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República Popular de China: un 70 Aniversario con Lastres. Opinión

República Popular de China: un 70 Aniversario con Lastres.

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Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Tras la larga guerra civil iniciada en 1927 y con la entrada del Ejército Rojo a Pekín, el 1° de octubre de 1949 se funda la República Popular China bajo la dirección de Mao Zedong (o Tse tung antes del cambio del sistema del Wade-Giles al Pinyin). Sin embargo, la celebración de este aniversario 70 no se anuncia como uno más, sino como el más importante de la República Popular al estar anclado a su condición ya de potencia mundial (segunda economía con presencia global, es el país más populoso, tiene un ejército altamente tecnologizado y del club nuclear, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, etc.) en medio una encrucijada vital que tiene como anclajes temas como comercio, democracia-derechos humanos y soberanía.

De acuerdo al diario El Universo.com (05/09/2019), Pekín (ahora Beijing) tiene previsto celebrar con gran pompa este aniversario. Para ello, entre otros, además de incentivar actividades en todo el mundo, se han preparado recorridos por áreas urbanas y rurales para conocer los cambios en el país, narraciones de ciudadanos sobre los esfuerzos para hacer realidad sus sueños, lectura de libros temáticos, recuerdos a los mártires revolucionarios y actividades educativas sobre defensa nacional. También se ha reforzado la seguridad con rayos X para controlar paquetes o una multiplicación de cámaras, se ha decretado cierres de bares y karaokes, flexibilizado horarios, ha instruido a la prensa de limitar al mínimo la cobertura de malas noticias en espera de un gran desfile militar y civil en la plaza de Tiananmen donde China espera mostrar la musculatura de su poder duro (mostrará, por ejemplo, vehículos militares que portan aviones no tripulados conocidos como Wing Loong).

Pero los preparativos para tan magno evento se han visto cuestionados principalmente por el conflicto en Hong Kong y la continuidad de la guerra comercial con Estados Unidos, además de los siempre presentes temas de Taiwán y disputas del Mar de China. En todo caso el gobierno de Xi Jinping espera que encontrar una solución, aunque sea momentánea, antes de las celebraciones para los dos primeros casos.

En relación al primero, las movilizaciones de Hong Kong, el primer ministro chino, Li Keqiang, dejó claro que la jefa del gobierno hongkonés, Carrie Lam, “cuenta” con el apoyo de Pekín en su anuncio de retirar oficialmente el proyecto de extradición que originó las protestas. Esto es claramente una rama de olivo para los manifestantes, aunque hoy esto no parece suficiente y las movilizaciones prometen continuar. No hay que olvidar que Hong Kong fue un enclave británico por 150 años y que fue devuelto a China recién en 1997, pero mantuvo su autonomía como región administrativa especial bajo el principio de «un país, dos sistemas». Pasados cinco años de las primeras movilizaciones (Revolución de los Paraguas del 2014) y de las protestas contra la extradición, estas se reactivaron nuevamente en contra del supuesto intento del Gobierno central de modificar el artículo 23 de la Ley básica de Hong Kong (sputniknews.com 03/09/2019). Por lo mismo y como lo mira Joshua Wong, el joven activista, Hong Kong es solo “la primera línea del frente de la lucha contra el régimen autoritario chino” y ha comparado la actual situación del territorio autónomo con la Alemania comunista de la República Democrática: “Hong Kong es el nuevo Berlín en la nueva guerra fría… Hace tres décadas tampoco nadie pensó que el muro de Berlín pudiera caer…Espero que algún día no solo el pueblo de Hong Kong, sino también la gente de toda China pueda disfrutar de la libertad y la democracia”… (y pidió) al resto del mundo libre que no miren hacia otro lado”- El País.com 12/09/2019).

Con todo, la opción de esperar con el retiro de la controvertida ley y ver que puede resultar, es solo un parche temporal al haber un “gallito” más de fondo entre parte de la ciudadanía hongkonesa y Pekín. Claramente, Hong Kong está preparado para nuevas protestas, las que se han ido haciendo más violentas, y el gobierno autónomo no descarta declarar la ley de emergencia para acabar con ellas según la secretaria de Justicia hongkonesa, Teresa Cheng, posibilidad avalada por el primer ministro chino Li al apoyar a Lam para “poner fin a la violencia y el caos de acuerdo con la ley, para restablecer el orden” (El País.com 06/09/2019). Si bien la aplicación de “la ley” no contempla por el momento llegar a otro Tiananmen (el 4 de junio de 1989), donde estudiantes y otros sectores reclamaron reformas, libertad de prensa y democracia y se les respondió con balas, particularmente porque un nuevo Tiananmen develaría una cara del ascenso chino que el mundo parece no estar dispuesto a aceptar, además de movilizar más hongkoneses al ver terminar de hecho el acuerdo de un país dos sistemas, esta posibilidad estará mediatizada solo hasta que la soberanía se considere cuestionada.

