Señor Director:
Cuando comencé la carta «La China Confuciana«, utilicé el adjetivo mediático, significando que el propósito del gobierno chino es cambiar la imagen negativa inicial sucitada por el origen del virus en Wuhan. Al terminar la misma carta, nuevamente utilicé el mismo adjetivo para describir lo que está haciendo el gobierno chino, una tremenda campaña de marketing mundial para dar un giro radical, desde un desastre nacional hacia un triunfo global.
Hace unos ciento cincuenta años, luego de las guerras del opio (originadas por tráfico de opio realizado por el imperio inglés desde India hacia China) , el país del centro fue humillado no solo por el Reino Unido, sino por las principales potencias europeas imperialistas que invadieron su territorio. Tianjin, ciudad en donde viví hace algunos años, fue literalmente tomada por tropas franco-británicas; eventualmente las principales potencias mundiales( incluido el imperio rusio y japonés) invaden cobardemente el territorio chino en varios frentes. Las vejaciones que vivió el pueblo chino en aquel entonces propició una serie de rebeliones que terminan con la caída de la última dinastía imperial de China, convirtiéndose así en una república, y años más tarde, en la República Popular China.
Mao Zedong, durante su gobierno, prohibió cualquier tipo de religión inclusive el confucianismo; para él, la religión fue la gran culpable de la falta de desarrollo tecnológico y pobreza de China. En consecuencia, hoy en día más de un 70% de los chinos se considera irreligioso. Al recorrer China, sus templos se encuentran atestados de turistas, mientras los templos del consumo, los malls, se repletan de chinos comprando las últimas marcas de occidentales.
La China fue humillada por las potencias occidentales, y esa espina aun está clavada en la psique del pueblo chino. Afortunadamente para nosotros en Chile (que no tenemos deudas históricas pendientes con China), el presidente Jinping incluso habló de llevar a una nueva fase de cooperación y amistad la relación con Chile. Sin embargo no podemos ser ingenuos; nuestro país es la puerta de entrada a Latinoamerica para el gigante asiático, quien está interesado no solo en nuestros recursos naturales, sino en un gran objétivo estratégico: La Antártida.
Patricio Torres Luque