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Alzamiento popular en Chile Opinión

Alzamiento popular en Chile

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No hay paz sin justicia. Esta consigna popular tan profunda, pero tan simple de entender, es lo que Piñera no logra racionalizar. Las injusticias sociales, la gigantesca desigualdad, acumuladas durante más de treinta años, provocadas por el sistema socio económico neoliberal, hicieron salir en masa a los chilenos a la calle, conformando un estallido social nunca antes visto en democracia, que tiene al gobierno de Sebastián Piñera en la cuerda floja.

Al Presidente no le cabe en la cabeza que el modelo económico neoliberal, implementado en dictadura por los Chicago Boy, no se sostiene ni un segundo más. Porque él, como Chicago Boy, aprendió en la universidad que esta ideología es la panacea para sacar a un país del subdesarrollo. Lo cual nunca cuestionó y continúa sin cuestionar. Aunque la evidencia de la gran agitación social  in crescendo a través de todo el país, le demuestre en “manzanitas” que el neoliberalismo llegó a su fin.

El modelo, el “chorreo” y la paz social

El sistema capitalista neoliberal consiste en la total ausencia de regulación del mercado, incluido el laboral y  en reducir  el Estado a su mínima expresión (ojalá hacerlo desaparecer). Ya que, sólo la privatización de todos los bienes económicos y sociales – incluyendo salud, educación, seguridad y justicia –garantizaría al hombre su libertad y perfecto desarrollo social y económico. La propiedad y el capital queda en mano de los privados. La eficiencia en la productividad de estos, sería su única “ley”. Porque el progreso se basa en un elevadísimo crecimiento macro económico, como para que el mercado por sí solo se encargue de distribuir la riqueza y bienestar a los más desposeídos. Es la tan conocida teoría del “chorreo” de Milton Friedman. Sólo así saldríamos del subdesarrollo. Y lograríamos la seguridad y paz social.

 Los “jaguares” y la concentración económica

Mientras en los gobiernos democráticos, el crecimiento macro económico aumentaba en forma galopante, a la par aumentaba la concentración económica  en manos de los grandes conglomerados y las transnacionales. Chile se convertía en un país ejemplar para invertir y hacer negocios. Llegamos a ser el país más neoliberal del mundo.

La centro derecha y ultra derecha, junto al gran empresariado, se jactaban del modelo, mencionando a Chile como el “jaguar”. el “milagro”, el “paraíso” de Latino América.

Sin embargo, junto al acelerado progreso, comenzó a generarse  una tensión de clases. La brecha, sin precedente, de ingresos y oportunidades, entre los más ricos y los más pobres, generaba un aumento de la violencia y la delincuencia en nuestro país.

Después de más de 40 años de implementar este modelo, iniciado en la dictadura de Pinochet por los Chicago Boy, fue fortalecido en democracia,  en los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei y  profundizado especialmente  en el gobierno de Ricardo Lagos, quien terminó privatizando toda la propiedad y recursos naturales, incluso nuestro océano,  entregado por la Ley de Pesca a siete familias la explotación de nuestro mar, quienes arrastran toda la flora y la fauna marina, dejando  a los pescadores artesanales en un total desamparo.

La Presidenta Michelle Bachelet comenzó su segundo gobierno con mucho ímpetu a promover reformas estructurales, tales como aumentar el impuesto a los más ricos, llamar a una Asamblea Constituyente, para cambiar la Constitución de la dictadura,  educación gratuita y de calidad etc. Lo que logró menos que a medias, ya que, como siempre, no sólo los grandes empresarios le golpearon la mesa, con amenaza de fuga de capitales y gran desempleo, Sino que, miembros de su propia coalición, como Isabel Allende y su propio Ministro del Interior, Jorge Burgos. la menoscabaron, llamándola a la “gradualidad” y “responsabilidad” de  las reformas .Y todos unidos, descalificaron en forma brutal el concepto de “retroexcavadora”  al modelo económico , que enarboló el senador del PPD y actual presidente del Senado, Jaime Quintana.

Una vez más vencía la campaña del terror neoliberal.

El gran abismo entre los dos Chile

Durante el actual gobierno de Piñera, han surgido nuevas cifras que constatan el nivel de concentración económica. Según estudios de la Fundación Sol, el 0,01% de los chilenos, que son 1.800 personas, obtienen ganancias de hasta  576 millones de pesos percápita  –por cada miembro de la familia-  en un mes. Es la nueva clase social de los súper ricos, que no son más de diez familias, tales como Luksic, Julio Ponce Lerou, Paulmann, Saieh, Piñera, Angelini, Matte, que aparecen en la revista Forbes, dentro de los hombres más millonarios del planeta.

