La identidad propia del territorio chileno está firmemente ligada al mar, aunque esto no sea claramente observado por sus habitantes. Nace así la necesidad de crear conciencia marítima, definida como la capacidad de un individuo, una agrupación y de una nación para reconocer, comprender, valorar, explicar y concebir el mar como un valor en sí mismo, como también como un motor para el desarrollo y bienestar de la sociedad, de la nación y del mundo.
“… y ese mar que tranquilo te baña, te promete futuro esplendor” (Himno nacional)
Con ocasión de la reciente publicación de la Encuesta Bicentario UC, donde se detalla la disminución de la identificación de los chilenos con nuestros símbolos nacionales, debiéramos preguntarnos qué es lo que está pasando. ¿No habrá influido la disminución de este sentimiento e identificación con la reducción de las horas del ramo de historia de Chile o educación cívica? ¿No estará afectándonos el querer borrar todo nuestro pasado y refundar nuestro país? ¿Nos olvidamos de cómo nos independizamos, nos consolidamos como nación y cómo se ha ido conformando nuestro territorio?
El pasado 21 de octubre del 2021, con ocasión de la conmemoración del Quinto Centenario de la hazaña de Hernando de Magallanes, quien tomó posesión en 1520 del Estrecho de Magallanes, lo que permitió el tránsito interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico, ha surgido como punto de discusión la importancia que ha tenido el valor del mar en nuestra identidad nacional. Además de ser un medio estratégico de comunicación y de transporte durante estos quinientos años de historia, ha tenido una relevancia fundamental para el desarrollo de Chile y su futuro. Sólo basta mencionar que el 95% de todas las exportaciones e importaciones se realizan a través del mar.
Chile alcanza un largo de 4.270 km, con un ancho máximo de 445 km y la superficie del territorio continental totaliza 756 102,4 km². Chile actualmente limita al Norte con Perú, gracias a la victoria obtenida en la Guerra del Pacifico, en que incorporamos los territorios de Antofagasta hasta Arica y que nos han permitido explotar el salitre, el cobre, el litio y ahora el sol. Hacia el Este, lo hace con Bolivia y Argentina. La línea del límite tiene sentido general norte-sur. Hacia el Oeste, se proyecta hacia el océano Pacífico y al Sur, con el Polo Sur, considerando nuestro Territorio Chileno Antártico. Es importante remarcar que Chile se proyecta hacia el Oeste, a través del Océano Pacífico, sus vecinos son los países de Asia y Oceanía, con los cuales se interrelaciona.
Con su accidentada geografía, nuestro país tiene un litoral de más de 4.300 km de longitud. Si se considera su extensión hasta las 200 millas náuticas de la costa, alcanza una superficie de 3.468.273 km², donde ejerce derechos exclusivos de explotación y soberanía sobre su espacio marítimo, la que va variando a medida que se aleja del territorio continental. La llamada Zona Económica Exclusiva, cuya superficie total es 4,5 veces el espacio terrestre continental, al sumarle el área de responsabilidad de búsqueda y salvamento marítimo, es 35 veces mayor a nuestra delgada faja de tierra continental.
[cita tipo=»destaque»]Para contribuir a la construcción de identidades y al desarrollo de las personas y de la comunidad es necesario investigar, rescatar, conservar y difundir el rico patrimonio nacional.[/cita]
Además del territorio insular y continental americano, Chile es un país con vocación Antártica por historia y cercanía geográfica, creando en 1906 la primera Comisión Chilena Antártica. Nuestro país reclama soberanía sobre el Territorio Chileno Antártico, con una superficie terrestre de 1.250.257,6 km², lo que equivale a casi 1,3 veces el territorio continental. Esta reclamación está suspendida según lo estipulado por el Tratado Antártico del que Chile es signatario, el que en unos años más será, sin duda, un dolor de cabeza para aquellos que nos sucedan.
Aun cuando tenemos una larga costa y una privilegiada cercanía geográfica al mar, no se ha desarrollado una conciencia marítima dentro de la población, la que sin duda es necesario establecer como parte de nuestra identidad nacional. En la encuesta sobre chilenidad comparativa de Cadem, ante la consulta “cuál dirías que es el símbolo que más identifica al país”, en 2017 el 41% respondió la “cordillera” y solo el 8% el “mar”. En 2019 las respuestas fueron 29% para la “cordillera” y 7% para el “mar”. Indudablemente se observa que se tiene un gran desafío para potenciar la conciencia marítima en el colectivo nacional.
La identidad propia del territorio chileno está firmemente ligada al mar, aunque esto no sea claramente observado por sus habitantes. Nace así la necesidad de crear conciencia marítima, definida como la capacidad de un individuo, una agrupación y de una nación para reconocer, comprender, valorar, explicar y concebir el mar como un valor en sí mismo, como también como un motor para el desarrollo y bienestar de la sociedad, de la nación y del mundo. Así, el grado de adhesión que alcancen las personas, en defensa de los grandes objetivos nacionales, tendrá directa relación con la percepción de su identidad como grupo humano con sentido de pertenencia, que forma parte de un proyecto de vida que se forjó desde el pasado.
En una sociedad multicultural, inserta en un mundo que tiende a ser cada vez más global, que afecta la economía y la cultura de los pueblos, es importante relacionar a la comunidad con el territorio, dar a conocer y reforzar la riqueza de las raíces culturales propias, valorando la riqueza de las tradiciones, personajes, héroes y símbolos nacionales. Para contribuir a la construcción de identidades y al desarrollo de las personas y de la comunidad es necesario investigar, rescatar, conservar y difundir el rico patrimonio nacional.
La invitación, entonces, es ocuparnos de estos conceptos y trabajar en reforzar nuestra percepción identitaria nacional, para lo cual la propuesta de un grupo de convencionales para incorporar el concepto de territorio nacional, sus alcances y límites en la nueva Constitución es un buen punto de partida.