Si no remamos para el mismo lado, el bote seguirá dando vueltas a la deriva. Quizás habrá un motín de remeros y pasajeros disgustados y, sin darnos cuenta, una ola de la tormenta caerá encima y nos hundirá. Entonces, los que antes se peleaban por tomar el timón y fijar el rumbo, ahora llorarán por un salvavidas.
O los demócratas acaban con la crisis o la crisis acaba con la democracia, decía un antiguo político español.
Muchos políticos se debaten en acusaciones pequeñas y estériles, con palabras amargas y escasez de propuestas. Las “elites” exaltadas de tanto poner leña al fuego nos terminarán quemando. La polarización se extiende como un tirante que amenaza cortarse y golpearnos en la cara. La intolerancia es una peste que se ha expandido por todo el mundo. En las redes sociales reinan las afirmaciones unilaterales y los disparos de basura. Algunos aprovechan la exaltación para generar un foco de atención sobre su persona o idea. La intolerancia se ha agudizado en los últimos meses quizás por la incertidumbre, el encierro y la impotencia que provocan la pandemia.
Navegamos sobre una tormenta imprevista y desconocida. No sabemos adónde nos lleva ni por cuánto tiempo. Para cualquiera que ejerza el poder es difícil acertar en los diagnósticos y las soluciones. Gobiernan caminando como equilibristas en una cuerda floja y con la vista medio nublada. Una vara larga les cruza de lado a lado, de la que cuelgan las crisis sanitaria, social, económica y política. Las oposiciones y los técnicos también caminan a tientas. Los riesgos de equivocarse son altos para todos, y ya hemos visto que unos u otros se han equivocado.
En estas horas de adversidad y desafíos tremendos para Chile, es indispensable y oportuno que todos hagamos los máximos esfuerzos por cultivar la amistad cívica, actuar con espíritu republicano, construir acuerdos y consensos políticos, fomentar la unidad nacional y el civismo ciudadano.
Es lo que nos conviene como individuos y como país, y lo pide la gran mayoría de los chilenos como dan cuenta encuestas desde hace meses. Todos podemos contribuir a ello, sin excepción. Desde el más modesto lugar y rol de cada cual.
La democracia y la política consisten en dialogar respetuosamente desde nuestras diferencias, escuchando al otro con atención y empatía, para buscar acuerdos mayoritarios y construir consensos generales.
Ello es indispensable para concordar mejores soluciones concretas a los urgentes problemas que nos afectan hoy; para mejorar, legitimar y hacer respetables las instituciones; para dar gobernabilidad y estabilidad política a los gobiernos; para encaminar la recuperación económica y fijar reglas estables para el desarrollo de largo plazo.
Tenemos hoy una preciosa oportunidad como país. Las grandes crisis, adversidades y desafíos que enfrentamos en Chile, superan con largueza a este gobierno y sus plazos, creando un escenario extraordinario para dialogar y unirnos a dibujar un futuro común. Los sueños que teníamos ya dejaron de ser compartidos por todos, se desgastaron o frustraron. Eso no significa partir desde cero. Hay muchísimo que mantener, rescatar y perfeccionar. Pero eso debe ser parte del diálogo y los acuerdos.
Grandes naciones sufrieron enormes crisis y desafíos que supieron enfrentar con diálogo, consensos y unidad, saliendo mucho más fortalecidos. No inventemos la rueda.
En Reino Unido se instalaron sucesivos gobiernos de unidad, primero para enfrentar la Primera Guerra Mundial; más tarde, la Gran Depresión del 29, y después para la Segunda Guerra. Fueron más de 20 años de gobiernos de unidad que dieron paso a un Reino Unido victorioso y fortalecido.
Alemania quedó muy humillada y económicamente destruida por la Segunda Guerra Mundial. Adenauer asumió un gobierno de unidad nacional que duró 14 años y estabilidad por más, surgiendo el “Milagro Económico Alemán”.
México, desde 1940, estableció gobiernos de unidad nacional por 16 años, y un período de consensos hasta 1970, generando el “Milagro Mexicano”.
España, fallecido Franco, desarrolló conversaciones desde la ultraderecha hasta el PC, con ambas Cámaras del Congreso, las asociaciones de trabajadores y de empresarios, etc. Acordaron los Pactos de la Moncloa, para recuperar la democracia, dictar una nueva Constitución, y mejorar la situación económica. Surgió la España moderna, desarrollada e integrada a la Comunidad Europea. Hay muchos ejemplos más.
En la crisis y adversidad, los chilenos tenemos hoy la mejor oportunidad de dialogar y construir nuevos consensos y acuerdos de largo plazo, en múltiples materias. Es la hora de comenzar.