La polémica que desde hace más de un año ha ocasionado el monumento al general Baquedano ubicado en la plaza que lleva su nombre desde 1928, se ha concentrado en su reubicación, preservación y vandalización. Hace unos días, el debate ha vuelto a agudizarse tras la decisión del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) de retirar temporalmente la estatua para repararla y conservarla y así, en el corto plazo, volver a instalarla en la plaza que se ha constituido como un lugar simbólico durante el último siglo. Pero más allá del destino final que tenga el monumento a Baquedano y de la discusión acerca de su integridad, temas que serán materia de debate por algún tiempo, es necesario considerar las causas de este malestar. Y es que se trata de un fenómeno relativamente nuevo: después de casi un siglo, la figura de Baquedano genera inquietud y controversia, y pasa a ser blanco de vandalización.
Una primera explicación de este fenómeno es el cambio de relación de este monumento con el presente. La figura que representaba Baquedano agota el significado de la memoria nacional mientras se observa una cierta ruptura con el Estado que levantó su monumento. ¿Es Baquedano o es un fenómeno que ejerce una postura crítica frente a los monumentos públicos, especialmente sobre aquellos que ensalzan a figuras del pasado nacional que hoy generan controversia? ¿Qué tiene en común la persistente vandalización, durante el último año, al monumento a Baquedano con el impulso del movimiento Black Lives Matter de retirar estatuas que celebran a figuras esclavistas en Estados Unidos o con la decapitación de las estatuas de Colón a nivel mundial? Y es que ni la atención ni la discusión sobre la vandalización del monumento al general de la Guerra del Pacífico puede obviar situarse en la corriente de revisionismo histórico que ha surgido en las últimas décadas, y que busca saldar deudas con el pasado. Habría que preguntarse entonces, ¿qué desacuerdos son los que profundizan hoy nuestros monumentos?
El fenómeno más general es entonces que las reivindicaciones de la historia hoy ponen atención en los monumentos públicos. Y esto ocurre no sólo por nuevas discusiones culturales, sino también por la emergencia de ciudadanos más conscientes de su pasado, más atentos a los sentidos del espacio público y más críticos con el rol del Estado como soberano del patrimonio público. La vandalización al monumento de Baquedano –así como ocurrió con el de Francisco de Aguirre en La Serena, y tantos otros monumentos públicos en Antofagasta, Atacama, Maule y Magallanes– se desencadena además en un momento de crisis. Y es en momentos de crisis, tal como ha ocurrido en el pasado, cuando tienden a visibilizarse los monumentos públicos, sea por nostalgia ante su inminente pérdida o por desgaste como consecuencia de la pérdida de sentido.