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¿Es la actual Constitución la de Pinochet o la de cuatro generales? ¡Rotundamente no! Opinión

¿Es la actual Constitución la de Pinochet o la de cuatro generales? ¡Rotundamente no!

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Juan de Murcia
Por : Juan de Murcia El nombre de este perfil corresponde a un seudónimo para proteger la identidad de su autor/a
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Hace algunos días escuchamos al recientemente asumido Presidente Gabriel Boric decir, en entrevista con Archi, que “cualquier resultado va a ser mejor” que una Carta Fundamental “escrita por cuatro generales”, refiriéndose al proceso constituyente que se está llevando a cabo en nuestro país.

La pregunta que hoy me hago, entonces,  es la siguiente: ¿es, la actual Constitución, una escrita por cuatro generales? La respuesta es un rotundo no.

Sí, la Constitución de 1980 fue escrita en dictadura, eso es una realidad. Su borrador fue elaborado por la comisión Ortúzar, conformada entre otros por Enrique Ortúzar Escobar, Rafael Eyzaguirre Echeverría, Jaime Guzmán Errázuriz, Jorge Ovalle Quiroz, Sergio Diez Urzúa y Gustavo Lorca. Algunos renunciaron durante el proceso, siendo reemplazados por Luz Bulnes Aldunate, Raúl Bertelsen Repetto y Juan de Dios Carmona. Todos abogados de prestigio y varios de ellos constitucionalistas. Dicho borrador fue revisado y modificado por el Consejo de Estado, integrado por los ex Presidentes de la República Jorge Alessandri y Gabriel González Videla (Eduardo Frei Montalva no aceptó participar), un expresidente de la Corte Suprema; un ex Contralor General, un exembajador, un exministro de Estado, un exrector y académicos, representantes de las Fuerzas Armadas, Carabineros y de organizaciones sociales.

Es cierto que muchos de ellos finalmente se opusieron a la redacción final, defendida fundamentalmente por Jaime Guzmán y sí, es cierto, sería aprobada antes de ser sometida a plebiscito, por la Junta Nacional de Gobierno, conformada por Augusto Pinochet Ugarte, José Toribio Merino Castro, Fernando Matthei Aubel y César Mendoza Durán, los cuatro generales.

El 11 de septiembre de 1980 se llevó a cabo el mentado plebiscito para su aprobación, aunque en la época no se contaba con registros electorales, ganando el Sí con un 67,04% de los votos. De acuerdo a lo informado, votaron 6.271.868 personas y es sabido que hubo acusaciones de fraude, encabezadas por Eduardo Frei Montalva.

Hasta ahí la historia parecería darle la razón al Presidente, pero veamos qué pasó después.

En 1989, aún en dictadura, se inicio un proceso de reformas constitucionales, la primera muy sustantiva, que consta de 54 cambios, que tuvo como objetivo principal contemplar de modo expreso el pluralismo político, a través de la participación política, afirmar el principio democrático y participativo de la ciudadanía, con la inclusión de más facultades, dejando atrás el ejercicio del poder constituyente, en manos, hasta entonces de la Junta de Gobierno. Luego, con el retorno a la democracia, continúan las reformas y se realizan dos en 1991, una en 1994, una en 1996, tres en 1997, cuatro en 1999, dos en 2000, una en 2001 y una en 2003. Hasta el 2005 llevamos ya 16 reformas constitucionales, que tuvieron como objetivo central promover la participación ciudadana. Las más relevantes para la democracia son la de 1994, que reduce el mandato presidencial de ocho a seis años, cuya finalidad, establecida en el mensaje de la ley, fue la de mejorar la estructuración del sistema político, y la de 1999 que establece la 2ª vuelta en elecciones presidenciales. Recién en el año 2001 se elimina la censura cinematográfica, sustituyendo esta por un sistema de calificación, consagrándose el derecho a la libre creación artística.

