Señor Director:
Ya estamos casi terminando el primer mes de clases presenciales, tras 2 años de modalidad online y los colegios y universidades no han realizado mayores cambios en su infraestructura.
Las salas de clases siguen con ventanas que solo se abren en primavera y que durante otoño e invierno se mantienen cerradas, manteniendo como un compañero más a la concentración de CO2.
A poco andar, aparecieron los primeros contagios en la región del Biobío, los cuales afortunadamente no llevaron a brotes. La insalubridad que tienen las aulas es un problema de siempre, que se visibilizó con la pandemia y alguien debe decir que la calidad del aire interior no es aceptable, pero no solo debemos quedar en las palabras, hay que actuar.
Incluir sensores de CO2 que ayuden con la medición y la implementación de sistemas de ventilación eficientes no solo cambiará la calidad de aire que los estudiantes respiran, también los ayudará a eliminar la somnolencia que producen las altas concentraciones de este gas de efecto invernadero.
Generar flujos de aire a través de ingresos pasivos y extracción forzada de este (extractores de aire), disminuye la propagación de virus que afecten a la salud, mejora la concentración y evita la fatiga, así solucionamos 2 problemas de una sola vez.
Jorge Peters