En la medida que progresa la vacunación contra la pandemia de COVID-19 y se retoma la movilidad en el mundo, nuestro país enfrenta un aumento de contagios que amenaza el verano, lo que golpea las expectativas de normalización de la actividad económica, otra vez. Sin embargo, a favor tenemos nuestra capacidad de aprendizaje y la adaptabilidad, que se puede concretar claramente en el transporte aéreo, que podría resultar robustecido tras la pandemia, por sus atributos de servicio, que no ofrecen otros modos de viaje.
La evidencia disponible en estudios internacionales permite afirmar que la probabilidad de contagio en aviones es baja, tanto por las medidas de prevención personal como por aquellas implementadas dentro del sistema de transporte (autoridad aeronáutica, concesionarios de aeropuertos y líneas aéreas), pero fundamentalmente por el propio hábito del pasajero aéreo, quien respeta normalmente las reglas de prevención y seguridad.
Por otro lado, la variable de mayor valoración para los pasajeros en el mundo y, también en Chile, es el tiempo de viaje. Debido a ella, podría ocurrir una nueva ola del crecimiento del transporte aéreo pospandemia, similar a la del quinquenio 2015-2019. La decisión de viaje de las personas corresponde a una demanda derivada, es decir, no se viaja por viajar, sino por las actividades primarias (social-económica) de personas y empresas. Por lo que, para disminuir el riesgo de contagio y ante un incierto campo económico, el transporte aéreo ofrece una gran oportunidad para apoyar la reactivación nacional.
Las otras condiciones de corto plazo están dadas en Chile: infraestructura aeroportuaria de calidad, infraestructura de acceso a los aeropuertos y líneas aéreas que ofrecen vuelos a las regiones y al mundo. Por tanto, el precio del pasaje y la frecuencia de viaje serán, en definitiva, las variables que determinarán la posible segunda ola del transporte aéreo.
En el caso del precio del pasaje, este se determinará, en parte, por el precio internacional del petróleo (actualmente bajo) y que ha mantenido correlación negativa (disminuye el precio de petróleo, aumenta el número de viajes) con el crecimiento de transporte aéreo nacional en el quinquenio mencionado. En este caso, Chile necesita una segunda ola, tanto por prevención de contagios como por el mejoramiento del funcionamiento de la economía.