En el caso de la llamada “guerra comercial”, con una llamada telefónica se ha acordado una reunión de los equipos negociadores a principios de octubre pese haber estado vigente la entrada en vigor de nuevos aranceles estadounidenses el 1 de septiembre. Pekín también eximió a varios productos estadounidenses de aranceles suplementario. Y como a un gesto le sigue otro y en la modalidad negociadora del presidente Trump de tensionar y distender de modo de desorientar a la contraparte, éste decidió retrasar dos semanas la entrada en vigor del incremento que había anunciado de los aranceles para productos chinos importados por valor de 250.000 millones de dólares y los justifico en su twitter como “gesto de buena voluntad” y para que no coincidiera con el 70 aniversario. El plan inicial era elevarlos del 25% actual al 30% a partir del 1 de octubre y en su lugar se hará efectivo el 15 de octubre (El País.com 12/09/2019) de no mediar acuerdo.

Sin embargo y a pesar de estos gestos, aún está pendiente la condición que llevó a un punto muerto las pasadas negociaciones: la consideración de “dignidad” china. Pekín eliminó del borrador de acuerdo anterior las referencias que harían cambiar sus leyes para aceptar las demandas de EE.UU. sobre protección de la propiedad intelectual, acceso a los mercados de servicios financieros y transferencia forzosa de tecnología, entre otros. Para Washington, dice El País.com (11/05/2019), esos términos eran la garantía para hacer cumplir lo que “creía” se había acordado. Para Pekín, sin embargo, representaban una injerencia intolerable en su soberanía y un cambio en su modelo económico que Xi Jinping no tiene ninguna intención de aceptar. Como dice Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico del banco de inversiones Natixis, en el mismo medio, “…China está dispuesta a pagar un cheque, pero no a transformar su modelo económico estatal en una economía de mercado”, aseveración que es reafirmada por el periódico China Daily citado por El País.com (11/09/2019) al decir que “bajo ninguna circunstancia China sacrificará sus intereses nacionales para satisfacer las exigencias de EE UU”. A párrafo seguido se debería leer que EE.UU. no va dejar que Pekín siga gozando de los beneficios económicos que le han permitido su ascenso sin, al menos, pagar los costos asociados. Por los mismo, al final, pocos analistas esperan que las negociaciones en Washington vayan a arrojar resultados concretos y es probable que el tira y afloja continúe hasta las elecciones de noviembre en EE.UU. para no encarecer ciertos costos de los votantes estadounidenses.

Tras los festejos, entonces, asoma un calendario delicado por decir lo mínimo para la República Popular China. En octubre también se celebrará la primera reunión del pleno del Comité Central del Partido en más de un año; en noviembre, hay elecciones de distrito en Hong Kong; un mes más tarde se conmemora el 20 aniversario del regreso de Macao a la soberanía china, un evento al que está previsto que acuda Xi y que puede movilizar a los manifestantes hongkoneses y entusiasmar a algunos macaenses. En enero llegará otro momento al que China no quita ojo: las elecciones en Taiwán, la isla independiente de facto que Pekín considera parte de su territorio, y en la que se siguen muy de cerca los acontecimientos en Hong Kong (El País del 11/09/2019).

