En semanas recientes ha habido cierta controversia respecto de la necesidad de modificar la matriz productiva chilena. Para algunos economistas ello no sería necesario, ya que a países como Australia, Nueva Zelanda o Noruega les va muy bien en la producción y exportación de recursos naturales. Y, sobre todo, les disgusta que el Estado intervenga en la actividad económica. Sin embargo, las cosas no son como las pintan los defensores del modelo productivo chileno. Hablemos de Australia.
En el año 2015, la Biblioteca del Congreso (BCN) entregó un interesante informe sobre la modernización de la minería australiana, en comparación con la chilena. Toma como referencia la interesante investigación de Patricio Meller y Joaquín Gana[1], quienes destacan que Australia ha logrado desarrollar un sector muy dinámico de Equipos, Tecnologías y Servicios para la Minería (METS, en inglés), con una creciente participación en el PIB y las exportaciones.
Australia tiene aproximadamente 1.500 empresas proveedoras de METS, cuyas ventas totales en 2012 eran AUS$90 mil millones, de los cuales AUS$15 mil millones eran exportaciones vinculadas a la minería (AUS$ 27 mil millones en total). En cambio, en nuestro país los proveedores de la minería chilena son 6 mil empresas, con ventas totales por US$20 mil millones anuales. Y, con exportaciones de este sector para el período 2010-2014 entre US$500 millones y US$ 650 millones anuales[2].
Se trata entonces de una brecha gigantesca entre Chile y Australia, en el desarrollo de los proveedores mineros.
En línea con la concepción de la economista Mariana Mazzucato, Australia no ha tenido prejuicios ideológicos para que el sector público liderara una vigorosa iniciativa de modernización de la minería. Impulsó una estrecha alianza con el sector privado y el sector académico para favorecer la innovación e investigación científica. Ello ha permitido que Australia se convierta en una destacada experiencia de producción y exportación de servicios técnicos y profesionales para la minería.
Chile no tiene política industrial y, en consecuencia, no ha sido capaz de desplegar iniciativas que ayuden a agregar valor a la actividad minera, construir máquinas y avanzar en servicios tecnológicos. Al mismo tiempo, los gobiernos de nuestro país no ejercen mayor control sobre el sector: han regalado prácticamente las concesiones mineras al gran capital nacional y transnacional: no hay royalties, los impuestos son reducidos y eludidos con facilidad mediante el mecanismo de la transferencia de precios. Así las cosas, no existe mayor interés de agregar valor a los procesos productivos ni en las empresas que explotan el mineral ni tampoco de sus proveedoras nacionales. Para la inmensa renta que goza la minería basta con la explotación en bruto.
En Australia, en cambio, a partir del 2001, se implementó una Agenda de Acción Industrial, que ha generado cambios sustantivos en el sector.
La Agenda estableció medidas de exención impositiva para las empresas que realicen programas de investigación, innovación y desarrollo y también las que capaciten a sus trabajadores en el desarrollo de nuevas tecnologías. Por cierto, en Australia la inversión en I+D es casi un 2,2 % del PIB y en Chile no alcanza al 0,40%
Así las cosas, según el informe de Meller-Gana, en Australia los proveedores de tecnologías y servicios mineros han crecido exponencialmente en los últimos años. “Hoy se constituyen como un sector dinámico que crece entre un 15% y un 20% anual en su contribución al PIB, mientras que la minería se ha mantenido en torno al 11%”.
Una característica fundamental de las METS es su internacionalización, con un 66% de las empresas dedicadas a las exportaciones en 2015. El principal impulso que las ayudó a internacionalizarse fueron las grandes mineras con inversiones de larga data en el extranjero, lo que favoreció el proceso de las últimas décadas para sus proveedores. Como consecuencia de ello, las exportaciones de las METS se han elevado sustancialmente, y especialmente en servicios.
La política minera de Australia es un interesante referente para la economía chilena. La política deliberada del Estado, junto a inteligentes alianzas con el sector privado y el mundo académico ha agregado gran valor a la actividad productiva. El país oceánico ha entendido que la exportación de materias primas tiene límites y que es imprescindible utilizar la ciencia y la inteligencia para avanzar a etapas superiores de desarrollo. Chile debiera aprender de esa experiencia.
[1] El desarrollo de proveedores mineros en Australia: implicancias para Chile, CIEPLAN-Universidad de Talca, diciembre 2015.
[2] Fundación Chile.