Indudablemente, el viaje del Papa Francisco a Irak se puede clasificar como histórico, siendo ésta su primera salida después de quince meses de confinamiento por causa de la pandemia. Esta visita papal, cargada de símbolos, ha conseguido ciertos logros evidentes. Los demás no son visibles, ni serán inmediatos, e incluso a la luz de la idiosincrasia medio oriental, a menudo resulta más productivo la discreción, pues la ostentación puede ser vista como provocación.
Desde ya e incluso desde antes que concluyera su viaje de “peregrino” como lo autocalificó el Sumo Pontífice, fue posible distinguir algunos de ellos.
Para el primero, bastaría con el titular “Viaje papal a Mesopotamia, cuna de la Cristiandad”, realizado con extremas medidas de seguridad. Su recorrido récord de 1445 kms hacia lugares santos del islam chií, así como hacia otros igualmente santos para los cristianos de Oriente podría ser añadido a la lista. Otro, la reactivación de facto del diálogo interreligioso, ausente de la escena internacional desde hace años. El apoyo sin precedentes a los antiguos cristianos de Oriente; arameos caldeos y asirios amparándoles con su presencia y en sus discursos en Iglesias que habían sido bombardeadas, a medio reconstruir.
El encuentro de mayor significación fue el que sostuvo con el Ayatollah Ali Al Sistany, líder espiritual del islam chií (ciudadano iraní ), quien tiene su sede en la ciudad santa de Najaff, lugar de peregrinación tradicional para los iraníes. Dicho encuentro quedó registrado por una sola fotografía de ambos líderes espirituales junto a sus intérpretes, únicos asistentes a esta conversación de cuarenta y cinco minutos. De igual manera, es digno de destacar el que, por primera vez, el Ayatollah Al Sistany en palabras posteriores al encuentro se refirió a los cristianos afirmando que merecían poder vivir en su tierra de Irak en paz, expresiones que pueden ser leídas como un reconocimiento y una anuencia al retorno de los cristianos a Irak. Este comentario nada baladí es considerado esencial, teniendo en cuenta la huida de aproximadamente medio millón de cristianos, hoy diseminados entre EEUU, Canadá y Europa, donde una comunidad importante habita en Francia.
La visita al principal líder chií es considerada por observadores como un gesto de equilibrio necesario luego que Francisco se hubiese entrevistado con el rector de Al Azzahar , Imam Ahmd Al Tayeb en El Cairo en 2017 , reconocido como líder espiritual suní. En el caso de Irak, es necesario subrayar que casi todos los encuentros, en primer lugar con Barham Salih, Presidente de la República de origen kurdo y con todas las altas autoridades del país , se realizaron en ciudades ocupadas hasta hace relativamente poco por el ADEI (autodenominado Estado Islámico) que eran consideradas como un bastión inexpugnable en el que habían llegado a fundar un Califato.
Todo este amplio abanico de gestos, discursos, encuentros, conversaciones, desplazamientos aéreos y terrestres, visitas, misas y símbolos, irá dando frutos de forma gradual. Sin embargo, desde ya es posible evaluar positivamente esta reactivación de contactos interreligiosos al más alto nivel con el chiismo, así como con el gobierno de Irak. En efecto, esta misión de Francisco también le ha regalado una imagen de mayor normalización. No hay que olvidar que el país –otrora estratégica potencia económica– aún no se ha recuperado de la desolación, la pauperización y el caos provocados por la invasión de EEUU, amparada en argumentos comprobadamente falaces como la existencia de armas de destrucción masivas.
Finalmente, considerando que aún quedan algunos focos yijadistas en territorio irakí, hecho no menor, la visita de Francisco sorteando exitosamente reales riesgos y amenazas, ha mejorado la imagen de seguridad del régimen irakí.