La crisis del Covid-19 ha traído efectos no sólo sanitarios sino también económicos y sociales. El empleo ha sido fuertemente afectado y en especial el femenino, debido a la menor actividad económica y a que muchas mujeres debieron retirarse de la fuerza de trabajo para dedicarse al cuidado de hijos y familiares. La tasa de desempleo femenino en Chile cerró el 2020 en un 11 % (la más alta desde el 2010), aunque en el momento más álgido de la crisis se ubicó en 12,5 % en el trimestre mayo-julio 2020. En cuanto al empleo, desde el trimestre enero-marzo 2020 hasta noviembre 2020-enero 2021 se destruyeron más de 438,7 mil puestos laborales femeninos en el país, lo que se traduce en una caída de 11,7 %. A nivel de regiones, las de mayor desocupación femenina en el 2020 fueron Valparaíso, Coquimbo y la Región Metropolitana, quienes cerraron el ejercicio anual con una tasa de desocupación femenina de 12,8 %, 12,5 % y 11,6 %, respectivamente.
En cuanto a la pérdida de puestos de trabajo femenino, la región de La Araucanía lidera el ranking nacional como la más afectada del país al registrar una caída de 23,2 % desde el inicio de la pandemia hasta el trimestre noviembre 2020-enero 2021, equivalente a casi 43 mil mujeres que han perdido su trabajo. Las otras regiones más afectadas son Los Ríos, Coquimbo y Maule que anotan disminuciones de 20,8 %, 18,8% y 18,3%, respectivamente. Estas caídas de empleo femenino son las mayores registradas en los últimos diez años. Los datos muestran el profundo y significativo impacto que ha generado el Covid-19 en la situación laboral de la mujer, a lo largo del país y en especial de algunas regiones.
Junto a las pérdidas de puestos de trabajo, el indicador más perjudicado por la pandemia, y que a veces pasa desapercibido, es la participación laboral femenina que ha retrocedido a cifras que no se veían desde hace una década, y en muchas regiones. La tasa de participación laboral femenina en el 2020 fue de 45,3 %, disminuyendo 7,2 puntos porcentuales (pp.) en relación al 2019 y convirtiéndose en la más baja desde el año 2010. Esto significa que, de cada 100 mujeres en edad de trabajar, apenas 45 están participando como ocupadas o desocupadas, las restantes están fuera de la fuerza de trabajo. A nivel de algunas regiones el panorama es más complejo aún. Es el caso de Los Lagos, La Araucanía y Ñuble que en el 2020 registraron una participación laboral femenina de 37,9 %, 38,8 % y 39,2 %, respectivamente. Lo anterior desnuda un escenario de vulnerabilidad laboral femenina que evidencia graves problemas de acceso al trabajo.
La pandemia en pocos meses borró el avance de diez años. Estas cifras son muy preocupantes y revelan un urgente problema que requiere de mayor atención, así como de estrategias que permitan reducir las barreras que presenta la mujer para acceder al trabajo. Se necesita, por ejemplo, de un mayor y mejor sistema de cuidados infantil. Lamentablemente, el proyecto de sala cuna universal lleva años discutiéndose en el Congreso, mientras vemos cómo la mujer retrocede en el mundo del trabajo y consecuentemente aumenta la brecha de género y se obstaculiza de paso una mejora en los ingresos de muchas familias. Es difícil entender que se hable tanto de igualdad, de equidad de género y que no se impulse y agilice un proyecto que ayude en ese sentido.
En un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se entregan recomendaciones para aumentar la participación laboral de las mujeres, entre las que destacan: incrementar la oferta de cuidado infantil de calidad; mejorar las políticas de licencias de maternidad y paternidad; promover esquemas de trabajo flexible; articular distintos actores para impulsar la igualdad de género en el ámbito económico.
La participación laboral femenina se ha convertido en un talón de Aquiles del mercado laboral chileno y en especial de algunas regiones como Los Lagos, La Araucanía, Ñuble y Bío-bío que muestran cifras graves y preocupantes. Urge combatir a este enemigo oculto para avanzar en equidad.