Una grieta fértil que abrió el estallido social fue llevar el uso del lenguaje a una pluralidad necesaria. Donde antes se imponía una forma de comprender Chile y la chilenidad, hoy brotan mixturas y se legitiman nuevas expresiones de vivir y convivir en nuestro país. El hecho de que el nuevo texto constitucional, pronto a aprobar, declare a Chile como un Estado plurinacional e intercultural es parte de esa energía multicolor desplegada que ha emanado de los barrios, comunas y regiones, incluyendo un “Yungay presidencializado”, cobrando cuerpo y espíritu esa energía plural en los espacios que hospeda día y noche a la Convención Constitucional.
Estos procesos de ajustes tectónicos aún tendrán algo de trinchera, barrera o frontera desde anacrónicos puestos de vigilancia que custodian privilegios y rancias formas de ejercer el poder. Cuando la sexualidad y las relaciones matrimoniales la entendíamos únicamente en clave binaria hombre/mujer y hablábamos de un territorio donde éramos chilenos descendientes de europeos y unos pocos “indios curiches”, hoy, afloran comunidades LGTBIQ+, y sus formas de hacer familias, así como la presencia de familias de inmigrantes, de nuevas familias mixtas de inmigrantes con criollos y criollas y la vigencia ancestral de nuestras comunidades originarias. Esta es la mayor evidencia del cambio cultural y nuevo ciclo vital que vive Chile. Alguien podría decir “para bien o para mal”, pero así se entreteje la nueva chilenidad.
La idea de frontera es especial para nuevos comienzos y reconocimientos. Una frontera puede ser una zona de confrontaciones o un lugar de oportunidades dialógicas insospechadas, cuando las conflictividades se tratan de manera pacífica y creativa en el mismo lugar con las mismas personas e identidades. En ello, la poesía y la narrativa nos regalan imágenes generosas, para redescubrir lugares de tránsito y confluencias que se dotan de nuevos sentidos. Lo pendiente es cómo la política y la vida social cultural nos ofrecen fronteras como zonas habitables.
Recuerdo un seminario sobre tratamiento y resolución de conflictos en Villeta, Colombia, el año 1991, cuando quienes pertenecíamos a los países garantes del Protocolo de Rio de Janeiro de 1942 (Chile, Argentina, EE. UU y Brasil) facilitamos el diálogo entre los representantes de Perú y Ecuador e instalamos una dinámica de negociación. El acuerdo de 1942 era fruto de la paz impuesta por un Perú vencedor. Por su parte, Ecuador reclamaba la inejecutabilidad de ese protocolo en lo relativo a fronteras. Esa era una escena de estancamiento, sordera y ceguera.
Nuestro trabajo se orientó a sugerir soluciones de diseño adaptativas a la realidad fronteriza postratado, ya que la configuración de las líneas fronterizas eran cuestionadas producto de las alteraciones geográficas de la zona. Como se trataba de un ejercicio experimental, la idea básica era “fraccionar el conflicto”, para evitar caer en la totalización de una solución (diseño de una solución). La fragmentación del conflicto fronterizo abrió horizontes de oportunidades en tres dimensiones específicas: un nuevo convenio para la libre navegación por el Amazonas, un nuevo acuerdo sobre la actividad comercial en la frontera y un nuevo tratado limítrofe que corrigiera el cambio de curso de ríos y otras consideraciones sobre fijación de límites, incorporando criterios tecnológicos superiores a los existentes en 1942.
Lo experimental, la simulación o modelamiento de dinámicas tiene la fuerza de disponer el despliegue de las inteligencias colaborativas en acción, donde lo que está en juego son las soluciones de diseño experimentales para comprobar su factibilidad, mejoras, adaptaciones y actualizaciones y no el diseño de una solución cerrada. Pensar las fronteras reales o mentales como espacios de convivencia pacífica y creativa es un desafío pendiente en diversos lugares fronterizos, como, por ejemplo. el límite rotonda de las comunas de Santiago y Providencia o las fronteras de las comunas con presencia ancestral mapuche, donde la propia concepción de frontera y tierras aledañas o wallmapu traspasan las delimitaciones geográficas de la naturaleza y el devenir histórico en la búsqueda de nuevos reconocimientos.
Imaginémonos el espacio rotonda Italia / Baquedano / Dignidad como un lugar de encuentro. Plaza Italia tiene la marca de una división de clase que separa a la capital entre los que habitan “de Plaza Italia para arriba” y “de Plaza Italia para abajo”. Plaza Baquedano remite a un lugar de reunión para celebraciones o manifestaciones epopéyicas, pero también como lugar de confrontación y disputa territorial entre manifestantes pacíficos, policías represivas y violentistas encapuchados de trinchera y barricada. Plaza Dignidad resignifica ese mismo espacio toponímico como la victoria de los octubristas del 2019 y el lugar que acogió a octubristas y noviembristas en “la marcha del millón”. Son estos tres planos superpuestos los que tienen que entrar a un co-laboratorio para explorar soluciones de diseño, orientadas a vivificar las paces, boceteando una nueva frontera como zona habitable.
Me imagino un encuentro entre las alcaldesas y economistas Mathei y Hassler, para abordar enfoques que vitalicen el sistema circulatorio de la rotonda fronteriza. Esta escena, en su lectura tradicional e ideológica, diría que el PC y la UDI se unen para buscar una solución al problema de la violencia en la plaza. La escena, en su versión multidimensional, evidencia diálogos en colores y negociaciones apreciativas que congregan a diversas actorías, para indagar en soluciones de diseño adaptativas, de acuerdo con las necesidades de la ciudadanía que circula por esta frontera porosa y generosa en su ética, estética y poética.
El co-laboratorio de fronteras abiertas comienza en la estación del “descubrir” historias de felicidad y alegría que las personas hayan vivido o experimentado en este lugar de encuentros. En esta primera estación y, en las tres estaciones restantes, los participantes dialogan, dando fluidez a la inteligencia conversacional que surge de las fortalezas de las personas. La segunda estación es para “soñar” con la plaza de los deseos, donde caben todas y todos en un sueño compartido. La tercera estación de este viaje es para entrar a “diseñar” ese sueño posible, proponiendo soluciones de diseño a los sueños, sobre la base de un proceso participativo de plaza proyectada. La cuarta y última estación de destino es para “implementar” lo proyectado en un plano de realidad espaciotemporal que albergue el ejercicio de nueva ciudadanía, esta vez con mayor dignidad, adaptabilidad, sensibilidad y sostenibilidad.
Cuando Elisa Loncón inauguró el trabajo de la Convención Constitucional como presidenta recién electa por sus pares, manifestó: “agradecer que esta vez estamos instalando aquí una manera de ser plural, una manera de ser democráticos, una manera de ser participativos”. Estas simples palabras son una guía clave para avanzar en territorios y fronteras de alta complejidad e incertidumbre del Chile presente, siempre telúrico, y del Chile que vendrá, incluyendo escenarios complicados, complejos y caóticos que, por cierto, abrirán nuevas oportunidades.
Al decir “esta vez”, nos recuerda que históricamente hemos sido más bien singulares, débiles en nuestras convicciones democráticas y excluyentes de la participación de personas comunes y corrientes en los procesos de toma de decisión, como, por ejemplo, redactar una nueva Constitución. Un texto frontera para hacer las paces en convivencia ante nuevos conflictos y crisis y hábiles en nuestros despliegues para habitar y transitar entre el diálogo y la negociación.