El viernes 10 de septiembre, Concepción fue el epicentro de la reunión entre gobernadoras y gobernadores regionales y cuatro candidaturas a la Presidencia, donde se habló en otro tono, en otro lenguaje y de tú a tú. Nada de “pobres regiones”, nada de dádivas ni de concesiones instrumentales. Se habló en el lenguaje de la vivencia del centralismo, donde ya no corren los “gatos por liebres”, donde se forzó a hablar en lenguaje regional a candidatos presidenciales acostumbrados a hablar en lenguaje nacional sin enfoque territorial.
Hasta la elección presidencial del año 2017, las promesas presidenciales sobre descentralización eran periféricas en los programas de Gobierno, solicitadas por fundaciones, universidades y agrupaciones regionalistas. Frecuentemente, los(as) candidatos(as) presidenciales asumían esos compromisos cuando visitaban regiones o comunas que encarnaban demandas por transformarse en nuevas regiones, o por una mayor inversión pública para salir de rezagos o inequidades territoriales. Incluso, algunos(as) candidatos(as) ni siquiera contemplaban en sus programas de Gobierno compromisos asociados a descentralización o desarrollo regional, ya que para muy pocos(as) eso era considerado un problema político.
No hay duda que esto está cambiando radicalmente a partir de la elección histórica de gobernadores y gobernadoras regionales. El viernes 10 de septiembre, en Concepción, se dio un paso relevante en esta dirección. Ese día se reunieron cuatro candidaturas presidenciales con los 16 gobernadores y gobernadoras regionales del país. Hecho que puede catalogarse como histórico, dado que, en términos simbólicos y pragmáticos, se puede afirmar que ese día Chile comenzó a escribir una historia política desde los territorios en dirección a contrarrestar el poder político de Santiago.
[cita tipo=»destaque»]Las intervenciones de los presidenciables y sus compromisos para fortalecer la descentralización no fueron sorprendentes, más bien fueron predecibles. Todos se mostraron propensos a disminuir el rol de los delegados presidenciales regionales, con el matiz de Gabriel Boric, quien derechamente propuso suprimir dicho cargo, y Yasna Provoste, quien planteó reemplazarlo por un Seremi del Ministerio del Interior. Kast está por mantenerlo y Sichel guardó silencio. Cual más, cual menos, los cuatro comprometieron fortalecer las competencias y aumentar la decisión sobre recursos fiscales.[/cita]
Concepción fue el epicentro de la reunión entre gobernadoras y gobernadores regionales y cuatro candidaturas a la Presidencia, donde se habló en otro tono, en otro lenguaje y de tú a tú. Nada de “pobres regiones”, nada de dádivas ni de concesiones instrumentales. Se habló en el lenguaje de la vivencia del centralismo, donde ya no corren los “gatos por liebres”, donde se forzó a hablar en lenguaje regional a candidatos presidenciales acostumbrados a hablar en lenguaje nacional sin enfoque territorial.
Las intervenciones de los presidenciables y sus compromisos para fortalecer la descentralización no fueron sorprendentes, más bien fueron predecibles. Todos se mostraron propensos a disminuir el rol de los delegados presidenciales regionales, con el matiz de Gabriel Boric, quien derechamente propuso suprimir dicho cargo, y Yasna Provoste, quien planteó reemplazarlo por un Seremi del Ministerio del Interior. Kast está por mantenerlo y Sichel guardó silencio. Cual más, cual menos, los cuatro comprometieron fortalecer las competencias y aumentar la decisión sobre recursos fiscales.
Lo cierto es que la descentralización del Estado por primera vez está siendo un tema central en las propuestas programáticas y no es periférica, como ocurría en campañas presidenciales anteriores. Los gobernadores y las gobernadoras lo hicieron notar, y en este encuentro fueron quienes además propusieron una agenda descentralizadora presidencial, demandando atribuciones y competencias en la clásica tríada de la descentralización: política, fiscal y administrativa.
La agenda que pusieron en materia fiscal fue rentas regionales y mayor autonomía financiera y de gestión presupuestaria, demandando, por ejemplo, que la inversión de decisión regional llegue a lo menos a un 40% de la inversión nacional.
En materia de descentralización administrativa y competencial, demandaron que exista un programa de transferencia de competencias consensuado región-nación, una nueva estructura de competencias en el territorio, entre otras propuestas.
En cuanto a descentralización política, propusieron que el actual delegado presidencial regional se transforme en un secretario regional ministerial y disminuya su poder de coordinación, de tal forma que gobernadoras y gobernadores sean quienes lideren y prioricen las inversiones sectoriales en el territorio. Otra propuesta interesante fue la designación de un representante del Gobierno Regional en cada universidad o empresa estatal con asiento regional.
En síntesis, que la descentralización efectivamente sea un eje central de lo que debatimos y hablamos en esta campaña presidencial, es un tremendo avance y se lo debemos, en parte, al rol político jugado por gobernadores y gobernadoras regionales. Ojalá que esta temática aparezca en los debates presidenciales transmitidos por televisión y medios nacionales, porque en la primaria no se habló prácticamente de ella. De paso, con esto también sanaremos la otra enfermedad del centralismo, esa que padecen algunos medios de comunicación, para los cuales Rancagua es Sur y Valparaíso norte.
Al poner con esta fuerza la agenda de descentralización en la campaña presidencial, los gobernadores y las gobernadoras regionales se anotaron otro punto político. Para otro capítulo quedará la confusión conceptual demostrada por varios de los candidatos presidenciales, al equiparar conceptos que en la teoría y práctica no significan lo mismo. Por ejemplo, regionalizar no es lo mismo que descentralizar y esta última es diferente a deslocalizar, así como peras y manzanas son diferentes y tienen formas, gustos y valores nutritivos distintos, también aplica para entender mejor estas materias.