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Crisis ambiental, inconciencia colectiva y transición Opinión

Crisis ambiental, inconciencia colectiva y transición

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Julien Vanhulst
Por : Julien Vanhulst Académico y director de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica del Maule.
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Hasta los años 1960-70, las preocupaciones ambientales eran muy aisladas y más enfocadas en la conservación y el valor estético y ético del mundo natural, sin concebir ninguna crisis ni objetivarla.


¿Cómo pensar la problemática ambiental hoy y la dificultad de salir de la inconciencia colectiva frente a lo que se ha llamado el antropoceno? Estamos hoy en una contradicción fundamental entre un diagnóstico objetivo siempre más claro de una profundización de la crisis ambiental y un cúmulo de respuestas subjetivas que pretenden resolver la crisis, pero que sabemos que son insuficientes y atrapadas en el programa global del desarrollo −insostenible− institucionalizado durante la segunda mitad del siglo XX.

En efecto, la política después de la segunda gran guerra se centró en lo que se ha definido entonces como “desarrollo”, asemejado a la idea de progreso, particularmente focalizado en el crecimiento económico y apoyado por la ciencia y la tecnología. Esta política se ha transformado en un programa global virtualmente incuestionado, consolidando un cierto ideal de control (de la naturaleza y de lo social) y de progreso. La promesa era fundamentalmente de igualdad, en el sentido de igualar los modos de vida de las clases altas del mundo “desarrollado”, y entonces el acceso a un consumo sin límites en un mundo de abundancia (energética y de recursos). Con esta política del desarrollo, se ha terminado de consolidar el modelo civilizatorio termoindustrial, capitalista y de consumo que se ha vuelto hegemónico, reduciendo todas las formas de organización social a sus propios estándares y racionalidades. Es decir, un modelo civilizatorio dominante basado en una producción industrial dependiente de la energía térmica y de recursos no renovables, con un régimen económico de acumulación, expansión y crecimiento indefinido, y con una cultura de consumo de masa ilimitado que construye las subjetividades.

Hasta los años 1960-70, las preocupaciones ambientales eran muy aisladas y más enfocadas en la conservación y el valor estético y ético del mundo natural, sin concebir ninguna crisis ni objetivarla. El libro “Primavera Silenciosa”, de Rachel Carson, marca simbólicamente el despertar del movimiento ambiental contemporáneo, soportado por una constelación de actores (intelectuales, científicos, activistas, políticos, empresarios, etcétera) que ha instalado el debate político sobre la necesidad de reubicar los procesos sociales en el contexto de las leyes y equilibrios naturales. En la siguiente cita de R. Carson, entendemos cómo se propuso en este momento una suerte de “conciencia colectiva crítica” frente al imperativo de la sustentabilidad socioecológica: “Creo que nosotros, en esta generación, debemos llegar a un acuerdo con la naturaleza. Y creo que la humanidad está desafiada como nunca antes para demostrar su madurez y dominio, no de la naturaleza, sino de sí misma” (programa “C.B.S. Reports” del 3 de abril de 1963).

Como dice la frase de Pogo, el famoso personaje de cómics de Walt Kelly, que se ha transformado en el lema del movimiento ambiental estadounidense en el contexto del primer “Día de la Tierra” en 1970: “Hemos encontrado el enemigo y somos nosotros mismos”. Pero de enemigo pasamos a ser los salvadores, insertando la problemática ambiental en el mismo programa de desarrollo del siglo XX, con la propuesta alentadora del desarrollo sostenible y las implementaciones concretas de aquello con políticas de modernización ecológica, consolidando el modelo civilizatorio termoindustrial, capitalista y de consumo, con la mitigación de sus impactos ambientales, principalmente mediante innovaciones tecnológicas.

Este artilugio político abre una paradoja irresoluble, una aporía: el deseo de mantener el modo de vida derivado del modelo civilizatorio termoindustrial, capitalista y de consumo, sabiendo que es socialmente y ecológicamente destructor (insostenible). Este momento permite la instalación de una suerte de “inconciencia colectiva” posibilitada por una política de simulación que asegura hacerse cargo de la crisis ambiental al mismo tiempo que perpetúa el modelo civilizatorio moderno que ha causado la misma crisis.

La idea de desarrollo sostenible y la implementación de políticas de modernización ecológica instalaron un espejismo de resolución de esta paradoja (una “ilusión de realidad”), sin embargo, después de 40 años de modernización ecológica, los impactos ambientales asociados al crecimiento económico material sostenido se siguen profundizando. Entonces, ¿qué podemos hacer frente a las evidencias siempre más certeras de un futuro incierto, cuando el enemigo ya no somos nosotros porque ahora el crecimiento económico es verde y circular? El eco de las alertas de los años 1970 resuena hoy con fuerza, al mismo tiempo que se ha normalizado la crisis ambiental y la idea (ilusoria) de que hacemos todo lo posible para enfrentarla. El problema es que hacemos todo lo posible dentro de los límites del modelo civilizatorio termoindustrial, capitalista y de consumo, pretendiendo construir una civilización verde, en los siguientes términos: ecoindustrial, capitalista verde y de consumo responsable. 

De tal modo, mantenemos viva la inconciencia colectiva cuando, más que “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, parece que estamos satisfaciendo el deseo del presente de acceder a modos de vida insostenibles comprometiendo cualquier posibilidad de satisfacer las necesidades básicas de las generaciones futuras. Pero el espejismo se está trizando cada vez un poco más y reaparecen claras alertas y propuestas de transformación, tanto en un sector creciente de la academia como en la ciudadanía (con el movimiento global Friday For Future o la ciencia colaborativa y transformativa, por ejemplo). Estas iniciativas buscan deshacer la insustentabilidad para hacer posible una necesaria transición hacia la sustentabilidad socioecológica. 

Por esta razón, resultan interesantes las instancias de debate y discusión que se generarán durante la semana de cooperación internacional de la etapa 1 del proyecto de investigación “¿Sostener lo insostenible o habilitar sociedades sustentables?” (Fondeyct N° 11180256, Conicyt), que se desarrollará entre el 7 y el 11 de octubre en Talca, donde se realizarán visitas a terreno, pero también habrá espacio para una conferencia abierta y un workshop con académicos nacionales y extranjeros que entregarán su visión y experiencia en estas materias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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