El 12 de diciembre se llevó a cabo, de modo virtual, la Cumbre sobre la Ambición Climática, conmemorando los cinco años del Acuerdo de París, instancia en que quedó instalada la problemática mundial por la que atraviesa nuestro planeta y que amenaza nuestra existencia: los efectos del calentamiento global.
En la celebración, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), António Guterres, llamó a todas las naciones del mundo a sumarse a la declaración de Estado de Emergencia Climática hasta que se alcance la neutralidad de las emisiones de carbono, con el fin de evitar que el calentamiento siga en escalada.
Si bien nuestro país se comprometió a cumplir esta meta para el 2050, sabemos que el camino a recorrer, desde la intención al logro del objetivo, dependerá de las acciones que nos comprometamos a realizar en los siguientes años y, por supuesto, que las cumplamos. Es clave vincular el tema a todas las instancias posibles y así generar los cambios de conciencia necesarios.
Cuando el 2011 comenzamos a medir huella de carbono y a realizar gestión de residuos en eventos, precisamente uno de los propósitos que perseguíamos era educar a través de estas acciones a los asistentes. Esto, con el objetivo de que dimensionaran los impactos visibles y no visibles que se generaban.
Desde aquel entonces y hasta hoy, el reciclaje ha sido la iniciativa más utilizada en los eventos para hablar de sustentabilidad. Pero, cuando medimos la huella de carbono de un evento en todas sus etapas, logramos observar que abordar solo los residuos es resolver la mínima parte del problema.
El día anterior a la Cumbre sobre la Ambición Climática, se realizó en Santiago la ceremonia de entrega de reconocimientos del Programa Nacional para la Gestión del Carbono HuellaChile, con una audiencia virtual estimada de 200 empresas.
En el marco de esta actividad, la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, destacó dentro de los logros alcanzados en 2019, el lanzamiento de la guía de buenas prácticas sustentables para eventos: Guía EMAS. Esta guía presenta una pauta general para gestionar cuatro variables que se reúnen en los eventos: ruido, agua, residuos y huella de carbono, apuntando a la medición y reporte voluntario de estos factores.
El hecho de contar ahora con esta guía, donde la medición y neutralización de la huella de carbono bajo la norma NCh-ISO:14067 permite alcanzar reconocimientos, abre la posibilidad de instalar la conversación entre todas las partes involucradas en la industria de los eventos, que ha sido fuertemente golpeada por la pandemia, valorando su poder comunicacional y que se logren establecer compromisos ambientales y sociales para los siguientes años.
La emergencia climática no solo debe ser declarada por los países, sino por todas las empresas que, desde sus procesos, contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero. Promover y comprometerse con iniciativas que ayuden a reducir impactos, poniendo esto en valor y resguardando a los equipos detrás de cada acción, parece ser la mirada correcta que debemos asumir todos para cuando volvamos a disfrutar de los anhelados eventos en vivo.