Otro dato duro es que el 1% más rico concentra el 33% de la riqueza del país. Uno de los porcentajes más altos de concentración de ingresos del mundo. Esto, contra un sueldo mínimo de 301 mil pesos al mes, evidencia  la escandalosa desigualdad entre los chilenos.

Los súper ricos con el grupo ABC1 (no más del 9% de privilegiados)) y por otro lado la clase media empobrecida junto a los más pobres de la nación, divide a Chile literalmente en dos países distintos.

Un gran crecimiento, basado en un hiper consumismo, es el fundamento del modelo capitalista neoliberal, implementado en Chile. El bombardeo publicitario, en especial a través de la televisión, crea falsas necesidades, y muestra que el camino a la felicidad se gana, mientras más bienes  se consuman. Los bancos otorgan créditos de consumo incluso a los más  pobres, quienes a través de las tarjetas de crédito, viven sobre endeudados hasta el fin de sus vidas. Ya que el “tener” pasó a ser prioridad, antes que el “ser”.

Por otro lado, las vergonzosas pensiones, que no alcanzan para vivir, en manos del sistema previsional privatizado, que son  las multimillonarias AFP –cuyo creador fue José Piñera – y la salud privatizada, en manos de las también multimillonarias Isapres, junto a la educación media y superior privadas, con la calidad basada en el lucro,  obliga al casi 90% de la población a someterse  a  una miserable y desdichada salud pública, que ha costado muchísimas vidas, (por las listas de espera de años)  y a una calamitosa educación pública . Algunos políticos y economistas han admitido que esta desigualdad es una vergüenza moral. Ya que este sistema  no sólo produce, sino reproduce la desigualdad.

La paz social que existía en Chile, suponía un pueblo adormecido y anestesiado con el consumo, la farándula y las aspirinas de los gobernantes. Según esta premisa,  el pueblo nunca saldría a protestar. El único síntoma – que ningún Jef@ de Estado supo leer – era un creciente aumento de la violencia, delincuencia juvenil  y vandalismo, provocado por el mismo sistema tan excluyente  y segregacionista. Esto ponía en jaque la seguridad de los chilenos, por lo que,  Piñera enarboló, como una de sus principales consignas de su programa de gobierno,”…terminar con la delincuencia y la violencia”.

Chile despertó

Así  los gobernantes, en especial el presidente y  políticos de su gobierno, aferrados al dogma y la ideología del “paraíso” prometido por el neoliberalismo,  no quisieron  ver ni escuchar que, estando dentro de los 10 países con peor distribución del ingreso del planeta, larvadamente se estaba gestando un descontento en la gran mayoría de los chilenos, por la tremenda injusticia social y abusos de poder y corrupción de las cúpulas empresariales, políticas y gubernamentales. Una olla a presión que  ebullía, segundo a segundo, más y más.

Pero Chile despertó. Y la olla a presión estalló. La evasión del pasaje del Metro en masa, el pasado viernes 18 de octubre, fue el principio de una gran agitación social en contra del sistema.

El aumento del pasaje del Metro de 30 pesos (Piñera lo anuló), fue sólo la gota que rebalsó el vaso de una frustración e irritación silenciosas,  acumuladas por más de 30 años. Paralelamente, comenzó la destrucción e incendios de casi 80 estaciones del Metro, de  bancos  emblemáticos, incendio de buses, vagones del Metro. El comercio en general era devastado por jóvenes, algunos encapuchados, quienes conjuntamente  iniciaron múltiples  saqueos a  super mercados y  barricadas en todas las calles a lo largo del país. El caos social era de magnitud. Toda esta violencia se enmarcó dentro de una ciudadanía empoderada, que marchaba en forma familiar y pacífica.

Ante este escenario, el presidente Piñera señaló “Chile está en guerra, con un enemigo poderoso e implacable.” Y repitiendo, lo de todos los días, como un mantra, ”Es mi deber proteger a la inmensa mayoría de los chilenos, que quieren volver a la calma y tranquilidad…seré implacable con los violentistas, vándalos y delincuentes”.. Justificando con ello el estado de excepción (viernes 18) y el toque de queda,(sábado 19)- inédito desde el retorno a la democracia-, para la Región Metropolitana, sacando el ejército  a la calle, Como si el conflicto se tratara sólo de una cuestión de orden público.

Ver militares patrullando y reprimiendo en las ciudades de Chile, fue un horror para miles de compatriotas. Un recuerdo arraigado en el inconsciente colectivo de los días más obscuros de la historia de Chile: la dictadura de Pinochet.

