las alarmas y advertir que resulta urgente invertir en salud Mental. El riesgo, y seré insistente en este punto, no es sólo el de la depresión o el suicidio. Estos niños, poseen mayor probabilidad de padecer enfermedades autoinmunes, de ser usuarios crónicos de los servicios de salud, de hacer eco en sus cuerpos aquello que en sus mentes no pudieron tramitar. La OMS indica que la depresión y la esquizofrenia aumentan entre un 40% y un 60% la probabilidad de sufrir muerte prematura por suicidio o problemas de salud física tales como cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes.
Como psicóloga y psicoanalista en formación, subrayo mi convicción sobre la importancia de trabajarnos internamente. Dicha tarea debería ser prioritaria en nuestro sistema de salud, ya que no sólo podríamos aspirar a tener una mejor calidad de vida, sino y -entre otros múltiples beneficios- muchas enfermedades crónicas y costosos tratamientos médicos, podrían evitarse.
Si los traumas de la infancia repercuten tan profundamente en nuestra vida, es porque ocurren en el escenario donde nos jugamos nuestras primeras relaciones, sobre todo cuando somos seres completamente dependientes de nuestra madre o algún cuidador, momento además en que el cuidado del cuerpo resulta fundamental, donde psique y soma son indistinguibles. Un niño sano, requiere de cuidadores que se encuentren lo más saludables mentalmente posible. Es un círculo vicioso que se puede prevenir. Pienso que el discurso cartesiano, y el exceso de racionalización de la cultura moderna nos han hecho olvidar que mente y cuerpo son una unidad indivisible, y que cuando una enferma lo hace la otra también.
Por si lo anterior fuera poco, un estudio realizado por las académicas Camila Valdés y Paula Errazuriz, publicado por el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Diego Portales en agosto del 2012, titulado “Salud Mental en Chile: El pariente pobre del sistema de salud”, comprueba que, en Chile, el 23,2% del costo total de las enfermedades corresponden a enfermedades neuropsiquiátricas, con un presupuesto para salud mental menor al 5%.
No es osado decir que muchas enfermedades diagnosticadas como patologías orgánicas, comenzaron a gestarse como una depresión encubierta, o ante adversidades de la vida que no fueron atendidas o contenidas. Nuestro cuerpo muchas veces enferma como un modo de dar expresión a una voz desesperada de escucha. La Salud Pública tiene mucho por hacer, partiendo por entender que la prevención resulta mucho más económica que cualquier tratamiento médico y que con ella, podríamos contar con una población emocionalmente más sana y feliz. Hago entonces un fuerte llamado a que cuidemos a nuestros niños, atendiendo nuestra propia salud mental. Debemos también exigir al Estado más políticas que contemplen la vida psíquica como centro de preocupación, aspiración que debe ser independiente de cualquier tipo de color político.