Desde finales del siglo XX, cada vez que los mercados enfrentan crisis profundas, comenzamos a oír y leer la célebre frase, elevada ya a nivel de axioma, cash is King. Durante el colapso mundial de la Bolsa en 1987 y la crisis subprime de 2008 fue la idea más recurrente en las conversaciones de directores de grandes compañías, gerentes de bancos y corredores de bolsa y, cómo no, empieza a repetirse con fuerza hoy en día en medios como Forbes o The Financial Times. Y es que, en cada vuelta, no deja de comprobarse la inmejorable descripción, en tres palabras, de lo que ocurre con los flujos de caja y su importancia para la salud (hoy literalmente la vida) de las empresas.
La importancia del análisis del flujo de caja proviene del hecho de que mide la capacidad de generación de fondos que tiene la empresa, a través del desarrollo del giro de su negocio. En definitiva, es un indicador clave a la hora de evaluar su solvencia, es decir, las posibilidades de autofinanciarse. A mayor solvencia, mayor independencia financiera respecto de terceros, como acreedores, bancos e, incluso, sus propietarios si los consideramos como acreedores “no exigibles”.
Pero más allá de lo que la intuición puede decirnos respecto de lo que es dinero “seguro” y lo que no, incluso en épocas de “vacas gordas”, donde incluso la volatilidad es una constante y como en tiempos de hoy donde cunden las incertezas, es necesario que los emprendedores y las emprendedoras estén conscientes de al menos cinco aspectos fundamentales para tomar las decisiones financieras a las que hoy se ven enfrentados.
El flujo de caja se considera una herramienta útil y muy importante para la gestión de la empresa a objeto de planificar su actividad a corto plazo (pago de sueldos, pagos a proveedores, pagos de cuotas de un préstamo) y para mantener el control del efectivo. Para cumplir con las diversas obligaciones, cada empresa deberá mantener una cantidad suficiente de liquidez para que, cuando surja la necesidad, estos puedan ser pagados.
Por lo tanto, el flujo de caja es una herramienta de gestión que permite al propietario de un negocio proyectar el flujo de efectivo en el futuro cercano utilizando los datos pasados, presentes y esperados de las entradas y salidas de efectivo.
Una empresa posee una variedad de obligaciones financieras, las que no todas se reflejan en su estado de resultados (sueldos, pagos a proveedores, etc). Por lo tanto, el flujo de caja proporcionará todos los ítems detallados donde la compañía gasta el dinero. Si la empresa debe pagar la cuota de un préstamo al banco, por ejemplo, ese pago no se reflejará en el estado de resultados de la compañía, sino que afectará a su balance (disminuyendo su pasivo en el monto de capital de la cuota) y al mismo tiempo deberá considerar el pago de esta obligación en su flujo de caja.
Incluso, puede haber una situación en la que la compañía esté obteniendo ganancias en su estado de resultados, pero puede que a la hora de pagar obligaciones no alcance ni para pagar el IVA. Dichas situaciones se pueden identificar y prever al implementar una buena herramienta de flujo de caja.
Las empresas necesitan analizar el grado en que su planificación de efectivo tuvo éxito, ya que los resultados reales pueden compararse contra el presupuesto de caja. Los resultados ayudarán a la compañía a tomar las medidas correspondientes en caso de aparecer desviaciones, como por ejemplo que exista un retraso en la cobranza. Por lo tanto, dicha herramienta ayudará a la empresa a comparar el presupuesto de efectivo proyectado con anterioridad con el presupuesto actual para determinar cuál será el requerimiento de efectivo de la compañía en el futuro.
Si una empresa esperaba que la inversión en una maquinaria para un mes en particular fuera de $ 50 millones, pero finalmente el gasto efectivo fue de $ 75 millones, esto implicará que el administrador financiero tendrá que efectuar los ajustes y tomar las medidas pertinentes en pos de realizar reasignaciones y ajustes en su planificación de cobros y pagos futuros.
Otra función clave del flujo de caja es que ayuda a la administración a efectuar de una manera científica la planificación a largo plazo del efectivo, dependiendo esencialmente de esta acción el crecimiento futuro de la empresa en el tiempo. Por lo tanto, al poner en práctica dicha herramienta proyectada en el tiempo, revelará las acciones comerciales clave que se requieren para que una compañía pueda priorizar las actividades importantes del negocio (incorporado a la gerencia de operaciones) y así lograr los objetivos.
Un flujo de caja proyectado ayuda a la administración de la empresa a identificar la posibilidad del pago de la deuda de largo plazo, ya que uno puede eventualmente proyectar la probabilidad de generar los ingresos necesarios para cubrir dicha obligación.
Determinar el nivel óptimo de saldo de efectivo es crucial para que una empresa sepa si hay escasez, o si los fondos son excesivos, o bien están inactivos. Con el flujo de caja, después de conocer la posición de efectivo real, se pueden tomar siempre mejores decisiones en el ámbito de la inversión, de financiamiento y de distribución de los dividendos generados.
Si hay un excedente de efectivo y los fondos permanecen inactivos, entonces la empresa puede invertir el excedente de efectivo. Por otra parte, si se prevé efectuar un agresivo plan de expansión que excederá la capacidad de pago de esta empresa, entonces se puede tomar la decisión de pedir un préstamo, o gestionar la incorporación de nuevo aporte de capital mediante un socio, o un venture capital.
Como se ve, la importancia del flujo de caja va bastante más allá de lo evidente y de su sola gestión mediante el uso de una planilla de cálculo o un software, pues la clave no solo será procurar tenerlo, sino también de tomar las mejores decisiones respecto a qué hacer con este. Invertir el cash flow en activos que generen una buena rentabilidad de mediano y largo plazo y, por otro lado, desinvertir en aquellos activos que no estén generando retornos adecuados, será en gran medida un termómetro que medirá la capacidad de sustentabilidad y flexibilidad que la gran mayoría de las pymes hoy necesitan.