La discusión en el congreso de la República sobre el proyecto de Ley del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP) ha despertado pasiones y ha generado declaraciones que ilustran un notable desconocimiento de nuestros bosques nativos y de los objetivos del manejo de los bosques en general. Dicho desconocimiento se refleja en planteamientos de varios parlamentarios, y también de profesionales que son en lo profundo opositores al manejo de los bosques.
El “manejo activo” de los bosques tiene una serie de beneficios aparte de producir madera. Manejar los bosques no sólo persigue fines antropogénicos como señala una columna en este mismo medio. De hecho, dos de los ecólogos forestales más destacados del mundo, Jerry Franklin (EE.UU.) y David Lindenmayer (Australia), en su libro Hacia la Sustentabilidad Forestal (Towards Forest Sustainability), publicado el año 2003, señalan que el manejo activo de los bosques tiene relevancia para acelerar la restauración de hábitats, para reducir la biomasa (combustible) en bosques con altas densidades de árboles y disminuir las posibilidades de incendios catastróficos, y para controlar los efectos de especies invasoras. El manejo también permite disminuir el estrés hídrico creciente en los bosques de regiones con disminución de precipitaciones por el cambio climático, así como al menos sostener los caudales de los cursos de agua. El manejo correctamente implementado puede aumentar la vitalidad de los árboles y la captura de carbono atmosférico, así como dinamizar y estimular los ciclos y funciones ecológicas de los bosques. El siglo 21 es de emergencia climática, y quien piense que los bosques no van a sufrir los embates de los impactos actuales y venideros, simplemente no entiende el funcionamiento de los ecosistemas forestales.
El manejo de los bosques nativos con fines de producción de madera o biomasa también sigue siendo fundamental. Este manejo se puede hacer concurrentemente con un incremento los servicios ecosistémicos, lo que hemos probado en bosques nativos de Chile (ver https://www.youtube.com/watch?v=IVAFmj7aYVE&t=278s). Esto se puede lograr debido a que el manejo de los bosques puede mantener o facilitar a recuperar los atributos principales de éstos: su biodiversidad, su estructura y sus funciones. Además, el uso creciente de madera en la construcción es considerado una excelente opción para el ambiente ya que así se almacena el carbono atmosférico y se aporta a mitigar el cambio climático. Obviamente, es necesario que haya bosques no manejados con el fin de que evolucionen naturalmente, y para ello las áreas protegidas deben responder a criterios de representatividad de los distintos ecosistemas de un país y a un adecuado ordenamiento territorial.
Quienes escribimos este artículo somos académicos de facultades que impartimos docencia en ingeniería forestal y generamos conocimiento a partir de investigaciones en ciencias forestales en Santiago, Valdivia y Coyhaique, es decir desde el corazón de bosques nativos mediterráneos, de la selva Valdiviana, y de los bosques patagónicos, respectivamente. Cada uno de estos tres macroecosistemas en la actualidad sometido a perturbaciones de origen antrópico o climático. Los bosques mediterráneos están sufriendo los embates de la megasequía de la zona central, con incendios más grandes y recurrentes y, constates presiones para modificar el uso del suelo hacia un uso inmobiliario o agrícola; los de la selva Valdiviana están siendo sometidos a cortas periódicas (muchas ilegales) que van acompañadas de ramoneo por parte de ganado vacuno, que están cambiando la composición y biodiversidad natural de estos bosques hacia especies que son menos palatables; los bosques de lenga de la Patagonia están sufriendo severos embates de epidemias de insectos y también los efectos del ganado y de las cortas ilegales. La biodiversidad, la estructura y las funciones de estos bosques pueden cambiar. En todos ellos es urgente implementar medidas de gobernanza que permitan revertir los daños y cambios que en ellos están ocurriendo, y esa gobernanza incluye el manejo para tener bosques de mayor capacidad adaptativa a estas perturbaciones, y para que las personas que viven en el territorio puedan encontrar valor a la mantención de ellos en el tiempo.
El tema no es si acaso los bosques han sobrevivido sin intervención humana. El tema es que los humanos hemos impactado severamente los ecosistemas forestales (y el planeta en general) con el cambio de uso de suelo por el crecimiento urbano, la habilitación de tierras agrícolas (ambas causas de deforestación), y con la degradación de bosques en general, y que estos impactos junto a la quema de combustibles fósiles ahora están generando cambios dramáticos en el clima, lo cual a su vez afectará a los bosques. En este escenario de cambios, el manejo activo con base científica de los bosques nativos es fundamental para mantener y asegurar su diversidad, su productividad y su resiliencia y capacidad adaptativa, así como para lograr el bienestar de los seres humanos urbanos y rurales en tiempos de emergencia climática.