Cuando Andrónico Luksic escribe una carta a los accionistas de la CCU es porque, en un universo narrativo de García Márquez, el aspirante a coronel no tiene quien le escriba. El empresario y oficial de reserva VIP del Ejército refleja el sentimiento de desasosiego ante la espera sobre el devenir y los resultados que emanen de la Convención Constitucional. A Luksic y a los veteranos que triunfaron en la “Guerra de los Mil Días”, que culminó con el golpe de Estado, los desespera la complejidad y la incertidumbre del momento y del proceso. En esos mil días criollos de esperanzas y dolores, el diálogo cívico y la negociación política sufrieron el más alto desprecio.
La historia reciente comienza una mañana de octubre del 2019 que, en el transcurso del día 18 de ese mes, fue acumulando una energía incontenible, verbalizada ipso facto como el estallido social. Esa fuerza telúrica dio paso a una negociación política inédita e inaudita, abriendo un proceso constituyente en Chile, en medio de un contexto de crisis, complejidad e incertidumbre. En esa dinámica transformadora estamos ahora. La negociación política y el diálogo cívico se valorizan y aprecian en la búsqueda de soluciones adaptativas, para el despliegue de nuevos diseños institucionales sobre la base de acuerdos flexibles, sensibles y sostenibles.
Parafraseando a la señora Castagna, podríamos tomar la carta de Luksic y decir: “¡Usted, señor Luksic, a su edad! ¿No le da vergüenza su comportamiento y discurso? ¿De verdad? Es importante que no confunda ‘el tono del debate’ con ‘el diálogo policromático’ que está ocurriendo dentro de la Convención Constitucional. A su edad y lugar de privilegio para expresarse, usted debería saber que ‘negociación’ no es lo mismo que ‘diálogo’ y que diálogo no es debate. Diálogo y negociación son tecnologías que se complementan, pero con distintas cajas de herramientas y diseños metodológicos. También a esta altura de su vida, usted, señor Luksic, debería comprender que una crisis no es lo mismo que un conflicto. Son fenómenos sociales diferentes, pero entrelazados en su ciclicidad, dinámica, naturaleza, data y tipología”.
Mientras algunos, desde el poder constituido, discuten sobre la conveniencia de invertir sus ahorros en la compra de maíz para la manutención de sus gallos de pelea, Don Sebas se dispone a ofrecer por el gallo del coronel una especulativa y engañosa compra de futuro. Sin embargo, ya sabemos en la ficción de García Márquez que cuando la esposa le pregunta al coronel sobre qué pasaría si el gallo pierde y qué comerían, el coronel le responde: «Mierda», que en la realidad chilena no sería otra cosa sino comerse una nueva derrota del “Rechazo” en el plebiscito de salida.
La perplejidad de un empresario, un político o un dirigente social que, acostumbrados a una forma de ejercer el poder, frente a una escena descentralizada, sienten tambalear los ejes y dinámicas del poder. El verticalismo decisional comienza a migrar hacia una mayor horizontalidad y participación, produciendo una energía transformadora entre la construcción de consensos y la valoración de los disensos e instala el desafío mayor de la ADAPTABILIDAD. Dicho de otra manera, hay un mundo por explorar, más allá de la relación con los accionistas de una empresa o las bases de un sindicato, donde el Yo organizacional se pone juego, tensión y distensión virtuosa con el Ello interinstitucional, el Ellos sistémico y el Nosotros ecosistémico.
Negociar en este siglo XXI exige cambiar la concepción del poder como gestión de la supremacía de los intereses y necesidades de unos por sobre otros. La crisis ecológica y sus impactos nos advierten de escenarios de mayor complejidad e incertidumbre para la existencia humana. La negociación es ciencia, tecnología, arte y artesanía cuando las personas están al centro de los procesos de innovación colaborativa, impulsando soluciones de diseño adaptativas, apreciativas y policromáticas desde el hogar, lugar de trabajo, barrio, ciudad, región o país.
