Nuestros tiempos son álgidos, qué duda cabe, la explosión de expectativas y la incapacidad de las instituciones tradicionales de dar cauce a la diversidad de demandas son una de las responsables, sin consenso vinculante en la estructuración de propuestas o al menos hacerse responsables por las que se movilizan, según sea el actor que las promueve, cada demanda hace sentir su importancia, sobre las otras restando capacidad cohesionadora.
El poder siempre busca las formas de posesionarse, por medio de la legitimidad que suelen dar las minorías bien organizadas y luego la legalidad que es la que finalmente moldeará a las mayorías. El ethos conservador en toda lucha suele imponerse, por lo mismo un poder económico que ha estado modelando las conductas y por sobre todo las formas de institucionalizar procesos durante más de cuarenta años, no entregará, sin dar una dura lucha en defender los “derechos que ha creado a imagen y semejanza de sus proyectos”… no renunciará a la administración real, y por sobre todo simbólica de la única institución capaz de proyectarse en el tiempo, según lo ha demostrado la misma realidad, el Estado.
La restauración ha existido siempre, piénsese en la Revolución Francesa, burgueses que se vieron afectados por una carga tributaria de una monarquía, se movilizaron y fueron apoyados por el pueblo. El medio como respuesta, fue encausar las pasiones desenfrenadas de un pueblo que se alejaba de la monarquía, llegando inclusive al terror; mientras, las monarquías europeas reaccionan, casi venciendo al proceso revolucionario, hasta la llegada de Napoleón, quien restaura el orden, coronándose, posteriormente, no rey, sino emperador. Desde ahí, cuando decide invadir Portugal, pasando por España, se gatillan una serie de eventos fundamentales para nuestro proceso de independencia (1810-1826), la elite se organiza ayudada por el “pueblo”; la restauración borbónica fue brutal y una vez que la aristocracia logra recuperar el poder, se deshace de quien pretendía imponerle cambios estructurales, O’Higgins es desterrado, el proceso ya no precisaba la ayuda del pueblo, ya había institucionalizado las milicias, y no está dispuesta a darle derechos a un pueblo que incluso en España ya se veían como fundaméntales; posteriormente, ante el avance de las ideas del liberalismo político, viene la restauración conservadora, con una guerra civil.
Se organiza el estado y los que hicieron la revolución conservadora la legalizan mediante la creación de la constitución de 1833. Cada vez que una autoridad pretenda hacer cambios que atenten contra la aristocracia, no nombrando a los suyos o pretendiendo hacer cambios al sistema educacional (restando poder a la iglesia) o peor aun subiendo impuestos, reaccionan del mismo modo que lo han hecho siempre, Golpe de Estado. Emblemático es el Golpe a Balmaceda, que finalmente se suicida, desde ahí quedamos condenados a ser un país mono productor, primero de salitre, luego de cobre, madera, harina de pescado etc. Cada vez que el sistema político transita hacia el fortalecimiento del Estado, políticas públicas inclusivas e impuestos redistributivos, la restauración responde con brutalidad.
En el siglo XX con el Frente Popular la respuesta fue Gabriel Gonzales Videla, frenándose la expansión de la idea de Estado Benefactor y la presencia de la izquierda en Latinoamérica… había que dar la prueba de blancura a los triunfadores capitalistas de la Segunda Guerra Mundial, siendo la ley maldita o de Ley de defensa permanente de la democracia, la respuesta, había que proscribir el comunismo y sus ideas.
En la década 50’ se comienza a delinear tímidamente el modelo neoliberal chileno, posteriormente, a medida que el sistema político avanzó hacia la Izquierda, reforma agraria, nacionalización del cobre y la ENU (Escuela Nacional Unificada) los conservadores restauradores acuden a los militares con Pinochet a la cabeza, que no fueron más que el instrumento de empresarios inescrupulosos que usaron al pueblo, por medio del ejército, para reprimir a su propio pueblo. Las atrocidades cometidas en el periodo y la responsabilidad de la intelectualidad civil implicada en restablecer “orden”, aún no ha pagado con cárcel, por el contrario, ellos cosecharon la idea ramplona de la eficiencia económica y la idea de bienestar, su bienestar, los otros, los militares pagaron con vergüenza y cárcel.
La idea parece escalofriante, la restauración que se nos viene será por medio del asesinato de imagen, la manipulación de las emociones, acusaciones que ataquen el universo simbólico de la diversidad, incluso a quienes cuestionen la misma diversidad, para ello, hay un sistema comunicacional administrado por ellos mismos y las minorías lo utilizarán, porque ya está testeado, precisamente, porque la mentira tiene más glamur que la verdad y los medios están ya probados en esto. Por otra parte, existe un sistema legal que hace tedioso, largo y caro un juicio por difamación o asesinato de imagen; pero también hay algo que el modelo sabe administrar muy bien… estamos tan atomizados y fragmentados que es poco probable que se desarrolle una idea de cohesión por derechos universales.
El gran triunfo del modelo, es haber impuesto el imperio de la individualidad, ejemplo de ello emprendedores que se dicen empresarios, pero en su mayoría rinden tributo al modelo impuesto por reales empresarios, que se han encargado de tercerizar completamente el país, Chile no produce ni mascarillas, una realidad que en pandemia saltó como un fusible, pero poco o nada se ha profundizado, somos extractivistas y mercaderes, no tenemos industria, por la miopía ancestral de nuestra elite conservadora y restauradora.
Así entonces se vienen momentos complejos, la caía que comenzó con el retiro de los 10% fue un golpe a la línea de flotación del modelo de las AFPs, se extrapola al universo simbólico del sistema político, los valores que este modelo ha creado con la ayuda de una social democracia que se elitizó y en ese proceso se disoció de la comunidad, para ser incapaz de construir consensos vinculantes con estructuras institucionalizadas para dar cabida a una diversidad atomizada, que además, siente repudio por las instituciones clásicas de la democracia, como son los partidos políticos.
El modelo, aun cuando comienza a fallar en sus propios pilares, el consumidor-ciudadano, pareciera no darse cuenta, que no está protegido con derechos que le permitan seguir disfrutando de esa pulsión adrenalínica que produce la compra desenfrenada, por eso debe salir a la calle a protestar, porque ni siquiera el modelo que inconscientemente defiende, nunca lo protegió, se protegió a sí mismo, privatizando todo lo que pudo de modo tal de no dejarle nada a la única institución capaz de defender principios universales y no privados, el Estado .