Para tratar estos dilemas que se trataron concierta diplomacia en el período del “ascenso pacífico”, desde su nueva estatura político-estratégica de potencia consolidada, Xi Jinping ha empezado a usar el término douzheng (“lucha”). Así recientemente en un discurso este año desde la Academia Nacional de Gobierno, donde se forman los mandos del Partido Comunista de China (con aproximadamente 90 millones de militantes), el presidente chino advirtió que “El desarrollo de nuestro país ha entrado en una etapa en la que todo tipo de riesgos y desafíos se acumulan y concentran”, en áreas desde la economía al medioambiente, pasando por la Defensa. Xi ha mencionado también específicamente “Hong Kong, Macao y Taiwán”. Mencionó cerca de 60 veces la palabra douzheng, un concepto muy usado en los tiempos de la Revolución Cultural de Mao Zedong pero que había caído en desuso durante la época de reformas de Deng Xiaoping. Este discurso es como una orden de movilización, una especie de pequeña “Revolución Cultural”, una arenga ideológica que en vez de movilizar a la gente corriente se centra en movilizar a los mandos del partido pidiéndoles que estén listos para la lucha y sean valientes en ella. Así, está marcando el camino por el que irá el Partido en el futuro: una ‘filosofía de lucha’, en vez de la ‘sociedad armoniosa’ (el lema del previo presidente, Hu Jintao) que aliviaba los conflictos sociales y buscaba el compromiso”, opina en una entrevista telefónica el comentarista político independiente Wu Qiang en Pekín (El País.com 06/09/2019). Xi “tiene que compaginar el papel de líder duro y de negociador. Este llamamiento a la lucha es para curarse en salud ante un futuro compromiso. En cierto modo, es una preparación estratégica para compromisos que puedan llegar en la disputa con Estados Unidos y en las protestas en Hong Kong”, subraya comentarista político independiente Wu Qiang en Pekín en el mismo medio español.

Han elevado los temores de una confrontación global, las disputas concretas de Pekín con varios países por territorios e islas e islotes en el Mar de China Meridional (desoyendo fallos de la Corte Internacional y la Convención del Mar) y con la construcción de islas artificiales militarizadas que “limitan la navegación”. El Mar de China Meridional tiene un valor estratégico crucial en el juego de poder para las economías que tienen costas en él, tanto por su valor en recursos (petróleo, pesca, etc.) como por su centralidad como vía de comunicación. De acuerdo con la denominación más extendida, éste se encuentra emplazado en la región del sudeste de Asia y bordea el sur de China. Sus aguas albergan más de 400 islas, arrecifes y bancos de arena, y numerosos archipiélagos entre los que se destacan las islas Spratly y las Paracel. Varias naciones (China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwán) reclaman parte o la totalidad del territorio y áreas oceánicas (El Mundo.es 26/05/2015).

Los conflictos por las islas han atravesado varios momentos críticos, poniendo de manifiesto la clara voluntad inamovible de China de lograr el control de los territorios reclamados, incluso si ello implicaba el uso de la fuerza. Destacan, por ejemplo, los enfrentamientos entre las fuerzas chinas y las de Vietnam del Sur en las islas Paracel en 1974, la disputa entre China y Vietnam en 1988, y la controversia que surgió en 1995 ante la construcción de infraestructura por parte del gobierno chino en Mischief Reef. Este arrecife se encuentra ubicado dentro de las 200 millas náuticas de Filipinas, y es reclamado por este último desde 1962. En prácticamente todos los casos China logró reivindicar su control sobre los territorios disputados.

El 23 de noviembre de 2013, China declaró la expansión hacia el Este de su Zona de Defensa e Identificación de Aérea (siglas en inglés ADIZ) que Japón y Corea del Sur no aceptan, y los EEUU, en su papel de soporte de sus dos principales aliados en la región, tampoco. Esta es un área de unos 180.000 km2 (300 x 600 km) que incluye las islas Senkaku (Diaoyu en chino), un territorio en disputa entre China, Japón y Taiwán, y también el islote sumergido Roca Socotra (denominado “Parangdo” por Corea del Sur y “Suyan” por China), donde Seúl tiene una estación meteorológica.

En la última década Pekín ha mostrado con creces su voluntad de fortalecer su presencia en el área y en sus aguas a través de buques pesqueros, islas artificiales militarizadas, ejercicios militares y de guardias costeras. Simón Tisdall (El Diario 13/07/2016) dice que: “La construcción de islas que hizo China por todo el Mar del Sur de China ha sido completa, inclemente, veloz y descarada. Ni siquiera se han molestado en ocultar sus planes concretos de construir bases navales, de aviones y de misiles en los nuevos territorios. A la vez y para enfrentar las posibles críticas, Pekín ha ejercido activamente su poder blando (es gran prestamista e inversor de varios países en desarrollo). Así como su presentación de documentos antiguos, supuestamente auténticos, para respaldar sus dudosos reclamos. Un comportamiento digno de un subastador deshonesto que intenta hacer pasar una pintura falsa por una obra maestra”.

