En una entrevista televisiva, el presidente Sebastián Piñera, al ser consultado por el juicio que hará la historia acerca de su administración, señaló que los elementos a destacar serían la conducción de la crisis política y el manejo de la pandemia. En el mismo espacio, el mandatario recalcó que los futuros veredictos con respecto a su periodo serían menos severos, pues no estarían sujetos a las pasiones con las cuales muchos los interpelan hoy. En cuanto a los aspectos negativos, Piñera optó por no profundizar demasiado.
El presidente acierta, en términos generales, cuando destaca los logros de su administración. Sin embargo, el juicio de la historia —no necesariamente entendido como el juicio de los historiadores, sino más bien como la impresión general que quede impregnada en las próximas generaciones— no dependerá tanto de lo que hizo este gobierno. El giro político que la sociedad está llevando a cabo someterá al país a una serie de transformaciones cuyas consecuencias moldearán la opinión que la ciudadanía se forje con respecto a lo que se ha llevado a cabo durante las últimas décadas. El éxito o fracaso de las próximas administraciones y de la Convención Constitucional jugarán un rol mucho más determinante a la hora de orientar las opiniones acerca de los manoseados 30 años.
En este contexto, si Boric efectivamente logra mejorar de manera sustancial la calidad de vida de la mayoría de los chilenos, los gobiernos antecesores a su administración serán vistos, en buena medida, como la élite que durante años se opuso a las transformaciones que el país necesitaba. Por el contrario, si el gobierno de Apruebo Dignidad empeora esas condiciones, la crítica al gobierno de la derecha será menos letal. Es fundamental, además, reconocer que el juicio de la historia —entendido como lo mencionado al comienzo— no solo depende de lo que los gobiernos hagan o no. Las futuras generaciones abrazarán valores que hoy se nos hacen difíciles de imaginar. Su crítica estará, quizás, dentro de márgenes en los que la sociedad actual no se maneja.
El presidente debe quedarse tranquilo. Cómo lo recuerden no dependerá tanto de él, sino de factores que no tiene manera de controlar, pues no están y nunca estarán a su alcance.
Pablo San Martín Ahumada
Periodista