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Tiempos Violentos Opinión

Tiempos Violentos

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En la historia, han existido corrientes políticas que hablan de libertad y democracia con un fusil en mano, obligando a pensar y sentir las definiciones de estos términos como el arma lo impone. Y claro, dictar un comportamiento es más fácil que motivarlo, especialmente si es por la fuerza del Estado que garantiza impunidad ante el abuso. Por otro lado, la paradoja de la tolerancia es el refugio favorito de grupos que esconden sus perversas intenciones bajo los mantos del «ius sanguinis» o el «ius soli»… curioso, tomando en cuenta que muchos de estos paladines del nacionalismo son hijos o nietos de inmigrantes, que esconden su odio en el patriotismo, usando y abusando de las necesidades de los mismos.

¿Notó que ocupé patriotismo y nacionalismo por separado? Y claro, para evitar que nos engañen, debemos evidenciar las diferencias. A modo simple, el patriotismo es la escusa perversa que tiene el nacionalismo para defender falazmente su ideología, dicho de otra forma, el patriotismo es el cuerpo que expresa valores y virtudes, mientras que el nacionalismo, el cáncer que lo mata promoviendo miedo y odio a la diversidad.

Pero volvamos al punto. Con el alzamiento masivo de líderes y movimientos que promueven las “fobias” sociales, sumando los «ismos» más crueles que conoce el lenguaje, junto a los fundamentalismos más extremos, la tercera ley de Newton se manifiesta y convoca a grupos que en algún momento fueron imprescindibles en la lucha antifascista. Cambiando la histórica lucha armada contra el poder y sus grupos de protección, los “neopartisanos” han tomado el conocimiento como escudo y la divulgación de este como una estrategia armada, siendo las RRSS las nuevas Browning, las calles las nuevas Dreyse, y esperando convertir a las urnas, en los nuevos Mark VIII.

Vivimos tiempos violentos, donde el odio pide tolerancia y provoca relaciones tóxicas entre aquella ideología y el bien común ¿Debemos tolerar la intolerancia?

Desde este humilde espacio hago un llamado a terminar con la paradoja. No se puede tolerar la violencia, ni las ideas que la promueven; no se puede tolerar el odio, ni las opiniones que lo inciten; no se puede tolerar el miedo ni las doctrinas que lo causen. No permitamos que nos confundan; esta no es una guerra entre izquierdas y derechas, es una guerra, sí, pero entre la libertad personal y las ideologías neofascistas que quieren hacer ver la sumisión, como el camino del bien común.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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