En general, la política de Beijing ha demostrado escasa voluntad de diálogo (tranzar) frente a territorios en disputa, ya sea en ámbitos bilaterales o multilaterales como ASEAN, ni siquiera acata fallos de la Corte Internacional como en la caso de la disputa con Filipinas. De acuerdo a internacionalistas como Xulio Ríos esto se refleja bien al decir que “La ley china de 25 de febrero de 1992 incluye todas las islas en disputa y sus aguas adyacentes en el ámbito de su soberanía territorial. Algunas de estas zonas están actualmente bajo control de otros países como Indonesia, Filipinas o el propio Japón. Todos dirigieron entonces sus protestas contra Beijing por haber adoptado unilateralmente esta decisión y por incluir en ella la previsión de recurrir al uso de la fuerza cuando lo estime oportuno para salvaguardar este espacio de toda incursión considerada ilegítima o no autorizada. Al reivindicar todos estos espacios territoriales, Beijing envía un claro mensaje de su escasa disposición a la negociación” (Panorama Estratégico 2013 del IEEE de España).

Incluso, el contraalmirante del ejército chino Lou Yuan sugirió (diciembre del 2018) que la situación de tensión en los mares del este y sur de China podría resolverse con el «hundimiento de dos portaaviones» estadounidenses. «Lo que más teme EE.UU. es sufrir bajas», declaró Yuan, especificando que el hundimiento de uno solo de los portaaviones estadounidenses que patrullan la zona cobraría la vida de unos 5.000 hombres y mujeres en servicio, y recordando que el hundimiento de dos duplicaría ese número. «Veremos qué tan asustados están los estadounidenses». Sus declaraciones forman parte de un discurso pronunciado en la ciudad china de Shenzhen, en el que también afirmó que las disputas comerciales entre su país y EE.UU. iban más allá del ámbito económico o mercantil, y constituían «un asunto estratégico principal» (RT.com 04/01/2019).

Otro problema complejo de seguridad que rodea este aniversario 70 es la cuestión de Taiwán. Pese a su complejidad, el pragmatismo de todos los actores involucrados (incluido EE.UU. que ve a la amenaza china sobre éste como “causa belli”) ha primado desde el 2008 cuando el tema se encarriló en el sendero de la negociación en virtud del supuesto entendimiento del 2005 entre Partido Comunista de China (PCCh) y el Kuomintang (KMT). Es decir, se ha constatado hasta el momento la existencia de un consenso mínimo para evitar un conflicto de gran impacto regional y global. Sin embargo, esta es una situación no resuelta, que podría escalar a una crisis de proporciones al existir posiciones irreconciliables: Xi aseguró que, pese a que su opción preferida es la pacífica (se ha dedicado a aislar a Taiwán), dijo que la isla «debe ser y será reunificada» con China (Clarín.com 05/01/2019) incluso sin renunciar al uso de la fuerza, mientras Taiwán reclama a China que reconozca que es una entidad autónoma desde 1949 y niega que exista el llamado «Consenso de 1992», por el cual habría una sola China y dos interpretaciones (Taipéi acaba de mostrar avances militares con sus nuevos misiles supersónicos con capacidad de alcanzar objetivos en China y acaba de comprar a EE.UU. 66 nuevos aviones de combate F-16C / D). Tampoco ayuda la realidad de Hong Kong al ponerse en duda constantemente la tesis de “un país dos sistemas” dice un artículo de La Vanguardia 16/06/2019).

Por el momento, como lo expresó Xulio Ríos el 2013, “la posición oficial de China en relación con todos estos contenciosos se fundamenta en los siguientes pilares: 1) Reivindicar la plena soberanía basándose en argumentos tanto de carácter geológico como histórico y legal; 2) Rechazar la internacionalización del problema apostando por la negociación de acuerdos bilaterales; 3) Concentrarse ahora en el desarrollo de los recursos económicos dejando para más adelante la solución del problema de la soberanía”. Sin embargo, ese más adelante ya parece estar alcanzándose si miramos la “musculatura” militar combinada con las declaraciones (“douzheng”). Si bien China no va hipotecar la necesaria paz que ha favorecido su desarrollo económico desde la “revolución” de Deng Xiaoping en 1978 y su poder actual, enn términos militares esto significaría desplegar un enfoque de «anti-acceso y negación de área» y obligar a las fuerzas estadounidenses a operar lo más lejos posible de sus propias costas.

Cómo se aprecia, el magno 70º Aniversario de esta potencia mundial (celebra el fin de la Segunda Guerra y la derrota de Japón) está condicionada por una serie de dilemas estratégicos de difícil resolución.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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