Niños que buscan comida, iquiqueños que intentan ayudarlos y otros que marchan pidiendo a gritos que los expulsen. Turistas que cancelan sus reservas por miedo a los migrantes y al COVID –estas últimas semanas las cifras se han disparado, impulsado esto también por los ingresos ilegales–. ¿Y dónde está el Estado?, ¿dónde está el Gobierno?, ¿dónde está Delgado? Luego del show mediático previo a la segunda vuelta, en que varios ministros aparecieron fugazmente por Colchane, se sacaron fotos, grabaron imágenes, anunciando mayores controles y refugio a quienes estaban ya en territorio nacional y volvieron a Santiago, la situación está cada vez peor.
Fue hace poco más de tres años. El Presidente Piñera parecía vivir el éxtasis –“mi mandato será tan exitoso que Chile Vamos seguirá gobernando hasta 2026”, decía en febrero de 2019– de una burbuja que le duraría solo unos pocos meses. El estallido social se empezaba a incubar, mientras La Moneda concentraba todas sus energías en Venezuela. Una obsesión presidencial que se distanciaba de las necesidades y dolores cotidianos de la gente, pero que buscaba posicionarlo como un líder en el combate frontal contra Nicolás Maduro y erguirse como una especie de salvador del pueblo venezolano. De ahí vino el intento fallido de Prosur y, luego, el malogrado viaje a Cúcuta. Una invitación de Iván Duque, que terminó en un verdadero bochorno. Sin la presencia de Argentina y Brasil –ni Bolsonaro quiso arriesgarse– y con la deserción de última hora de Mike Pence, el vicepresidente de Trump, el Mandatario chileno llegó al lugar en que se desarrollaba el concierto Venezuela Aid Live, ese en que Miguel Bosé las emprendió contra Michelle Bachelet. Al final, no se logró entregar la ayuda, el presidente encargado, Juan Guaidó, saludo distraídamente a un ansioso Sebastián Piñera y la actividad pasó sin pena ni gloria.
El viaje de Piñera y Ampuero a Cúcuta no solo se convirtió en un rotundo fracaso, sino que también se transformaría en el principio del fin. El Gobierno se quedó rápidamente sin agenda política porque el intento de centrarse en Venezuela, como eje comunicacional, terminó por desarmar la estrategia que buscaba posicionar al Mandatario con un rol de liderazgo internacional. Pero, además, Cúcuta marcaría el inicio de un megaproblema migratorio que terminaría por rebotar con fuerza y que hoy está totalmente fuera de control para el Gobierno. Piñera abrió de par en par la puerta a los venezolanos, lo que ratificaría varias veces en los meses siguientes. Esto fue secundado por sus ministros, encabezados por Pablo Longueira, quien se despacharía la frase “vénganse a Chile, ¡tenemos trabajo para todos ustedes!”.
[cita tipo=»destaque»]Ojalá La Moneda –además de Chile Vamos– hubiera tenido la capacidad de autocrítica para reconocer el punto de quiebre que representó Cúcuta para multiplicar por mil un problema que ya había partido con Bachelet.[/cita]
Por más que el ministro Delgado trate de restarle responsabilidad a Piñera, el episodio de Cúcuta fue no solo la crónica de una crisis anunciada, sino que un acto impulsivo e irreflexivo. Un verdadero spoiler de lo que estamos viendo hoy en el norte, especialmente en Iquique y Colchane, donde el caos y la falta de control del Estado han tomado ribetes alarmantes. El acto de fuerza de un grupo de migrantes contra Carabineros, que realizaban tráfico de drogas frente a la playa más importante de la capital regional, es la demostración palpable del error y responsabilidad del actual Mandatario en la crisis. Más aún cuando Piñera centró su campaña, en 2017, en la migración ilegal facilitada por Bachelet. Y a propósito de la desesperada búsqueda “del legado”, esta administración le traspasa un problema a Boric muy complejo. Vaya legado.
El caos que vive Iquique es difícil de describir. Calles con cientos de personas instaladas en improvisadas carpas, que circulan pidiendo plata a transeúntes. Niños que buscan comida, iquiqueños que intentan ayudarlos y otros que marchan pidiendo a gritos que los expulsen. Turistas que cancelan sus reservas por miedo a los migrantes y al COVID –estas últimas semanas las cifras se han disparado, impulsado esto también por los ingresos ilegales–. ¿Y dónde está el Estado?, ¿dónde está el Gobierno?, ¿dónde está Delgado? Luego del show mediático previo a la segunda vuelta, en que varios ministros aparecieron fugazmente por Colchane, se sacaron fotos, grabaron imágenes, anunciando mayores controles y refugio a quienes estaban ya en territorio nacional y volvieron a Santiago, la situación está cada vez peor.
Pero más allá del fracaso rotundo del Gobierno en el control de la migración ilegal de cientos de venezolanos que ingresan día a día a Chile, la administración del Presidente Piñera nunca ha asumido la responsabilidad política de la crisis. Ojalá La Moneda –además de Chile Vamos– hubiera tenido la capacidad de autocrítica para reconocer el punto de quiebre que representó Cúcuta para multiplicar por mil un problema que ya había partido con Bachelet. Pero tampoco la oposición tuvo la fuerza y nitidez para enfrentar al Gobierno con este tema. Entre las múltiples acusaciones e interpelaciones que hicieron en el Congreso –varias de ellas completamente innecesarias–, faltó esta, quizás donde las pruebas en contra de Piñera eran más claras que en ninguna.