La emergencia, producto de la propagación del COVID-19, ha tenido repercusiones a todo nivel, generando un escenario atípico y muy distinto al que teníamos proyectado para esta altura del año. Sin embargo, la forma de enfrentar esta y otras contingencias va a ser determinante para poder sobreponerse y superar los desafíos y problemas.
El contexto actual representa una oportunidad de unión, primero de los habitantes, y también de unidad como país, para hacer resurgir valores esenciales de convivencia –amor, solidaridad, altruismo, fraternidad y empatía–, así como generar la necesaria comprensión por los contagiados, enfermos y adultos mayores.
Las circunstancias que hoy vivimos, son una gran oportunidad para ir superando la cultura de la desconfianza y del negativismo, de crítica desmesurada y constante, de ver únicamente lo que está mal. Es el tiempo para erradicar esta mentalidad respecto a que nosotros somos los perfectos, lo sabemos y lo hacemos todo bien y mejor, mientras que los otros son los incapaces, los aprovechadores o los enemigos. Es el tiempo de dejar a un lado suspicacias, discrepancias y prejuicios, así como las típicas defensas corporativas y el permanente afán de sacar créditos para un sector ideológico o grupo de interés.
Ahora, es la oportunidad para que restablezcamos las confianzas entre todos nosotros, y nos unamos frente a este enemigo invisible que puede atacar la salud de cualquiera de nosotros.
Es la oportunidad para valorar lo positivo, para agradecer lo que tenemos, para creer en la buena fe y voluntad del otro. Por ello, creamos en nuestras autoridades, que están haciendo lo posible a través de sus acciones; creamos en las autoridades de nuestro sistema de salud y los trabajadores que allí se sacrifican por cualquiera de nosotros; creamos en los directivos de los colegios, que se esfuerzan por seguir operando y educar a nuestros hijos. Creamos en las autoridades de nuestras universidades, que están realizando los mejores esfuerzos, invirtiendo enormes capacidades y recursos de todo tipo, para asegurar la continuidad y sostenibilidad de la educación superior del país.
Corren tiempos en que estamos luchando por vidas humanas. Aparece la necesidad de concentrarse en lo esencial, lo cual nos obliga a priorizar recursos, intereses y demandas. De ahí nuestro llamado urgente a asumir responsabilidad, ejercer primero autocrítica, ser propositivo y pensar en el bien de todos. Solo con unidad y cohesión cívica, logremos salir, con las menores bajas posibles, de esta crisis. Es una tarea de todos y que parte por actuar con buena voluntad y buena fe.
Por último, también son momentos para agradecer a esos miles de trabajadores de la salud que arriesgan su propia salud y la de sus familiares, a los trabajadores que diariamente salen de sus casas a mantener operativas las cadenas de abastecimiento, y a tantos otros que, siguiendo una profunda vocación de servicio, aportan al bien común.