El triunfo de las tesis del “orgánico” Daniel Jadue (las Resoluciones del XXVI Congreso le dedican un párrafo completo, con nombre y apellido), convertido ahora en precandidato presidencial del PC, en torno a la tesis de “la unidad antineoliberal y la unidad de la izquierda” (en el lenguaje de Jadue y la célula “La Chimba”, en el XXIV Congreso de 2010), termina por imponerse en un partido que ha dado un giro político desde el “gobierno de nuevo tipo”, representado en la Nueva Mayoría, a una “ruptura democrática y constitucional”, destinada a transformar a la Convención Constitucional en una auténtica Asamblea Constituyente, a través de la movilización de masas.
La Convocatoria y Resoluciones del reciente XXVI Congreso del PC, realizadas entre septiembre y diciembre de 2020, dan cuenta de un giro desde la política del “gobierno de nuevo tipo» (XXIV Congreso de 2010), que abrió paso a la administración de la Nueva Mayoría, a la “ruptura democrática y constitucional”, basada en la idea de “rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional”, para abrir paso a “una auténtica Asamblea Constituyente”, que distingue claramente entre ambas. Con ello, el PC da por superada la etapa que condujo al Gobierno de la Nueva Mayoría, en un esquema de centroizquierda, y define una política de frente de izquierda antineoliberal, claramente distanciada de los partidos de la ex Concertación (actual Unidad Constituyente).
A fines del 2010, en la clausura del XXIV Congreso Nacional del PC (al que me tocó asistir en mi calidad de presidente del PDC), en el Teatro Caupolicán, el diputado Guillermo Teillier, en su calidad de presidente del PC, expuso la nueva política de la colectividad, que apuntaba, en apretada síntesis, a la construcción de “un gobierno de nuevo tipo”. La nueva política del PC, venciendo resistencias internas –según veremos–, facilitó el surgimiento del gobierno de la Nueva Mayoría, entendida como “un acuerdo político programático para apoyar al Gobierno de la Presidenta Bachelet”, según la declaración pública suscrita por los siete presidentes de la Nueva Mayoría, en marzo de 2014.
La política en torno al “gobierno de nuevo tipo” fue confirmada y profundizada en el XXV Congreso del PC, realizado en 2015, y declara que la Nueva Mayoría (su programa y su gobierno) “no surge (…) directamente de un cuestionamiento del capitalismo como sistema. No se visualiza la contradicción capital-trabajo como la generadora principal de la contradicción social. Así, el Programa no responde a la perspectiva de instalación inmediata de una democracia revolucionaria, que inaugure un tránsito a una sociedad de carácter socialista…”; más bien “se trata de una democracia que supere los aspectos más regresivos del neoliberalismo y siente las bases para su superación”.
En ese sentido, la perspectiva “de una democracia postneoliberal”, en el camino hacia la construcción de una sociedad socialista, debe entenderse como “la ampliación de alianzas para sostener la actual correlación de fuerzas”, lo que requiere de “una profunda flexibilidad táctica”. Cabe tener presente que fue ese mismo término (de flexibilidad táctica) el que condujo al surgimiento de los “frentes populares” en los años 30 (al triunfar las tesis de Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, en 1935), una de cuyas más logradas expresiones tuvo lugar en Chile.
Había, pues, motivos para pensar que el PC (en su XXIV Congreso de 2010) iniciaba una nueva etapa, superando definitivamente cualquier atisbo de aquella tesis defendida bajo la dictadura de Pinochet en torno a la “rebelión popular de masas”, y de su carácter de oposición bajo los gobiernos de la Concertación (1990-2010), abriéndose a la posibilidad de “un gobierno de nuevo tipo”, que se tradujo, en definitiva, en el gobierno de la Nueva Mayoría, bajo el liderazgo de Michelle Bachelet, con los partidos de la ex Concertación.
Esta tesis se entiende mejor si consideramos las resistencias internas en el PC. Aunque el concepto de “centralismo democrático” (que ha permanecido invariable en su política interna hasta el día de hoy), le impide al PC reconocer la existencia de tendencias internas, lo cierto es que la política y la directiva de Teillier fue duramente contestada desde el interior del partido.
