Digámoslo fuerte y claro, llegó el momento de sintonizar la Defensa con las políticas públicas del nuevo siglo, en un contexto internacional que evoluciona de la guerra a la crisis, donde Chile no enfrenta amenazas en un futuro evaluable, pero sí riesgos y en el cual la defensa es una construcción colectiva. Esta Estrategia de Defensa Nacional deberá reemplazar la provocadora e infinanciable postura de disuasión, conceptualizando una Revisión Militar al año 2030 que permita mantener, de forma financieramente sustentable, capacidades militares necesarias y suficientes para una demanda de defensa más probable y financiadas con las reales disponibilidades económicas del Estado y otros recursos así liberados.
El relato de nuestros lejanos orígenes como nación nos describe como: “Chile, fértil provincia y señalada. En la región Antártica famosa. De remotas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa; la gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida” (La Araucana, Alonso de Ercilla y Zúñiga – 1569-1589)”; lo que similarmente se expresa en La Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano (Diego de Rosales – 1674), que asimila nuestro conflicto de Arauco con la larga guerra entre España y Flandes (actual Holanda).
Con posterioridad a nuestra Independencia surgieron los conflictos vecinales, sin embargo, nuestra generación ha podido resolver pacíficamente sus diferencias pendientes a través del Tratado de Paz y Amistad de 1984 con Argentina, que puso fin al diferendo del Canal Beagle, de la sentencia de la Corte de la Haya por la Delimitación Marítima con Perú de 2014 y del fallo de 2018 de dicha Corte que le dio la razón a Chile en la Demanda Marítima Boliviana, representando una oportunidad para, después de muchos siglos, poder alcanzar los dividendos de la paz.
[cita tipo=»destaque»]En el marco de nuestra Nueva Constitución, su implementación requerirá el diseño y desarrollo de un Sistema de Defensa Nacional bajo la autoridad del Presidente de la República y la participación efectiva del Congreso Nacional, según un esquema conceptual establecido en una Estrategia de Defensa Nacional, donde la Fuerza Militar actuará mediante la cooperación y el principio de legítima defensa establecido en la Carta de Naciones Unidas y formará parte orgánica del Ministerio de Defensa Nacional, según una estructura y mando conjunto para su desarrollo y empleo.[/cita]
El éxito del pasado es el origen de la derrota del futuro, lamentablemente esta larga historia de triunfos militares nos continúa amarrando al pasado con una cultura militarista que pretende seguir aplicando soluciones militares a problemas políticos, tal como en La Araucanía y en la apreciación del Presidente Piñera que, frente a los hechos de octubre de 2019, sostuvo que estábamos “en guerra frente a un enemigo poderoso”; criterios políticos extendidos que, sin duda, avalan a nuestra Fuerza Militar a seguir justificando grandes capacidades militares absolutamente innecesarias y, de esta forma, prescindiendo de la realidad de una nueva sociedad global que nace. Digámoslo fuerte y claro, llegó el momento de sintonizar la Defensa con las políticas públicas del nuevo siglo, en un contexto internacional que evoluciona de la guerra a la crisis, donde Chile no enfrenta amenazas en un futuro evaluable, pero sí riesgos y en el cual la defensa es una construcción colectiva.
Para precisar estos nuevos escenarios deberemos responder preguntas tales como: ¿De qué defendernos? ¿Cómo queremos defendernos? ¿Cuánta defensa es suficiente? ¿Cuánta defensa podemos financiar? ¿Cómo organizamos la Defensa? ¿Roles y misiones militares? ¿Con qué estrategia? ¿Qué tipo de Fuerza Militar? ¿Qué carrera militar? ¿Con qué sistemas de armas? Etcétera.
En el marco de nuestra Nueva Constitución, su implementación requerirá el diseño y desarrollo de un Sistema de Defensa Nacional bajo la autoridad del Presidente de la República y la participación efectiva del Congreso Nacional, según un esquema conceptual establecido en una Estrategia de Defensa Nacional, donde la Fuerza Militar actuará mediante la cooperación y el principio de legítima defensa establecido en la Carta de Naciones Unidas y formará parte orgánica del Ministerio de Defensa Nacional, según una estructura y mando conjunto para su desarrollo y empleo.
Esta Estrategia de Defensa Nacional deberá reemplazar la provocadora e infinanciable postura de disuasión, conceptualizando una Revisión Militar al año 2030 que permita mantener, de forma financieramente sustentable, capacidades militares necesarias y suficientes para una demanda de defensa más probable y financiadas con las reales disponibilidades económicas del Estado y otros recursos así liberados. De esta forma podremos resolver armónicamente el dilema entre mantequilla o cañones, a través de una Agencia Civil de Compras Militares que permita armonizar el gasto de defensa con las ineludibles prioridades sociales.
Con este objeto se deberá implementar una Reingeniería de la Defensa para enfrentar las incertidumbres del futuro a través de una Fuerza Militar efectivamente conjunta, bajo el mando permanente de un Jefe del Estado Mayor Conjunto de cuatro estrellas, calibrada para estos riesgos, pero capaz de regenerar un potencial suficiente y relevante para cooperar por un mundo global seguro. Esta sinergia conjunta nos permitirá una disminución programada del personal y de las plataformas militares, posibilitando cumplir los compromisos estratégicos de forma política y financieramente sustentable mediante una Fuerza Militar austera, consistente y motivada, formada en un renovado sistema educacional.
Corresponderá al próximo gobierno convocar a civiles y militares para impulsar este desafío y, para ello, me permito recordar lo expresado por el entonces ministro de Defensa Nacional, Edmundo Pérez Yoma, en la ceremonia inaugural del “Primer Libro de la Defensa Nacional”, efectuada en la sala 7 del ex Edificio Diego Portales, el 10 de junio de 1996, quien concluyó su discurso señalando: “Los llamo (…) a tomar el trabajo que les hemos encomendado con el ánimo dispuesto a comprender más que a prejuzgar, a concordar más que a discrepar, a converger más que a divergir. Todo ello, en el convencimiento de que el objetivo que nos hemos propuesto es posible y, por encima de lo posible, necesario”. Así podremos dejar atrás nuestra cultura militarista de Flandes Indiano.