Señor Director:
Las aglomeraciones en centros comerciales constituyen un fenómeno propio de estas fechas. Ahora bien, en medio de una pandemia que está lejos de ser controlada, uno habría esperado algo de moderación, sin embargo, la pulsión por el consumo no se ha visto amainada por el virus. Varios/as, incluidos/as connotados/as analistas políticos, ven en este hecho pura irracionalidad e irresponsabilidad, otros – más militantes que analistas – ven la consagración del capitalismo y de la sociedad de consumo que identificó Marcuse hace más de medio siglo. Otros/as, más aventurados/as, vinculan la revuelta de octubre con las filas de ingreso a los malls y se preguntan, ¿cómo pasamos del hartazgo a la compra compulsiva?
Ante tanta especulación acerca de la real motivación de un fenómeno que parece complejo de entender, el objetivo de este brevísimo texto es puramente recordatorio: los procesos de subjetivación no son modificables de la noche a la mañana. Ya lo ha dicho Foucault: el sujeto contemporáneo es el producto de décadas de aplicación de sofisticadas tecnologías de poder y de técnicas de sí que han confluido en el homo-economicus propio de la sociedad neoliberal avanzada. Pretender que un virus o que un “despertar colectivo” en contra del abuso acaben, sin más, con un tipo de subjetividad es de una ingenuidad conmovedora.
Las filas en los centros comerciales no son sólo – aclaremos: no “sólo”. Es decir, algo hay, evidentemente, pero el fenómeno no puede reducirse exclusivamente a esto – fruto de la irracionalidad-irresponsabilidad, no representan el triunfo del capitalismo – sería bastante extraño concebir como “triunfo” el hecho de arriesgar la vida por una compra – y de ningún modo contradicen al fenómeno iniciado en octubre de 2019. Son sencillamente la expresión de un tipo de subjetividad que consume como modo de realización personal. Una pandemia o una explosión social son fenómenos que carecen de poder de modificación ontológica; seguramente pueden ser caldos de cultivo para ello, pero la modelación de la subjetividad ha sido siempre el producto de relaciones de poder, no simples cambios conductuales ante eventos importantes.
Considerando lo anterior, ¿no será más sensata y efectiva la estrictez neozelandesa que el voluntarismo chileno en estas fechas?
Álvaro Muñoz Ferrer