El panorama actual no es para nada alentador, en Chile y el mundo la crisis sanitaria ha profundizado la incertidumbre en los mercados globales, que auguran un pésimo año en materia económica. El Coronavirus caló en los especuladores, afectando los mercados financieros en un lunes negro, y más grave aún, también la economía productiva, es decir, la economía real, desde la inversión, pasando por la producción, hasta el consumo, dañando las cadenas productivas y caracterizando así, este nuevo ciclo recesivo de los mercados mundiales.
El Fondo Monetario Internacional proyecta que producto de la crisis, la economía mundial crecerá en 2020 a un ritmo inferior que en 2019, cuando creció 2,9%. China, producto de las medidas que tomó para enfrentar la crisis sanitaria, ha disminuído en un 2% su producción manufacturera, provocando una grave y profunda pérdida para la economía mundial. Al mismo tiempo, la restricción de tránsito y el progresivo cierre de fronteras entre Asia y el mundo provocó un efecto inmediato en la demanda hacia las aerolíneas -principales compradores de petróleo en el mundo- generando un impacto directo en el tipo de cambio de países exportadores de petróleo muy dependientes de la exportación de materias primas.
La fragilidad de los mercados
Llama la atención la capacidad que ha tenido el Coronavirus para quitar las caretas. Si hay algo que ha quedado en evidencia para la ciudadanía estos días, es la dependencia absoluta que tenemos como países monoproductores a las grandes potencias mundiales, que son quienes concentran los capitales. El virus aún no llegaba a Latinoamérica pero ya vivíamos las consecuencias con la caída de los mercados bursátiles, una drástica devaluación de las monedas locales y una fuerte alza en los indicadores inflacionarios.
Años de “responsabilidad” fiscal, de políticas sociales en la medida de lo posible, de cuidar a los grandes empresarios, de baja recaudación tributaria y mucha evasión de impuestos, para que viniera la pandemia mundial y se llevara los ahorros de miles de abuelos y abuelas y pusiera en riesgo los trabajos de los más humildes.
Un choque contra la realidad para aquellos que creen que es suficiente tener “buenos aliados” y no una economía nacional fuerte y sustentable. Para aquellos que decían que gracias a los privados el país crecía y el Estado no era más que un estorbo para el desarrollo pleno del mercado. Para los antipatriotas que prefieren invertir en el exterior o poner sus fondos en paraísos fiscales.
Un Estado para la Gente
El Coronavirus ha impactado tan fuerte las economías globales y nacionales porque ha afectado en la economía real, en la economía productiva. Ya no es una burbuja inmobiliaria que estalla y reduce las ganancias y liquidez de los bancos, esta crisis afecta directamente la producción nacional (oferta) porque la medida más eficiente (y necesaria) para enfrentar la crisis sanitaria es el aislamiento social, lo que implica que los trabajadores y trabajadoras no vayan a trabajar y por tanto, se corte el proceso productivo; y, ha afectado gravemente la demanda, por motivos que se podrían resumir en que, primero, el comercio está prácticamente paralizado; segundo, porque existe mucha incertidumbre para las familias chilenas que prefieren ahorrar antes que gastar; y tercero, porque si no se trabaja no hay sueldos, entonces la capacidad adquisitiva de la gente disminuye. Este es precisamente, el círculo vicioso que se debe romper para superar la crisis.
Por tanto, otra cosa que nos demuestra el Coronavirus, es que, al contrario de lo que muchos creen, las economías ¡las sostienen personas! y no los flujos de capitales. Más aún, los procesos productivos que son siempre colectivos lo sustentan los trabajadores y trabajadoras de este país.
Sin embargo, hay quienes han planteado la necesidad y responsabilidad del Estado de salvar a las empresas, de dar garantías a los dueños del capital, iniciativas que sólo demuestran la desconexión de estos sectores con este otro Chile, el que trabaja para vivir. Yo les pregunto, ¿qué garantía da hoy día el mercado financiero si cada día se pierden miles de millones de dólares de los fondos de pensiones? ¿Qué garantía dan los súper ricos, si Latam, Jetsmart y Sky están pidiendo al Estado un rescate? Les propongo salvar a las familias chilenas, esas si que dan garantías, verdaderos patriotas que todos los días ponen lo único que tienen -su trabajo- a disposición del país.
Una revolucionaria respuesta: El sentido Común
No quiero proponer acá, volver a un viejo debate o una superada dicotomía entre Estado y mercado, quiero proponer un debate sobre la posibilidad que tenemos de pasar de un Estado de y para los poderosos a un Estado de y para la gente. Ese 99% de trabajadores y trabajadoras que sostiene este país y a los cuales siempre nos toca pagar los costos de las crisis.
Hoy día, nos encontramos ante una situación compleja, el Banco Central, en una dirección correcta, ha hecho esfuerzos por reactivar la economía, aumentando la liquidez de dinero circulante y disminuyendo la tasa de interés a 0,5%. Pero estas medidas no son suficientes, en momentos de recesión las medidas de política monetaria no funcionan por sí solas, deben complementarse con medidas de política fiscal audaces.
El Gobierno ha presentado su paquete de medidas económicas, que en concreto implica para las familias chilenas aferrarse al seguro de cesantía. Una política necesaria, pero absolutamente insuficiente para hacerse cargo del empleo precario. Las autoridades deben entender que la única forma de contrapesar la crisis es cortando el círculo vicioso de la crisis de demanda interna y en ese sentido, el consumo es fundamental, y eso sólo se consigue dando garantías de estabilidad económica a las familias. Pero además que tienen la oportunidad de poner primero la vida de las personas, invirtiendo e implementando medidas preventivas, mejoras de infraestructura, más médicos, más camas para hacer frente a la crisis.
El Coronavirus quitó las caretas y mostró claramente que no será el FMI, ni el BM, ni los empresarios que nos sacarán de esta crisis, serán los y las trabajadoras, la mayoría de Chile. A través de los fondos ahorrados en el exterior por la ley de responsabilidad del Estado o echando a andar la máquina.
Por eso, que la crisis la paguen ellos, los súper ricos, y no, la gente.