La problemática de la vivienda social es un tema que en Chile tiene larga data, tanto por el lugar que ha ocupado en las políticas públicas, la filantropía y la acción empresarial. Tempranamente el Estado de Chile, en 1906, dictó la ley de habitaciones obreras, dando origen a un largo camino de políticas públicas en torno a esta necesidad social.
En el momento actual, donde en el Parlamento se sigue discutiendo la llamada “Ley de Integración Territorial y Urbana” y existe una proliferación de nuevos campamentos, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, junto al Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, convocaron a un grupo transversal de expertos para que propongan soluciones habitacionales que puedan ser implementadas en el corto plazo. En ese contexto se han reflotado viejas ideas que se levantan como nuevas alternativas, como son la densificación de pequeños lotes (construir hacia arriba, “el suelo está en el aire”), la regeneración urbana, la vivienda progresiva y la necesidad de la participación como un valor al momento de buscar las soluciones al problema habitacional.
Pero es importante hacer justicia sobre el origen y la trayectoria de los conceptos. Entre los años 1957 y 1965, el arquitecto británico John Turner (inspirado en las ideas de Patrick Geddes), desarrolló un extenso trabajo en las barriadas de Arequipa y Lima (Perú), que publicó en 1963 en el número 8 de la revista Architectural Design, allí recogió las conclusiones de los proyectos de vivienda que realizó a partir de sus observaciones de cómo los pobladores desarrollaban por autoconstrucción sus viviendas en forma “progresiva”, que es lo mismo que hoy el arquitecto Alejandro Aravena denomina “vivienda incremental”.
Por su parte, en Chile, Edwin Haramoto, destacado arquitecto y profesor de la Universidad de Chile que consagró su trabajo académico a la vivienda social, público en 1987, junto a Pamela Chiang, Rubén Sepúlveda e Iván Kliwadenc,o un libro imperdible en el tema, Vivienda social: tipología de desarrollo progresivo, entre otros estudios. Esto está ampliamente documentado en múltiples estudios académicos.
En una línea similar el Banco Mundial, en la década de los 70 del siglo XX, fomentó los lotes con servicios que en Chile conocimos como las “casetas sanitarias”, que obedecen al mismo concepto: el Estado subsidia una parte de la solución habitacional y el habitante de manera “incremental” o “progresiva” completa la vivienda. A igual concepto de vivienda que crece por la acción de sus habitantes obedecieron los proyectos de comienzos de los 2000, como las llamadas “casas Chubi”, que fueron fuertemente criticadas por la mala calidad de las terminaciones no así por el concepto que tenían detrás.
A fines de los años 80, el Centro Urbano de Asistencia técnica Taller Norte realizó, en varias comunas de Santiago, programas de vivienda progresiva con densificación de lotes inspirados en el trabajo el “Lote de 9×18 en la encrucijada habitacional de hoy” (1988), de la arquitecta Monserrat Palmer y el arquitecto Francisco Vergara. Esta experiencia fue recogida en el Gobierno del presidente Aylwin y dio origen al programa de Vivienda Progresiva y al programa de densificación de lotes del Minvu, en el cual participaron muchas ONGs, como Jundep, el TVS (Taller de Vivienda social) y el mismo Taller Norte. En años recientes, el Minvu levantó el programa de “Pequeños Condominios”, que busca la densificación de lotes como una forma de que la ciudad no siga expandiéndose y los habitantes puedan obtener una vivienda en su barrio de origen. Desgraciadamente, estas, que son buenas ideas, no han tenido detrás la fuerza de la decisión política de situarlas como una prioridad y no han ido más lejos de quedar en “experiencias piloto”.
Desde el ámbito académico se han seguido reelaborando estos conceptos y en la actualidad en la Escuela de Arquitectura de la PUC hay un taller denominado “9×18”, dirigido por el arquitecto Rodrigo Tapia; en la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile trabaja el arquitecto Juan Pablo Urrutia en proyectos de Pequeño Condominio (microrradicación), al igual que yo le he hecho en la Escuela de Arquitectura de la USACH. La lista de arquitectos y arquitectas que han trabajado en Chile y el mundo tanto hoy como en el pasado en la hoy llamada “vivienda incremental”, así como en la densificación de pequeños lotes urbanos, es muy extensa y no me es posible nombrarlos a todos.
No menor es el hecho de que la “Vivienda Progresiva” en Chile ha formado parte de la política pública desde el Gobierno del Presidente Aylwin desde los años 90 del siglo XX. Quien teorizó y trabajó en la implementación del programa que tomó el nombre de «Vivienda Progresiva” desde Minvu fue la reconocida arquitecta Joan MacDonald, exsubsecretaria de Vivienda y Urbanismo y exdirectora del Servicio Metropolitano de Vivienda y Urbanización, dependiente del mismo ministerio. Emblemático también es el proyecto del Premio Nacional de Arquitectura Fernando Castillo Velasco, denominado “Comunidad Andalucía”, del año 1990, que es claramente un proyecto de vivienda “incremental” aunque se denominaba “progresiva”.
Mi intención con esta nota no es restar mérito a la obra de ningún arquitecto sino que poner atención en que, cuando surgen “nuevas ideas”, es importante por rigor ético y académico reconocer a quienes fueron la fuente de su inspiración.