El fondo del programa de Narváez no es otra cosa que sintonizar –errada y tardíamente– con el discurso refundacional del 18-O, en el cual las fuerzas políticas tradicionales, como las que representa la candidata del Partido Socialista, fueron desplazadas. Así, estos programas refundacionales parecen un esfuerzo desesperado para recuperar el esquivo voto ciudadano.
Las propuestas de algunos precandidatos presidenciales más parecen programas de “empresas de demoliciones” que programas de gobierno, ya que plantean la refundación de la estructura de la Nación. Esto es particularmente ilustrativo en el caso de la presentación del programa de Paula Narváez, que calza precisamente en esa lógica: “40 medidas para transformar Chile”. Demoler para construir parece ser la consigna.
En el caso del programa de Narváez, este propone, entre varias medidas, un “Nuevo modelo de desarrollo para poner fin al sistema neoliberal y extractivista” y “No más AFP y fin al sistema previsional de las Fuerzas Armadas”. En este último caso, instala un tema que no era parte de la agenda política y que debe ser revisado con mucho detalle, seriedad y responsabilidad, considerando la situación especial que conlleva la carrera militar y de las policías. Además, se anticipa, en plena campaña presidencial, a la reforma previsional que presentará el actual Gobierno, convirtiéndolo en un tema de consigna electoral.
En esta materia, el programa de Narváez parte de un supuesto equivocado: el sistema de pensiones de las FF.AA. no se puede analizar en forma aislada de las características y exigencias laborales y la estructura remunerativa de los uniformados. Ese es un serio error que han cometido varios en el pasado. Las remuneraciones militares, que incluyen la jubilación, son parte de la inversión en defensa que hacen los países, una inversión que se comporta en forma similar en todas partes del mundo, es decir, con el Estado asumiendo la jubilación militar como parte de la inversión que hacen en defensa.
En el campo comparado, los sistemas de remuneraciones de las Fuerzas Armadas se centran en el interés del Estado de evitar la rotación de personal con capacidades difíciles de reclutar en el mundo civil. Para esto, se difiere gran parte del sueldo en actividad hacia el futuro, en forma de pensión, generando un incentivo de permanencia en la institución. El resultado de este diferimiento en sus remuneraciones, a través del sistema de pensiones, no resulta más oneroso para el presupuesto nacional y es apropiado para la adecuada operación de las instituciones armadas y para el país.
[cita tipo=»destaque»] El programa de Narváez parte de un supuesto equivocado: el sistema de pensiones de las FF.AA. no se puede analizar en forma aislada de las características y exigencias laborales y la estructura remunerativa de los uniformados. Ese es un serio error que han cometido varios en el pasado. Las remuneraciones militares, que incluyen la jubilación, son parte de la inversión en defensa que hacen los países, una inversión que se comporta en forma similar en todas partes del mundo, es decir, con el Estado asumiendo la jubilación militar como parte de la inversión que hacen en defensa [/cita]
Sin embargo, y más allá del sistema previsional de las FF.AA., el fondo del programa de Narváez –y de otros programas– no es otra cosa que sintonizar –errada y tardíamente– con el discurso refundacional del 18-O, en el cual las fuerzas políticas tradicionales, como las que representa la candidata del Partido Socialista, fueron desplazadas. Así, estos programas refundacionales parecen un esfuerzo desesperado para recuperar el esquivo voto ciudadano.
Estos guiños electorales, que podrían ser con la intención de captar el voto que entronizó a la Lista del Pueblo y a los independientes en las pasadas elecciones, por sobre las estructuras partidarias de siempre, solo viene a reafirmar que los políticos tradicionales están –transversalmente– en fase terminal, porque aún no logran decodificar que el significado, el relato y la ideología han cambiado; y han cambiado porque la pirámide del poder se invirtió.
Lo que ha planteado Narváez en su programa se aleja de la línea tradicional de la política formal y, por lo mismo, se torna poco creíble por parte de la representante de un sector político históricamente ponderado y moderado en temas de Estado. Conscientemente o no, su programa genera un trastorno político-comunicacional, al adelantar una discusión que solo beneficia a sus verdaderos mentores, que fueron los primeros en hablar de refundación y no más AFP, es decir, los sectores no militantes que plantean la refundación del país y que sintoniza más con el programa representado por el candidato comunista Daniel Jadue.
La candidata Narváez, quizás, esté pensando en convertirse en un reflejo del pensamiento del PC. Salvo que esa sea su estrategia electoral, aún está a tiempo de abandonar la retroexcavadora y recuperar un rol más republicano, acorde con el rol asumido por su colectividad durante los últimos 30 años.