Las masivas protestas se habían extendido a través de todo el territorio. Y día a día fueron  in crescendo. Por lo que el estado de emergencia  y el toque de queda   también  fue implantado en todas las regiones de la nación. Pero, a pesar del toque de queda y el ejército  en las calles, los  manifestantes pacíficos  desafiaban a los militares y a carabineros en una conducta  sin precedente  de desobediencia civil, que demostraba la pérdida total  del miedo de una inmensa mayoría de los chilenos..

El domingo 20 de octubre Santiago vivía las 36 horas más violentas, desde el retorno a la democracia.

El caos era incontrolable, ante un mandatario pasmado y gobierno aterrado, por no entender nada. Y una clase política paralizada, por la histórica crisis política social e institucional, que jamás imaginaron.

De hecho, solo 10 días antes de la evasión masiva del metro, el 8 de octubre, Piñera había declarado en un programa de televisión “Nuestro país es un oasis, dentro de una tan convulsionada América Latina”.

“Chile despertó”. “que se vayan los milicos”, “El pueblo está en la calle, pidiendo dignidad”. “El pueblo unido jamás será vencido”. ”Paco escucha, no somos delincuentes, el único que roba es el presidente “. Son algunas de las consignas que las  personas congregadas -Niños, adultos mayores, jóvenes, adolescentes, de todas las clases sociales, incluso las más pudientes- gritaban desaforadamente, mientras tocaban las cacerolas, bailaban, hacían rondas, tocaban tambores. Pidiendo en masa la renuncia del presidente.

También cientos de chilenos en el extranjero se reunían en diversos puntos del mundo para sumarse a las intensas manifestaciones que se vivían en el país.

Así fue, como el viernes  pasado 25 de octubre, se reunió más de un millón y medio de personas, repletando las calles del gran Santiago, convirtiéndose en la protesta más masiva de la historia de Chile. Esto fue replicado en regiones, llegando a más de dos millones de compatriotas en la calle.

Al día siguiente el gobierno suspendió el toque de queda, para hacer creer a la población que todo volvió a la “normalidad”.

Violaciones DD.HH  v/s espaldarazo a Carabineros

Sergio Micco, director del Instituto Nacional de Derechos Humanos INDH indicó que “han sido días muy complejos, en donde hemos constatado graves violaciones a los DD.HH. cometidos contra mujeres, hombres, niños, niñas y adolescentes. El Instituto cifra en 3.163 los detenidos, entre ellos, 347 menores de edad. Además,  Micco denunció a Amnistía Internacional más de 120 casos  de violaciones a los DDHH. De los cuales 106 corresponden a querellas de distinto tipo, cinco por homicidio, cometidos por Agentes del Estado, 64 por torturas, de las cuales 18 tienen una connotación sexual. Se sabe de más de 140 personas que han perdido, a lo menos un ojo, por disparos de perdigones, de parte de agentes del Estado, durante la semana pasada.

Además, el director del INDH, desmintió tajantemente que la agresión, con 10 perdigones, de parte de carabineros, al funcionario del INDH, haya sido un “montaje”, como lo denunció la diputada de RN, Paulina Núñez.

Cabe destacar que una fuente muy fidedigna de la población La Victoria, señaló que, vió con sus propios ojos, a dos personas colgadas en la población. Una de ellas, llamada Javiera Valentina, trabajaba de “mimo” en la calle. Fue violada, estrangulada y después colgada..

Por su parte, la delegación enviada por la Alta Comisionada  de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, arribó a Chile el 30 de octubre. Ayer 31 de octubre, se reunió con el INDH para revisar la considerable violación de Derechos Humanos, durante el alzamiento popular.

Sin embargo, el mismo miércoles 30, el presidente Piñera, en  conferencia de prensa en el hospital militar y después de haber visitado a los carabineros heridos, declaró su incondicional apoyo a  la “impecable” actuación de Carabineros durante ya casi dos semanas de  estallido social. Manifestando su total  repudio a quienes los hirieron. Y señaló, que Carabineros pudo haber cometido “errores” o “excesos”, pero eso se está investigando. Otro espaldarazo, que empodera aún más a Carabineros, para que continúen reprimiendo, como lo hacen en todas las protestas y violando Derechos Humanos.

El Presidente Sebastián Piñera no descartó en el futuro impulsar “reformas estructurales” para solucionar la crisis social. Y se mostró abierto a discutir una nueva carta fundamental, dado que horas antes, el vocero de la Corte Suprema, Lamberto Cisternas, asegurara que está de acuerdo con una nueva Constitución “porque el clamor de la ciudadanía es tan grande, que deberíamos abocarnos a eso”.

