En junio del 2018, el documento “Salud Digital: Una visión tecnológica para Chile”, ya hablaba de la necesidad de “identificar mecanismos para permitir la disponibilidad e interoperabilidad, de forma tal que esta información siga al paciente en donde se atienda”. Hoy, a más de un año y medio de pandemia, esto es una necesidad más que imperativa. No se trata solo de incorporar tecnología, sino de cómo también esta tecnología contribuye a facilitar el acceso a salud, disminuir inequidades y contribuir a la justicia social.
La posibilidad de que información sobre nuestro estado de vacunación pueda ser almacenada y posteriormente accedida por cada uno de nosotros y por las instituciones que la necesiten, ha permitido usar este dato de salud como insumo para reducir el riesgo de contagio por COVID-19. Al mismo tiempo ha posibilitado a muchas familias reencontrarse después de meses, al permitir viajar entre comunas en fase 2 de diferentes regiones a quienes tengan su pase de movilidad. Este es un buen ejemplo de las potencialidades positivas que tiene para todas las personas que sus registros clínicos los acompañen en cada interacción de salud, independientemente del lugar del país y nivel de atención donde se generen.
Nuestro sistema de salud está altamente fraccionado y los chilenos accedemos a él a través de múltiples instituciones. Cada una de estas son ciegas a la información que poseen las otras, porque cada una tiene su propio sistema de información no conectado con el resto. Así, paradójicamente, la información que tiene Google de nuestros hábitos, costumbres e incluso temas de salud, está más integrada que la información que nuestro sistema de salud posee para ofrecernos una atención adecuada.
[cita tipo=»destaque»]En el mundo entero la transformación digital se aceleró por las restricciones impuestas por la pandemia, esta oportunidad debe ser aprovechada en pos de poner a la tecnología al servicio de una salud centrada en las personas. Donde los datos clínicos ayuden a quienes nos atienden, nos conozcan mejor y puedan tomar las mejores decisiones con esa información. Finalmente, que la salud digital signifique una salud a escala realmente humana. [/cita]
En este sistema fraccionado y desigual, contar con datos clínicos compartidos se transforma en una herramienta estratégica para mejorar el uso de recursos y, sobre todo, permitir a nuestra población tener un cuidado de salud integral y oportuno. Todos los actores del sistema de salud se benefician de una ficha compartida: los pacientes pueden acceder a sus datos y usarlos donde los necesiten, el personal de salud puede tomar decisiones con mayor y mejor información y, por su parte, los encargados del sistema de salud pueden planificar con datos poblacionales de calidad, por ejemplo, proyectar compras de medicamentos, por nombrar quizás el más básico de los datos que podría estar unificado.
En junio del 2018, el documento “Salud Digital: Una visión tecnológica para Chile”, ya hablaba de la necesidad de “identificar mecanismos para permitir la disponibilidad e interoperabilidad, de forma tal que esta información siga al paciente en donde se atienda”. Hoy, a más de un año y medio de pandemia, esto es una necesidad más que imperativa. No se trata solo de incorporar tecnología, sino de cómo también esta tecnología contribuye a facilitar el acceso a salud, disminuir inequidades y contribuir a la justicia social. Cómo logramos que la experiencia de nuestra población mejore al momento de acceder al sistema de salud es el gran desafío. Ahí aparecen herramientas como la telemedicina, para disminuir las barreras territoriales; las solicitudes de hora telefónica online sin tener que madrugar en una fila por un número de atención, sistemas de seguimiento para saber cómo va mi lugar en la lista de espera para la cirugía, entre tantas cosas prácticas, que contribuirían a dar dignidad a la atención de nuestra población.
En el mundo entero la transformación digital se aceleró por las restricciones impuestas por la pandemia, esta oportunidad debe ser aprovechada en pos de poner a la tecnología al servicio de una salud centrada en las personas. Donde los datos clínicos ayuden a quienes nos atienden, nos conozcan mejor y puedan tomar las mejores decisiones con esa información. Finalmente, que la salud digital signifique una salud a escala realmente humana.