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Votar en mayo: no es más peligroso ir a votar que congelar la democracia Opinión

Votar en mayo: no es más peligroso ir a votar que congelar la democracia

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Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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El domingo 11 de abril debimos elegir a los y las constituyentes que redactarán la nueva Constitución. La pandemia lo impidió. Las cifras de contagio y muerte son dramáticas, pero en los últimos días parecen estabilizarse y comenzar a ir a la baja. ¿Podremos votar el 15 y 16 de mayo?

Algunos ya empiezan a proponer nuevas fechas. Incluso, la idea perversa de juntar todas las elecciones -desde concejales a Presidente- en noviembre, sin considerar el valor y urgencia de la Constituyente.

Sin duda la pandemia seguirá presente, y así será por muchos meses. Se trata de una enfermedad aterradora, no sólo porque mata. Según quienes han pasado ese trance, es un verdadero infierno y, como si esto fuera poco, luego vienen las secuelas que pueden ser más o menos graves. Como si el Covid-19 quisiera confirmarnos que vino a provocar una catástrofe mundial. Literalmente. Por eso, las medidas sanitarias estrictas son y seguirán siendo indispensables.

Al horror de contagiarse se suma el hambre, cada vez más generalizado, el desempleo, la rabia, la frustración, la sensación de injusticia e invisibilidad cuando se intenta ahorrar dinero fiscal a costa de los más pobres, la necesidad de superar el miedo para llevar pan a la mesa, la indignación frente a las noticias que dan cuenta de que los millonarios del país aumentaron sus fortunas en más del 70%. Gran parte de esta realidad fue motivo del estallido social del 18-O. Con el paso del tiempo, las razones del malestar se profundizaron en vez de mitigarse, la herida social está hoy en carne viva.

¿Volveremos a postergar la elección de constituyentes? El proceso constitucional surgió precisamente de la movilización y el estallido social. La dirigencia política entendió la necesidad de una salida institucional al malestar y la desesperación colectiva.

El invierno se nos viene encima, probablemente con más hambre y desempleo. Más ollas comunes y sufrimiento. Todo en medio de la pandemia que se niega a abandonarnos.

Consciente de esta situación, el Dr. Juan Carlos Said, del hospital Sótero del Río y experto en salud pública del Imperial College de Londres, se opuso a postergar las elecciones y advirtió que “no podemos mantener la democracia en el congelador”.

Pero se hizo. La razón: proteger a la población. Bien sabemos que para la mayoría las medidas adoptadas son prácticamente letra muerta. Las cuarentenas se respetan poco y nada, la movilidad disminuye apenas, las fiestas clandestinas abundan. Apenas se puede, los supermercados, las ferias y los mall se repletan. Las carreteras se paralizan atochadas por miles de vehículos que desbordan los cordones sanitarios. No es que no le teman al Covid-19, sino que muchos sienten que ya saben cómo cuidarse del maldito virus.

En este contexto, cabe preguntarse si tiene sentido “congelar la democracia”, en especial la elección de constituyentes. Se ha paralizado el camino institucional de salida a la aguda crisis política, económica y social que vive el país. De las cuatro elecciones que debieron realizarse en abril, ésta es la más relevante, la que abre un camino de esperanza a millones de personas que buscan con ansias un cambio, que saben que sus problemas no se solucionarán mañana, pero necesitan palpar que el rumbo del país comienza a modificarse.

Como decía Paula Escobar en su columna de La Tercera, “la Convención no puede esperar”. Es la única elección que no lleva a instalarse en un cargo de poder específico. Sus candidatos buscan cumplir una tarea fundamental y urgente: redactar una nueva Constitución. Establecer reglas del juego que todos y todas estemos dispuestos a acatar porque marcan la salida hacia un país mejor. Es decir, un país donde el poder se reequilibra, donde el mercado pierde supremacía para definir nuestra convivencia, donde las libertades no son una ilusión determinada por la situación económica de cada cual.

En medio del susto a la enfermedad y la angustia de la sobrevivencia, el proceso constituyente debiera ser un desahogo y un aire de optimismo. La nueva Constitución representa el anhelo de cambio profundo. Una esperanza -la última, como me han dicho muchos y muchas en mis recorridos por las ferias- de un Chile más justo, inclusivo y solidario. Simplemente más humano.

No es más peligroso ir a votar que congelar la democracia.

Postergar una y otra vez el proceso constituyente, enredar la elección de los convencionales en medio de múltiples elecciones, evitar los cambios urgentes que requiere el país, puede resultar mucho más grave.

Pensemos en mayo. Las elecciones se realizarán en dos días para evitar las aglomeraciones. Sabemos que es necesario usar mascarilla, llevar alcohol gel, mantener la distancia física y utilizar su propio lápiz azul.

Mi apuro frente a estas elecciones no es porque sea candidata a la Constituyente. Es justamente al revés, decidí ser candidata porque entendí la urgencia de este proceso. Por eso, confío en que seremos muchos y muchas quienes iremos a votar el 15 y 16 de mayo. El resultado, sólo depende de las y los votantes.

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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