Recientemente hemos sido testigos por la prensa de dos eventos de altos niveles de violencia y en sectores barriales de afluencia de público. Uno de ellos en Maipú, donde presumiblemente se trataba de bandas rivales de narcotraficantes en un ajuste de cuentas pero que, como saldo, dejó una persona fallecida y al menos siete heridos. Horas más tarde, en Cerrillos, una banda enfrentaba a la Policía de Investigaciones, dejando como saldo un fallecido y dos personas heridas. Las consecuencias de una sociedad que no se hizo cargo a tiempo de sus desigualdades, desencadena una serie de hechos concatenados a frustraciones y sentimientos de injusticia, expresados en actos violentos muchas veces.
El concepto de la igualdad tiene varias connotaciones. Podemos referirnos a la igualdad ante la ley, al igual acceso de los derechos, a la igualdad de oportunidades, etc. De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española (RAE), igualdad es el “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones”. Sin duda que la igualdad refiere, como ya muchos han escrito sobre ello, a la real posibilidad de una persona de desarrollar sus capacidades de manera independiente a las condiciones de vida en las que le haya tocado nacer y vivir, ese es el real alcance de una igualdad de oportunidades que a la vez permite un igual ejercicio de derechos y deberes.
Pero qué ocurre cuando esa igualdad no existe o, más bien, de acuerdo a los estándares internacionales, se nos señala que un país posee condiciones de desigualdad altísimas, como lo que ocurre en Chile desde hace ya muchos años, cuando se dan a conocer los resultados del índice Gini. Lo que ocurre es básicamente lo que hoy estamos viviendo como sociedad: una sociedad frustrada, fragmentada y, sobre todo, violenta.
La violencia en nuestro país ha sido un tema de preocupación, pero escasamente medida y definida, ya que su manifestación puede darse de diferentes maneras: la violencia intrafamiliar, la violencia entre jóvenes, en lugares públicos, el bullying escolar, la violencia ejercida en el lugar de trabajo, la violencia asociada a ciertos delitos como el robo con violencia, los homicidios, los delitos sexuales.
“Uno de los problemas principales del estudio de la violencia es la falta de una definición precisa que dé cuenta de la multiplicidad de formas en las que esta se presenta o, cuando menos, señale sus características más importantes y comunes” (Martínez A., La violencia. Conceptualización y elementos para su estudio).
Esta violencia también tiene su expresión a nivel local. Diversos estudios, como los desarrollados por Fundación Paz Ciudadana (Victimización, violencia e inseguridad en 10 barrios críticos, Trujillo y Arévalo, 2011), que determinaban “que a nivel de barrio surgen otro tipo situaciones asociadas a las condiciones de vulnerabilidad social de estos territorios, y que se relacionan con fenómenos de alta ocurrencia en el barrio, que no son necesariamente delictivos, ni victimizatorios para los vecinos pero amenazantes y peligrosos, y que suponemos entonces estarían determinando sus percepciones de temor”.
[cita tipo=»destaque»]Qué ocurre cuando esa igualdad no existe o, más bien, de acuerdo a los estándares internacionales, se nos señala que un país posee condiciones de desigualdad altísimas, como lo que ocurre en Chile desde hace ya muchos años, cuando se dan a conocer los resultados del índice Gini. Lo que ocurre es básicamente lo que hoy estamos viviendo como sociedad: una sociedad frustrada, fragmentada y, sobre todo, violenta.[/cita]
El mismo estudio ya identificaba el año 2011 las siguientes características: “Se destacan a nivel de barrio: Las situaciones de desorden social: a adolescentes causando problemas y enfrentamientos violentos entre personas, sin armas y con armas (de fuego y blancas). Delitos más frecuentes en el espacio público asociados a venta y consumo de alcohol y drogas (82%consumo de drogas, 76% consumo de alcohol y 73% venta de drogas). En estos barrios la violencia (peleas entre bandas en espacios públicos, uso de armas de fuego) y la droga (consumo y tráfico) determinan los niveles altos de temor observados. Lo que se relaciona con los modelos de temor basado en factores vulnerabilidad y control social. Se presume entonces que son elementos relacionados con la vulnerabilidad social del barrio y con la percepción de dificultades en los mecanismos de control social de la ilicitud, los que estarían influyendo en los niveles de temor observados”.
Recientemente hemos sido testigos por la prensa de dos eventos de altos niveles de violencia y en sectores barriales de afluencia de público. Uno de ellos en Maipú, donde presumiblemente se trataba de bandas rivales de narcotraficantes en un ajuste de cuentas pero que, como saldo, dejó una persona fallecida y al menos siete heridos. Horas más tarde, en Cerrillos, una banda enfrentaba a la Policía de Investigaciones, dejando como saldo un fallecido y dos personas heridas.
Las consecuencias de una sociedad que no se hizo cargo a tiempo de sus desigualdades, desencadena una serie de hechos concatenados a frustraciones y sentimientos de injusticia, expresados en actos violentos muchas veces. Es hora de preguntarse si estamos dispuestos a hacer reales esfuerzos por acabar con esta otra pandemia.