Estamos atravesando por momentos críticos, en los que tenemos que tomar importantes decisiones sobre la sociedad que queremos reconstruir desde esta pandemia, sin olvidar la crisis social y la crisis climática y ecológica que le anteceden. Cuando los economistas nos advierten que, si la economía total se paraliza, vamos a tener otro tipo de pandemia, como la hambruna, me pregunto cuántos billetes o monedas se comen, respiran y toman al día para tener energía, mantenerse sanos y llevar adelante su día a día.
Últimamente se ha promovido al Proyecto Minero Portuario Dominga como un medio para dar trabajo en medio de la crisis epidemiológica. Se olvidan que el proyecto se encuentra rechazado y en juicio en el Primer Tribunal Ambiental. Durante su extensa evaluación ambiental, fue posible reconocer el alto valor ecológico del área, tanto en tierra como en mar. Queda en evidencia que este proyecto significaría una pérdida de ecosistemas, funciones y servicios ecosistémicos tanto en tierra como en mar que el titular no es capaz de compensar.
Como humanidad, y como sociedad, debemos darnos cuenta de que son los ecosistemas naturales los que nos permiten la vida. Nos dan el aire que respiramos, el alimento que comemos y el agua que tomamos, regulan el clima, recirculan los nutrientes. Poner como un fin último y único a “la economía” no considera la relación de dependencia de la humanidad que se reconoce por el Convenio para la Diversidad Biológica y la Agenda para el Desarrollo Sostenible.
Para cultivar alimentos, medicinas y textiles necesitamos agua pura, acuíferos íntegros, suelos fértiles, aire puro y un clima estable. Para pescar, mariscar y cosechar algas, necesitamos una costa y un océano libres de contaminación. Para criar ganado, para obtener cuero, carne y textiles, necesitamos lluvia para que los campos estén verdes y productivos. Para que exista turismo de la naturaleza, es fundamental conservar los paisajes, los ecosistemas y a las personas. No podemos comer hierro.
Dominga no nos salvará de la hambruna. Es fundamental que de esta crisis seamos capaces de distinguir las actividades humanas que restauran la vida de la Tierra y que contribuyen a la expresión y abundancia de la vida en el tiempo, y que las prefiramos.