Un ejemplo de lo anterior es el documento que por ese entonces (2010) recogía las conclusiones de la célula “La Chimba”, del Regional Norte, Comunal Recoleta, cuyo “orgánico” –así se le llama en el documento– era Daniel Jadue (actual alcalde de esa comuna). Crítico de la convocatoria presentada por la dirección al conjunto del partido –de hecho, se manifiesta partidario de no aprobarla–, advierte “errores fundamentales en la lectura de los reales intereses de clase, en juego, a la hora de establecer la política de alianzas, posibilitando alianzas tácticas con enemigos declarados de nuestros intereses de clase y de nuestros aliados naturales y permanentes”, por lo que llama a fortalecer “la unidad de la izquierda y la también imprescindible alternativa a los dos bloque dominantes”.
Se trata de un extenso documento de 22 páginas, que recuerda cómo el PC había reconocido y propiciado, en el Congreso anterior, los avances de las fuerzas de izquierda en América Latina y, en particular, el surgimiento del socialismo del siglo XXI, sosteniendo que “se estableció como marco para esta convergencia y como política de alianzas” –que es el tema que me interesa destacar– “la unidad antineoliberal y la unidad de la izquierda”, agregando que “cuatro años han pasado desde que hiciéramos todas estas definiciones y poco o muy poco de ellas han sido logradas”, permitiendo que “dicho momento se diluyera en una suerte de complacencia con el gobierno de Bachelet” (2006-2010), “con el que a pesar de ubicarnos, formalmente, en oposición a él, mantuvimos erráticas relaciones y fueron demasiadas las señales, de nuestra dirección política, de apoyo al que fuera el último gobierno neoliberal de la Concertación”.
Jadue denuncia frontalmente a la directiva de Guillermo Teillier, en el plano internacional, por haber descuidado ciertas solidaridades internacionales (“discutible fue, al menos, el relativo silencio que el partido guardó ante los embates de los partidos de la Concertación en contra de Cuba, Venezuela y las FARC, especialmente”), todo ello “con el afán de pavimentar el camino a una alianza con la DC y con sectores del PPD y del PS, que son hoy neoliberales, abiertamente anticubanos y contrarios al proceso bolivariano de Venezuela, y a la lucha por los derechos humanos que las FARC dan en Colombia”.
Y suma y sigue. No es menor la afirmación en el sentido que “rechazamos la ausencia de una política militar”, que incorpore una mirada estratégica frente a diversas realidades del continente, o aquella de que “se debe abandonar la política no declarada de persecución y estigmatización del disenso” (una clara crítica dirigida a la conducción de la directiva encabezada por Guillermo Teillier, frente a la disidencia interna), así como la necesidad de postular “la estructuración de una izquierda alternativa, unitaria, inclusiva, democrática y poderosa”, en torno a un acuerdo programático, lo que supone “desmarcarnos claramente de la Concertación”: “No será la DC, o al menos esta DC, la que nos acompañe en este camino y no serán los actuales liderazgos de lo que fue la Concertación(…)” los que se sumarán a ese esfuerzo, advertía el edil del PC.
Como si todo lo anterior no fuese suficiente, los integrantes de la célula La Chimba, encabezados por Jadue, esperan “que en el próximo periodo no se apropie ni se privatice el partido como se ha producido en los últimos cuatro años” (una crítica frontal a la dirección partidaria encabezada por Teillier).
[cita tipo=»destaque»]El punto de partida del actual giro partidario es una revisión crítica del gobierno de la Nueva Mayoría y de Michelle Bachelet. Este último, a pesar de haber instalado (inicialmente) ciertas ideas y contenidos transformadores, “al poco andar, al interior de ese gobierno, se impusieron las posiciones neoliberales más retardatarias” (según las Resoluciones del XXVI Congreso), culminando en el “avasallador triunfo de Sebastián Piñera”.[/cita]
El triunfo de la tesis del “gobierno de nuevo tipo”, como expresión de la “flexibilidad táctica” del periodo en cuestión, en la perspectiva de la “democracia postneoliberal”, defendida por la dirección de Teillier, se impuso sobre la tesis de Jadue, partidario de la unidad de la izquierda antineoliberal (con exclusión de los partidos de la ex Concertación).
Pues bien, es esa definición la que ha sido revertida en el más reciente XXVI Congreso del PC, manteniéndose la dirección de Teillier, pero con el triunfo de la tesis, ya formulada a comienzos de la década, de Daniel Jadue, convertido ahora en el precandidato de la izquierda antineoliberal liderada por el PC, en la forma de una alianza con Federación Regionalista Verde Social, representado por el exsecretario nacional del PDC, Jaime Mulet, y lo que va quedando –eran veinte diputados, ahora son once– del Frente Amplio.
