El año 2011, el economista inglés Guy Standing publicó el libro ‘El precariado: una nueva clase social’ (The precariat: the new dangerous class). En términos generales, hace referencia a una emergente clase social, que se constituye producto del nuevo orden económico y las transformaciones globales de las últimas décadas. Para Standing, el precariado es una clase peligrosa en el sentido que rechaza las antiguas ideologías políticas del siglo XX. Describe a esta nueva clase social representada principalmente por jóvenes (y no tan jóvenes) como sujetos que tienen que aceptar trabajos inestables, sin una narrativa ocupacional para su vida. Asimismo, define algunos efectos subjetivos asociados a esta nueva clase social, los que denomina las cuatro ‘A’: anomia (sensación de desesperanza), ansiedad (frente a la incertidumbre), alienación (sensación de no poder hacer lo que les gustaría hacer) y rabia (frente a un sistema desigual, en inglés anger). Si bien este libro ha sido revisado y comentado por cientistas sociales e investigadores de los estudios del trabajo en Latinoamérica, se ha planteado como un referente europeo lejano a nuestro contexto regional.
En el escenario actual, dónde estamos frente a una nueva crisis económica producto de la pandemia del Covid-19, considero importante revisar las ideas de Standing y aplicarlas en Chile, especialmente después de lo que fue el estallido social en octubre del año pasado.
En las últimas semanas, el gobierno ha desarrollado resoluciones para hacer frente a la pandemia, poniendo en marcha iniciativas como la Ley de protección al empleo, que se planteó como un sistema de protección orientado a trabajadores y trabajadoras, así como también para aquellas empresas que acrediten que han sido afectadas por la crisis. La medida suscitó una serie de críticas desde distintos actores sociales y políticos. Hemos sido testigos de cómo grandes empresas de servicios y del retail se acogieron a esta Ley, generando un fuerte rechazo hacia el sector empresarial por parte de la opinión pública.
El pasado 1º de mayo, los jóvenes trabajadores de sindicatos de empresas como Starbucks, H & M, Cornershop, Empresas Ripley, entre otras, publicaron el ‘Manifiesto por la dignidad laboral en tiempos de crisis’, donde exponen que las últimas semanas han sido críticas para miles de familias que han visto cómo sus ingresos han disminuido producto de la Ley de protección al empleo promulgada por el Gobierno.
En esta misma línea, rechazan el pago de los sueldos con sus propios ahorros del seguro de desempleo, porque quedan desprotegidos ante -muy posibles- futuros despidos, lo que les impedirá afrontar una ‘cesantía real’. Asimismo, los trabajadores jóvenes se están organizando en varios países para denunciar a las empresas multinacionales que lucran con la juventud como mano de obra barata, pasando a llevar sus derechos laborales.
El 2019, fue un año de grandes movilizaciones. En Chile vivimos el estallido social en el mes de octubre, sin embargo, estas expresiones también en ciudades como Hong Kong, París, Quito, Barcelona y Bogotá. Los jóvenes precariados representan una generación desencantada y cansada de un sistema económico desigual que no les hace sentido y que urge cambiar. En el caso chileno, los jóvenes se han apoderado de los espacios públicos como escenarios para establecer sus demandas, utilizando herramientas elaboradas desde la exclusión, con códigos y formas de protestas aprendidas en las calles y en la marginalidad.
Es importante poner atención a lo que se viene este 2020 y para esto las ideas de Standing respecto al precariado cobran sentido y utilidad en el Chile actual. Es preocupante, que tanto el gobierno, como el sector empresarial produzcan y reproduzcan prácticas de exclusión con los jóvenes, ya vistas en otras crisis económicas. En estos momentos hay un contrato social roto en materia de empleabilidad, donde prima la desconfianza de toda una clase social, no sólo hacia un sistema económico, sino que también frente al gobierno y ante un sector empresarial que vela sólo por sus propios intereses. Las consecuencias de lo que estamos presenciando hacen prever nuevas formas de estallido social (que para algunos quedaron pendientes de marzo), donde habrá nuevas demandas por los derechos laborales. Con seguridad veremos como las cuatro ‘A’s de Standing (anomia, ansiedad, alienación y rabia) se seguirán materializando en los jóvenes chilenos, que amenazan con volver a las calles conformado un cuerpo social más radicalizado, con más ira y sin nada que perder.