Hace casi cien años, el presidente Arturo Alessandri Palma se refirió a la oligarquía chilena retrograda como “la canalla dorada”, porque ciertos sectores oligárquicos de la sociedad se oponían a establecer reformas sociales en beneficio de los chilenos. Por ello, la “canalla dorada” es una alegoría para representar a todas aquellas oligarquías y grupos de poder que prefieren oponerse a un cambio beneficioso para las partes, simplemente porque amenaza su estatus quo y sus capacidades de extraer rentas sin casi ningún esfuerzo adicional —es decir, sin real competencia. Hoy, a inicios del mes de septiembre, hemos visto otro ejemplo de aquella actitud de la “canalla dorada” en el actuar de los notarios y notarias de Santiago.
El 1° de septiembre, con relación a una notaria que tuvo la osadía de innovar e introducir tecnología para beneficiar a sus clientes, el pleno de la Corte de Apelaciones de Santiago resolvió, por mayoría, que “todos los notarios de la jurisdicción (…) se abstengan de utilizar cualquier sistema computacional implementado en sus oficios para autorizar instrumentos privados de cualquier naturaleza”. Esta decisión, como bien lo han definido Barros y Engel, representa un verdadero “apagón digital” para las notarías de Santiago, justo en el momento más crítico de los últimos cien años, cuando más se necesitan la tecnología y la movilidad. Este dictamen del “apagón digital” representa un retroceso más en materias de modernización y digitalización de los procesos, haciéndonos retroceder a la época de las cavernas notariales.
Dicha innovadora notaría de Santiago tuvo la osadía de introducir tecnología biométrica digital para autorizar de manera no presencial firmas de documentos privados. Lo interesante del caso es cómo los otros notarios competidores de la jurisdicción reaccionaron a la innovación; en vez de aplaudirla y celebrarla, hicieron todo lo posible por desprestigiarla y echarla abajo, usando la creatividad que debería ser usada para crear valor. Por ejemplo, un notario competidor y de paso hermano de un congresista de la nación, burló el software biométrico de la competidora con una máscara, para luego ejemplificar los riesgos de esta innovación y proponer lo que parecería una honesta declaración de inhabilidades. Lo mismo hizo un socio de la Asociación de Notarios, que utilizó un video suyo para tratar de hacer unos trámites y así demostrar los riesgos de la innovación. Sin perjuicio de los riesgos de la innovación, sin duda subsanables, resulta al menos cuestionable el actuar de las otras notarias de Santiago que, en vez de ayudar a mejorar la innovación utilizaron su tiempo y creatividad simplemente para destruirla. Digno actuar de una “canalla dorada”, como diría Alessandri Palma.
Toda esta situación resulta aún más inverosímil cuando recordamos que hace poco —en el 2018— se elaboró un estudio minucioso del mercado de las notarias por la Fiscalía Nacional Económica (FNE), en donde quedó establecido que las practicas y procesos actuales notariales requieren de una modernización impostergable. El estudio señala que, de implementarse las recomendaciones digitales y de libre competencia sugeridas en el mismo, los costos y tiempos que pierden todos los chilenos en las notarías para realizar sus trámites se reducirían, en promedio, en un 95%. Hoy en día, existen pocas reformas en Chile tan radicales y que podrían generar tantas ganancias de productividad, tiempo y recursos para todos los chilenos. Más de la mitad de los ahorros y beneficios vendrían principalmente de dos fuentes: primero, el uso de tecnologías de información y no presenciales y, segundo, el eliminar las grandes barreras de entrada y la extraordinaria falta de competencia que explican —según el estudio de la FNE— las jugosas rentas monopólicas que extraen los notarios a costas de todos los chilenos.
Demás esta decir que nuestra “canalla dorada” a lo largo del tiempo ha empantanado la mayoría de los proyectos de ley que buscan reformar dicho imperio monopólico de notarios. Curiosamente, hasta ahora nunca se ha podido avanzar en reformas al mercado de las notarías y reformar las leyes que rigen a los notarios. Por una razón u otra, sobre todo debido al lobby descarnado que ejercen algunos grupos de interés, todos los proyectos de ley notariales no han llegado siquiera a tramitarse. Todo esto quizás pueda cambiar, ya que existe hoy un proyecto de ley en tramitación, presentado por el actual Gobierno, que introduciría ciertas reformas de libre competencia para que los notarios pierdan ciertos privilegios que les permiten mantener sus cuantiosas ganancias monopólicas. Dicho proyecto sería una excelente forma de traer competencia al mundo de los notarios, sin embargo, el proyecto se encuentra empantanado en el Senado, a pesar de que se han ingresado 15 solicitudes consecutivas de suma urgencia para reformar. Hay una fuerza “canalla” en el Congreso que pereciera frenar siempre los esfuerzos por establecer reformas notariales por el bien de los chilenos. Parecieran existir oligarquías y grupos de poder que prefieren oponerse al cambio beneficioso para seguir extrayendo rentas en desmedro de todos nosotros. En un país que esta hoy más preocupado que nunca por la dignidad de trato y la desigualdad, esta situación notarial resulta escandalosa por decir lo menos.
La gran diferencia entre el proyecto de ley actual y los intentos anteriores por reformar el mercado de los notarios es que hoy la ciudadanía y los políticos cuentan con evidencia empírica y contundente —proporcionada por el estudio de la FNE— respecto a la falta de competencia que impera en el mercado notarial. De hecho, este estudio arrojó interesantes y preocupantes resultados que vale la pena tener siempre en mente a la hora de hablar de esta realidad.
Por mencionar solo 5 datos del realismo mágico notarial:
En definitiva, con base en toda esta evidencia y consideraciones, la FNE estableció que las notarías efectivamente gozaban de rentas monopólicas o supra-competitivas, arrastrando de forma estructural ineficiencias productivas que se traducían en altísimos costos de tiempo y de recursos para la ciudadanía. En especial, el costo de tiempo expropiado por los notarios a desmedro de cada ciudadano que día a día pasan horas en bizantinas notarias para poder legalizar una fotocopia. La FNE sugirió realizar una reforma global y radical para inyectar competitividad, profesionalismo y tecnología al mercado monopólico de privilegios notariales que se arrastran por siglos. Es difícil ver cómo el último “apagón digital” ocurrido este mes, impuesto por la corte e impúdicamente celebrado por la Asociación de Notarios, contribuya a construir la necesaria modernización del mercado notarial. El actual proyecto de ley de reforma notarial —que se encuentra casualmente empantanado en el Senado desde enero— busca promover dichos cambios para acabar con las rentas monopólicas, introduciendo el uso masivo de tecnologías de la información, procesos más trasparentes de nominación de notarios y, más importante aún, aumentando la competencia a través de la nueva figura del “fedatario”. Esperemos que tanto el Poder Ejecutivo como Legislativo aúnen fuerzas para poder sacudirse de la influencia retrograda de la “canalla dorada”, para que así podamos contar con un sistema notarial justo, competitivo y de trato digno que esté a la altura de los nuevos sueños y aspiraciones de igualdad y dignidad, tan reclamados hoy por la ciudadanía.