El punto de partida del actual giro partidario es una revisión crítica del gobierno de la Nueva Mayoría y de Michelle Bachelet. Este último, a pesar de haber instalado (inicialmente) ciertas ideas y contenidos transformadores, “al poco andar, al interior de ese gobierno, se impusieron las posiciones neoliberales más retardatarias” (según las Resoluciones del XXVI Congreso), culminando en el “avasallador triunfo de Sebastián Piñera” (en el lenguaje de la Convocatoria). Profundizando en el tema, la Convocatoria señala que el Caso Caval “y la llegada al Palacio de La Moneda de la dupla Burgos-Valdés, inclinaron la correlación de fuerza a favor de los sectores más conservadores de la coalición, y el gobierno cede en su impulso reformista”.
Y para mayor abundamiento, el giro de la política del PC tiene importantes consecuencias en los siguientes aspectos:
-Un claro distanciamiento con la socialdemocracia: asimila a “los sectores socialdemócratas que han adherido a la administración del neoliberalismo”, a las derechas y el imperialismo (un video de casi una hora, a propósito de los 108 años de vida del PC, se distancia de Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, y del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019);
-Una crítica frontal a la “transición pactada”, la “democracia pactada” y los partidos de la exConcertación, en favor de una “ruptura democrática” que debe dejar atrás “el sistema de la transición y la política de los consensos como eje de gobernabilidad para sostener y administrar el neoliberalismo” (Informe de Guillier al Congreso, 4 de diciembre de 2020);
-Una vuelta a la retórica –que había casi desaparecido en los documentos partidarios, en favor del concepto de “revolución democrática”– sobre “fortalecer la formación marxista-leninista” (en lo que se refiere a la política de cuadros), reivindicando el sentido “leninista del trabajo de masas” y una denuncia de las conductas personalistas que dan cuenta de la “vulneración de las normas leninistas”, y
–Lo más importante de la nueva política es el desafío estratégico (así se le define) de “seguir trabajando para que la Convención Constituyente se convierta en una auténtica Asamblea Constituyente”.
El PC niega a la Convención Constitucional el carácter de una “auténtica Asamblea Constituyente”. El Informe de Teillier al XXVI Congreso (diciembre de 2020, a un año de aprobada la reforma constitucional) es meridianamente claro en el sentido de llamar “a rodear con la movilización de masas el desarrollo de la Convención Constitucional”, junto con declarar que “la lucha social sostenida y la desobediencia expresada en la protesta social ha dado sus frutos importantes y ha generado condiciones para una ruptura democrática y constitucional que imprime a la disputa política su carácter emancipador del pueblo chileno”.
El desafío, pues, a partir de la experiencia de la Nueva Mayoría, señalan la Convocatoria y las Resoluciones del XXVI Congreso, es proveer al proceso constituyente en marcha, de aquello de lo que careció el gobierno de la Nueva Mayoría: un apoyo “desde la calle” (así se dice), sobre la base de la movilización de masas. De esta manera, la automarginación del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre, y el voto en contra de la reforma constitucional de diciembre de 2019 (que permitió el plebiscito del 25 de octubre y que es la base del actual proceso constituyente) son perfectamente consistentes con la nueva política definida en el XXVI Congreso. Habría que ver hasta qué punto esa política de movilización de masas toma como modelo el proceso de aprobación de la Nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia (2007-2009), el que tuvo lugar bajo el liderazgo del MAS, sobre la base de la movilización de masas.
El triunfo de las tesis del “orgánico” Daniel Jadue (las Resoluciones del XXVI Congreso le dedican un párrafo completo, con nombre y apellido), convertido ahora en precandidato presidencial del PC, en torno a la tesis de “la unidad antineoliberal y la unidad de la izquierda” (en el lenguaje de Jadue y la célula “La Chimba”, en el XXIV Congreso de 2010), termina por imponerse en un partido que ha dado un giro político desde el “gobierno de nuevo tipo”, representado en la Nueva Mayoría, a una “ruptura democrática y constitucional”, destinada a transformar a la Convención Constitucional en una auténtica Asamblea Constituyente, a través de la movilización de masas.