Todo lo anterior nos lleva a la reforma del año 2005, impulsada por el Presidente Ricardo Lagos Escobar, la que promete terminar con la Constitución de Pinochet, redactada por connotados constitucionalistas y aprobada por una inmensa mayoría en el Parlamento. El 26 de agosto del 2005, se publica en el Diario Oficial la Ley N° 20.050, conocida como la “Gran Reforma”, que incluyó 54 modificaciones. Las mayores innovaciones están asociadas al nuevo Tribunal Constitucional, contempla un presidencialismo más controlado, fija los lineamientos en paralelo a los Tribunales de Justicia y supone un mayor control al legislador, elimina los senadores designados y vitalicios, reduce el mandato presidencial de 6 a 4 años, modifica el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) y se determina que solo el Presidente de la República lo puede convocar, modifica el sistema de reemplazos de parlamentarios, tanto de senadores y diputados, aumenta las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados, se faculta al Presidente para remover a los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y al general director de Carabineros, y se elimina la función de ser “garantes de la institucionalidad” a las Fuerzas Armadas.

Desaparecen, aquí, todos los enclaves autoritarios que dejó la dictadura de Pinochet. Firmaron dicha Constitución Ricardo Lagos Escobar, Presidente de la República, y todos sus ministros, entre ellos, Francisco Vidal Salinas, ministro de Interior; Ignacio Walker Prieto, ministro de Relaciones Exteriores; Nicolás Eyzaguirre Guzmán, ministro de Hacienda; Sergio Bitar Chacra, ministro de Educación; Luis Bates Hidalgo, ministro de Justicia; Jaime Campos Quiroga, ministro de Agricultura; Pedro García Aspillaga, ministro de Salud; y Yasna Provoste Campillay, ministra de Planificación. ¿Renegarán todos ellos de la Constitución que firmaron? Lo dudo, es más, creo que su carácter es profundamente democrático.

Las palabras que el Presidente Ricardo Lagos dijo el 17 de septiembre de 2005, días después que se plasmara la ley en el Diario Oficial, fueron: «Este es un día muy grande para Chile. Tenemos razones para celebrar. Tenemos hoy por fin una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, del alma permanente de Chile, es nuestro mejor homenaje a la Independencia, a las glorias patrias, a la gloria y a la fuerza de nuestro entendimiento nacional, chilenos y chilenas, hoy despunta la primavera». Posterior a 2005 y a la fecha, se han realizado nada menos que 35 modificaciones constitucionales más, llevando el total a 51, cada una constando de múltiples cambios.

¿Y entonces? Aquí me confundo: ¿cuáles son los argumentos del Presidente Boric para denostar la actual Constitución? ¿Por qué la tildamos de antidemocrática? ¿Cuánto queda realmente de la Constitución de 1980? ¿Las palabras del Presidente Lagos son un simple eslogan? ¿No será que le estamos haciendo el juego a la izquierda radical? La diputada comunista Carmen Hertz sostiene: «No debemos olvidar jamás que tiene un origen ilegítimo y espurio. La Constitución del ochenta ha sido llamada por alguien la Constitución del gatopardismo, ya que es una Constitución que se cambia, se cambia, se cambia y todo sigue igual». A mí, estas palabras me parecen una falacia y los hechos descritos lo demuestran.

No pretendo desmerecer el proceso constituyente que se está llevando a cabo en Chile, tampoco me opongo a él y quisiera que fuese exitoso, pero me tiene asustado lo que hasta hoy publica la Convención como borrador de Constitución. Créame, preferiría que la actual redacción se mejorara de manera sustantiva, de manera que representara a todos los sectores y ganara por una amplia mayoría, ojalá superior al 70%. Pero si el resultado de esta es inadecuado y poco representativo de los chilenos y chilenas, deja fuera el pensamiento y las creencias de importantes sectores de nuestra sociedad y no me refiero solamente a la derecha, que representa ni más ni menos que a un 40% de la población, sino también a sectores de centro y centroizquierda, les recuerdo que hoy nos rige una Constitución democrática, viable y que nos entrega estabilidad y sentido de ciudadanía.

Es también evidente que, si se produjera el rechazo, se requerirá a futuro un nuevo proceso constituyente, plebiscitado ante la ciudadanía, que modifique la actual Constitución que nos rige, de nuevo, de manera profunda, para otorgar un mejor reconocimiento a quienes poblaron esta tierra y a sus culturas antes de nuestra Independencia, hace ya más de 200 años, y para asegurar que el Estado se ponga al servicio de la ciudadanía de forma eficiente y oportuna y no al revés, pero no se olvide, nos debe regir un solo Estado y somos un solo pueblo: Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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