Las negociaciones que vendrán se van a nutrir de las ciencias y las tecnologías de la sociedad del afecto, poniendo en escena el arte y la artesanía de negociadores multidimensionales. Orientados a procesos crecientes de adaptabilidad, invitando a participar en colaboratorios, para que las personas e instituciones puedan cocrear “soluciones de diseño” adaptativas (que no es lo mismo que “el diseño de una solución”, como dicta la tradición). La participación de las personas pone en juego sus experiencias, conocimientos, aprendizajes, prácticas y valores, para experimentar conjuntamente la resolución de situaciones dilemáticas y la transformación energética de relaciones entretejidas, abiertas al aprendizaje y a la creatividad dialógica.
La negociación multidimensional es ejercicio de poder inclusivo por sobre la tenencia del poder jerárquico. Llevado al ámbito deportivo futbolístico, millones de personas juegan fútbol en sus patios, canchas de barrio o centros deportivos, pero pocas o pocos llegan a convertirse en Pelé, Endler, Messi o Vieira. En el caso del enfoque de negociación 4D, no es necesario convertirse en una negociadora o negociador estrella de las más altas esferas del poder, sino que lo exigible es estar disponibles para aprender a convivir e innovar como personas en sus propias comunidades de pertenencia.
Generar innovación colaborativa entre las personas e instituciones, sobre la base de una plataforma que explora las dimensiones espaciotemporales de la negociación, potencia los flujos de inteligencia conversacional apreciativa y policromática y facilita avanzar en procesos de adaptabilidad, orientando el proceso y sus objetivos al logro de acuerdos en un campo energético colaborativo que trasciende la clásica mesa de negociación, productora de negociaciones confrontacionales en blanco y negro.
La negociación tradicional (2D y 3D) presenta a los negociadores como narradores de sus historias, conflictos, rupturas, consensos y divergencias (todas legítimas) en un espacio compartido para traducir posiciones en intereses y acordar un futuro acotado garantizado entre sus negociadores, respecto de una altura, anchura y profundidad específicas al momento de suscribir ese acuerdo negociado y, por tanto, este tipo de negociaciones no asegura sentido de herencia espaciotemporal. A su vez, los negociadores multidimensionales potencian la búsqueda de equilibrios sostenibles y ejercicios de adaptabilidad, donde el hábitat, producto de la acción negociadora, se torna inteligente y generativo para los suscriptores, habitantes, visitantes y herederos de esas dimensiones espaciotemporales negociadas, algo así como una malla o textura negociada flexible y resistente que se adapta a los procesos de actualización.
La negociación 4D invita a ser partes del campo energético que se produce en un co-laboratorio, surgido de las fortalezas de sus actores y no de sus debilidades. Nos dispone a observar la energía negociadora que emana de sus participantes, junto con analizar la fluidez de sus fortalezas, así como a diseñar y planificar sus aspiraciones y oportunidades, gestionando y evaluando sus resultados. Observar lo pasado por alto, el detalle, cultivando una mirada panóptica del proceso, nos instala en los movimientos de rotación y translación que promueven los co-laboratorios en sus cuatro estaciones de trabajo, para negociar en cuarta dimensión.
En tiempos del imperio del “yo”, con un individualismo exacerbado y primacía decisional de unos pocos por sobre la voluntad de los demás, surgen comunidades de aprendizaje y nuevas ciudadanías dialógicas con impacto territorial e intergeneracional, capaces de incidir en la horizontalidad organizacional e interinstitucional. La negociación 4D se conecta con el cambio epocal y la apertura de un nuevo ciclo cultural, donde las personas van configurando el aparato circulatorio y respiratorio de la negociación, así como el corazón y el cerebro de los procesos de innovación colaborativa y creatividad dialógica, edificando comunidades resilientes y atentas al valor generativo de la diversidad y la divergencia.
La adaptabilidad a las crisis, complejidad e incertidumbre tiene mucho que ver con la necesidad de sobrevivencia que tenemos como especie humana en contextos de crisis generalizadas y, por ello, se acrecienta el interés exploratorio de un saber ser en este mundo y se esclarecen los beneficios compartidos y extensibles de un saber habitar con respeto y humildad ante la naturaleza que nos alberga en este planeta o en cualquier otro hábitat en el futuro.