Pero el Jefe de Estado fijó como prioridad “el orden público, la seguridad y la paz social”, como segunda prioridad, abocarse de lleno a la agenda social prometida y en tercera prioridad, se estaría iniciando un proceso de diálogo, que va a concitar a una amplia mayoría de los chilenos.

Mientras, los compatriotas han generado espontáneamente cabildos, para debatir las demandas más urgentes, para saber sobre las causas del estallido y dar propuestas generales al conflicto.

Por otra parte, a las 11 de  la mañana del 30 octubre, el presidente Piñera declaró que “con profundo dolor”, determinaba suspender sus dos hitos internacionales: la APEC y la COP25, por el complejo escenario social y riesgos de seguridad en el país. Provocando una gran preocupación por la “imagen país”, a estas alturas tan fracturada.

Prueba de aquello es que varios gobiernos extranjeros, como Canadá, Reino Unido, Australia, Suiza, EEUU, entre otros, alertan a sus ciudadanos sobre los riesgos de viajar a Chile.

Los NiNi neoliberales

Ni el “Mea culpa” del mandatario y de muchos ex ministros, ni el paquete de medidas económicas  que prometió y continúa prometiendo, ni el cambio de gabinete de ocho de sus emblemáticos ministros, han traído calma ni conformidad a los chilenos, quienes continúan volcados en las calles masivamente.

Al igual que continúan los vándalos, formando  barricadas en las avenidas más emblemáticas de cada ciudad. La furia del pueblo, lejos de ceder con estas medidas, se fortalece cada día más. “Es una burla, ”Es un mal chiste”, “nos creen ignorantes y tontos”, “basta de soluciones parche, dulces y maquillaje”, afirman los manifestantes, con mucho encono y rabia.

Lo anterior, nos muestra la certeza de que los NINI neoliberales, que son la gran mayoría de la élite política gubernamental  y económica, hasta el día de hoy, ni entienden ni escuchan que la indignación, la cólera y la furia provocadas por la sumatoria de años de abusos y privilegios de los poderosos, y de la clase alta, tuvo como efecto la gran exclusión, segregación, marginalidad y miseria para millones de nuestros compatriotas, quienes, tras años de silencio y sumisión, no toleran ni un segundo más de injusticias ni de escandalosa desigualdad.

Por esto demandan con urgencia la renuncia de Piñera y  conformar con  la misma urgencia una Asamblea Constituyente, para elaborar una nueva Constitución, en reemplazo a la de la dictadura, donde se sientan verdaderamente representados.

El presidente Piñera y su asesor del segundo piso, Cristián Larroulet, son los  íconos visibles de la ortodoxia de los neoliberales del Chile actual. Seguido por todo su gabinete y los políticos de su coalición, cuyo dogma los transforma en NiNi neoliberales. Ni ven Ni escuchan la evidencia, el corazón del conflicto. La evidencia de que el alzamiento popular en Chile  es  el resultado del modelo capitalista neoliberal, que totalmente a la inversa del desarrollo y equilibrio social que postula, no sólo segregó, excluyó, sino que sumió en una sobre pobreza a la gran mayoría de la nación. Y que las demandas del pueblo van en sentido totalmente contrario a ese modelo.

Demandan dignidad y calidad de vida en todos los ámbitos de los derechos y servicios  sociales. Y que la nueva Constitución  legalice la nacionalización de los recursos naturales, de los servicios básicos, el término de las AFP, sueldos dignos, la devolución de la propiedad usurpada por chilenos y  extranjeros, entre otros. O sea, un profundo y radical cambio de estructuras, en las que el sistema neoliberal no tiene cabida.

Pero los NINI neoliberales, ciegos y sordos, insisten en que estas masivas protestas populares, desde hace ya dos semanas, no implican el fracaso del modelo.

La responsabilidad de este alzamiento popular y revolución chilena, se extiende también a la antigua Nueva Mayoría y Concertación, quienes cedieron todo  a las manos del mercado, porque les gustó el poder que les provocaba la alianza con el sistema.

La consecuencia es el  nihilismo que sufren los compatriotas por toda la clase política chilena. Ya no hay para ellos, entre los políticos, en quien creer ni en quien confiar.

Mientras Piñera no asuma que el modelo, que prometía el “paraíso” para Chile, no sólo reventó, sino que fracasó rotundamente y enmiende el rumbo en dirección diametralmente distinta, continuará escuchándose en las calles, al son de las cacerolas y las barricadas “Si no hay justicia para el pueblo, no habrá paz para el gobierno”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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